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Resuelto el enigma de por qué los óvulos son capaces de vivir medio siglo y dar lugar a un bebé

Las células sexuales femeninas pueden perdurar durante décadas sin desgaste, a diferencia de otras células humanas, que envejecen y mueren en unos meses

La bióloga turca Elvan Böke
La bióloga turca Elvan Böke, en el Centro de Regulación Genómica, en Barcelona.Ivan Paulik / CRG
Manuel Ansede

Cada mujer nace en promedio con un millón de óvulos inmaduros, que irán degenerando a medida que cumpla años. No se formarán más en toda su vida. En la pubertad, solo quedarán unos 300.000 en sus ovarios. Y apenas 400 óvulos se liberarán durante la etapa reproductiva, normalmente uno en cada ciclo menstrual. La gran mayoría de los otros tipos de células no viven tanto tiempo: envejecen y mueren. Los glóbulos rojos, por ejemplo, se eliminan a los cuatro meses. Las neuronas, que sí se conservan durante décadas, acumulan sin embargo multitud de problemas, como mutaciones y aglomeraciones de proteínas tóxicas. En cambio, algunas de las células precursoras de los óvulos —llamadas ovocitos— vivirán alrededor de medio siglo manteniendo intacto el ADN de la mujer y la capacidad de dar lugar a hijos saludables. Hasta ahora, este asombroso blindaje de los futuros óvulos era un enigma para la ciencia. Este miércoles, un equipo del Centro de Regulación Genómica de Barcelona anuncia que ha descubierto su singular estrategia defensiva.

Las células humanas suelen tener en su interior cientos o miles de mitocondrias, una especie de centrales energéticas de alrededor de una milésima de milímetro. En las mitocondrias, la energía se forma gracias al movimiento de electrones entre cinco complejos de proteínas y se almacena en forma de ATP, una molécula formada por 10 átomos de carbono, 16 de hidrógeno, cinco de nitrógeno, 13 de oxígeno y tres de fósforo. Sin esta constante producción no habría vida humana.

En este proceso imprescindible, sin embargo, también se forman de rebote unas moléculas inestables, denominadas especies reactivas de oxígeno, cuya acumulación puede provocar mutaciones en el ADN y matar a la célula. Los investigadores de Barcelona, encabezados por la bióloga turca Elvan Böke, han observado que los ovocitos se saltan el paso que más subproductos nocivos genera —el primero de los cinco complejos de proteínas—, lo que explica que sean capaces de permanecer en estado latente durante casi medio siglo sin perder su capacidad reproductiva. “Mi madre me tuvo con 26 años, así que la célula de la que nací ya tenía 26 años. Los ovocitos no se pueden permitir el lujo de acumular daños”, señala Böke.

Hay tantas cosas que no sabemos sobre la reproducción humana que uno de cada cuatro casos de infertilidad femenina no tiene explicación
Elvan Böke, bióloga

El hallazgo, que se publica en la revista Nature, podría ayudar a entender por qué muchas mujeres no pueden tener hijos. “Hay tantas cosas que no sabemos sobre la reproducción humana que uno de cada cuatro casos de infertilidad femenina no tiene explicación”, lamenta la bióloga turca. Su equipo ha analizado ovocitos humanos y también los de la rana de uñas africana, un clásico animal de laboratorio que ha protagonizado varias investigaciones cuyos autores han ganado el Premio Nobel. Este batracio fue en 1962 el primer animal vertebrado clonado, más de tres décadas antes que la oveja Dolly. El responsable de esta primera clonación, el biólogo británico John Gurdon, recibió el Nobel de Medicina medio siglo después.

Los autores del nuevo estudio afirman que sus resultados son “muy sorprendentes”, porque nunca se había observado una célula animal capaz de vivir sin ese primer complejo de proteínas de la mitocondria. En el dominio de los organismos eucariotas —los formados por células que tienen su libro de instrucciones, el ADN, en un núcleo diferenciado, como los animales, las plantas y los hongos— solo se conocía un caso similar: el de las células del muérdago. “Es una planta parásita que solo quiere sobrevivir. Y para sobrevivir durante largo tiempo reduce los procesos nocivos en su sistema. Vemos esta misma estrategia del muérdago en los ovocitos”, apunta Böke.

La científica turca llegó a Barcelona en 2017, procedente de la Universidad de Harvard (EE UU). Su trabajo, financiado con 1,4 millones de euros por el Consejo Europeo de Investigación, se concentra ahora en la búsqueda de la fuente de energía alternativa que utilizan los óvulos inmaduros durante sus décadas de latencia. La biotecnóloga Aida Rodríguez, coautora del nuevo estudio, emplea una comparación ilustrativa: “Como estrategia de mantenimiento a largo plazo, es como poner el motor en punto muerto”.

Las madres tienen su primer hijo cada vez más tarde en los países ricos. La edad media a la maternidad de las españolas alcanzó los 33 años por primera vez en 2021, según el Instituto Nacional de Estadística. El año pasado, casi el 11% de los nacimientos fueron de mujeres de 40 años o más, frente al 5,5% que se registraba una década antes. Los biólogos Deepak Adhikari y John Carroll, de la Universidad Monash (Australia), recalcan en un comentario independiente en la revista Nature que en estas madres se produce una disminución de la fertilidad de los óvulos, provocada presuntamente por reacciones en las mitocondrias. El nuevo estudio puede ayudar a entender por qué, a medida que pasan los años, los óvulos dejan de ser un refugio seguro para el ADN de la madre.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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