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20.000 tiranosaurios llegaron a caminar a la vez sobre la Tierra

Un estudio, a partir de datos conocidos y estimaciones sobre estos dinosaurios, calcula que nacieron unos 2.500 millones de ejemplares antes de su extinción

Tiranosaurios
Esqueleto de tiranosaurio rex expuesto en el museo Field de Chicago. Richard T. Nowitz/Corbis

20.000. Ese es el número máximo de Tyrannosaurus rex que caminaron sobre la Tierra al mismo tiempo un día cualquiera del Cretácico Superior. En total, durante toda esta era nacieron unos 2.500 millones de ejemplares, repartidos en 127.000 generaciones, hasta la extinción masiva de los dinosaurios hace 66 millones de años. Estas son las cifras que apunta un estudio publicado por la revista Science, cuyo objetivo es calcular la proporción de tiranosaurios presentes en un territorio.

Las cuentas se han realizado a partir de estimaciones como la masa de los Tyrannosaurus rex o el tiempo que tardaban en llegar a adultos. También se han utilizado otros datos más contrastados, como la alimentación o el tipo de metabolismo, la tasa de preservación de individuos jóvenes o la Ley de Damuth. Esta teoría, elaborada en 1981 por John Damuth, explica la relación entre la densidad de población de una especie y su tamaño. Según esta regla, aquellas especies con mayor masa corporal suelen tener menor densidad de población.

Los cálculos arrojan una proporción de Tyrannosaurus rex de 0,0091 individuos por kilómetro cuadrado. Es decir, en un territorio del tamaño de España, convivirían unos 5.000 ejemplares, frente a los 18.000 que habitarían México o los 25.000 que se repartirían por toda Argentina. Otro dato que ofrece el estudio es que, contando todos los ejemplares encontrados hasta ahora, se conservan uno de cada 80 millones de individuos que poblaron la Tierra. Es lo que se conoce como tasa de fosilización.

Según el estudio, en España convivirían unos 5.000 ejemplares, frente a los 18.000 que habitarían México o los 25.000 que se repartirían por toda Argentina

Charles Marshall, el investigador principal del trabajo, asegura que su equipo dedicó “mucho tiempo a establecer límites a los datos recabados” para acotar las posibilidades de error. Aun así, reconoce que la precisión puede ser baja: “La incertidumbre sobre los valores para el número total de ejemplares que existieron hace que la cifra pueda ser 17 veces mayor”. Albert Prieto-Márquez, investigador ‘Ramón y Cajal’ del grupo de Investigación en Ecosistemas de los Dinosaurios del Institut Català de Paleontologia prefiere no centrarse en las cifras: “Es una estimación que se basa a su vez en estimaciones. Los números en sí no me los tomo al pie de la letra. Son datos que se van a ir refinando. Es algo que siempre pasa. Me quedo más con la metodología y el potencial que tiene este estudio para el futuro”.

Uno de los principales problemas viene a la hora de determinar la densidad de población. Y es que animales con un tamaño parecido pueden tener densidades de población muy diferentes. Es, por ejemplo, el caso de las hienas, cuya densidad de población es 50 veces más grande que la de los jaguares, a pesar de tener una masa similar. Además, hasta ahora la ley de Damuth solo se había aplicado a animales actuales, aunque Marshall defiende que sus cálculos pueden aplicarse a cualquier otra especie introduciendo los datos correctos.

Luis Alcalá, doctor en paleontología y director de la Fundación Dinópolis, se muestra más duro: “Como ejercicio de estilo de cómo se pueden hacer reconstrucciones ecológicas está bien, pero como aportación a la ciencia estos datos no valen. Están descontextualizados, no están puestos en relación con otros tipos de dinosaurios de la época. Es un bonito ejercicio de estilo, pero no es una aportación científica”. Además, Alcalá señala carencias en el modo de trabajo: “Desde que un animal muere hasta que llega a manos de un paleontólogo, a esos huesos les pasan miles de cosas. Y eso lo estudia la tafonomía. Descifrar ritmos de conservación de restos solamente con la ecología es contar la mitad de la historia”.

“Los datos están descontextualizados, no están puestos en relación con otros tipos de dinosaurios de la época
Luis Alcalá, director de la Fundación Dinópolis

Si bien el paleontólogo James Farlow ya realizó un estudio parecido en 1993, desde entonces el conocimiento sobre los dinosaurios ha avanzado mucho. “Hay más muestras, hay nuevas formas de analizarlas y mayores posibilidades de cruzar datos de diferentes fósiles”, cuenta Marshall. Según explica el investigador, los avances científicos permiten estimar la edad de un dinosaurio y su masa corporal a la fecha de su muerte. Incluso se puede calcular el área total donde podrían haber vivido los Tyrannosaurus rex sin tener muestras de rocas de la época o conocer el ecosistema de toda el área.

Prieto-Márquez considera que este informe puede dar pie a nuevas investigaciones: “[Este estudio] demuestra que se pueden aplicar métodos que se usan con animales actuales a fósiles. Y eso abre muchas puertas que hasta ahora eran imposibles”. Y añade: “Hasta ahora los estudios se centraban en la evolución o cómo de rápida era una especie. Este tipo de investigaciones te permite observan cómo sería un ecosistema y cómo sería la relación entre diferentes especies”.

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