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Crisis del coronavirus
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Lo que quería decir Boris Johnson

Los científicos de Londres presentan los datos de letalidad de la variante británica del coronavirus

Variante britanica del coronavirus
Boris Johnson visita la sede de SureScreen Diagnostics, una empresa que produce test de la covid, ayer en Derby (Inglaterra).PHIL NOBLE (AFP)
Javier Sampedro

Se supone que la información científica es un mero rumor mientras no se publique, pero hay varias formas de saltarse esa restricción venerable. A un científico se le puede ir la lengua en una entrevista, por ejemplo. También hay repositorios de preprints (borradores) que hacen pública una investigación que aún no ha sido tasada por científicos independientes (peer reviewed, o revisada por pares). Por último está el político bocazas que suelta lo que sabe por sus privilegiados canales oficiales sin aportar las pruebas. El arquetipo es seguramente el primer ministro británico, Boris Johnson, que anunció la semana pasada que había indicios de que la variante británica del coronavirus (B.1.1.7, también llamada VOC 20202/01) no solo se asociaba a una alta propagación, sino también a una mayor letalidad. No está claro por qué Johnson adelantó ese dato, pero el caso es que no presentó los argumentos ni las evidencias.

La variante británica se detectó por primera vez en septiembre de 2020 y se ha extendido por medio mundo

El sistema de publicación científica, sin embargo, sí ha presentado esos datos. La facultad de higiene y medicina tropical de Londres (LSHTM), un centro de referencia mundial en la lucha contra los virus, ha publicado el análisis preliminar al que se refería el primer ministro británico. Lo ha hecho en medRxiv, uno de los repositorios de preprints a los que nos referíamos antes. Recordemos que esto implica que el artículo no ha sido aún revisado por pares, y los datos deben considerarse provisionales por el momento. Dicho lo cual, el trabajo se titula “Riesgo incrementado de muerte en los casos examinados en la población de la variante VOC 20202/01”. Les recuerdo que esa es la variante británica, aunque entiendo que los científicos del país se resistan a utilizar esa expresión estigmatizante. Mientras los técnicos fijan la nomenclatura, sin embargo, tendremos que entendernos de alguna forma.

La variante británica se detectó por primera vez en septiembre de 2020 y se ha extendido por medio mundo. Poco después de su descubrimiento se hizo patente que era más trasmisible que la versión anterior del virus, pero no que causara una mayor letalidad, definida como la proporción de muertos respecto a los infectados por la variante. Esta precisión es importante, porque la variante británica puede aumentar la mortalidad poblacional por el mero hecho de que se propaga más deprisa: cuantos más contagiados, más muertos, como es de sentido común. La ‘incógnita de Boris’ es si el virus mutante es más letal en sí mismo, independientemente de su propagación.

Los científicos del LSHTM londinense han analizado las grandes bases de datos que el Reino Unido ha atesorado sobre las pruebas diagnósticas del SARS-CoV-2 y las muertes por la enfermedad que causa, la covid-19. Sus cálculos indican que el riesgo de muerte es un 30% más alto entre los infectados por la variante británica que entre los contagiados por la versión estándar. Por ejemplo, un hombre de 55-70 años tiene un riesgo de morir del 0,56% (con el virus estándar) y del 0,73% (con la variante británica). Sé que esas cifras parecen lágrimas en el océano, pero multiplíquenlas por los millones de infectados y verán lo que suponen para los cementerios.

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