Tres naves asaltan Marte para hacer historia
Los tres países que llegan a la vez al planeta rojo tienen el objetivo de entender mejor su clima y encontrar rastros de vida
En los próximos días, la humanidad va a presenciar un momento histórico con la llegada a Marte de tres misiones robóticas que compiten por llevarse un pedazo de gloria al intentar responder la eterna pregunta: ¿Hay vida en otros planetas o la hubo en algún momento?
La primera nave en entrar en la tenue atmósfera del planeta rojo será Hope, un atípico proyecto liderado por el país petrolero Emiratos Árabes Unidos y que se ha desarrollado con la colaboración de universidades de EE UU. Esta es la primera nave marciana lanzada por un Estado árabe, que quiere celebrar con su llegada el 50 aniversario de la fundación del país.
Hope —esperanza en inglés— tiene previsto entrar en la órbita del planeta rojo el martes a las 16:57, hora peninsular española. España será el primer lugar de la Tierra a la que llegue la señal de éxito o fracaso, pues los emiratíes usan como centro de comunicaciones las antenas de espacio profundo que la NASA tiene instaladas en Robledo de Chavela, a unos 70 kilómetros de Madrid. Esta misión orbital pretende desarrollar una imagen completa del tiempo marciano durante todo un año.
El momento más espectacular llegará unos días después, el 18 de febrero, cuando comience el descenso a la superficie marciana de la misión estadounidense, la mayor jamás lanzada al planeta rojo. EE UU es el único país que en 70 años de exploración espacial ha conseguido posar con completo éxito un vehículo móvil en la helada superficie del planeta rojo. Una de cada dos misiones a Marte ha fracasado.
Jorge Pla-García, investigador del Centro de Astrobiología de Madrid y miembro del instrumento MEDA, la estación meteorológica estadounidense del Perseverance, resalta que “es la primera vez en la historia que tres misiones van a Marte, cada una liderada por un país”. El tercer Estado es el mayor rival de Estados Unidos dentro y fuera de la Tierra: China; una pujante potencia espacial que ha conseguido en 20 años hitos que a los estadounidenses les llevaron 40 años o más.
La NASA define con cierto dramatismo la secuencia de aterrizaje como “los siete minutos de terror”
El aterrizaje de esta misión le va a dar a la humanidad algo único: unas cámaras adosadas al módulo de aterrizaje grabarán todo el descenso, sea cual sea el final. También habrá micrófonos que graben el sonido de Marte, una idea que el astrónomo y divulgador científico Carl Sagan propuso a la NASA ya en 1996.
Lo más angustioso es quizás que el nutrido equipo de ingenieros y científicos de la misión no podrán hacer nada por cambiar el destino de la nave y el vehículo móvil de exploración que transporta: toda la secuencia de aterrizaje es automática y la controlan los ordenadores de a bordo. Pla-García explica: “Estamos hablando de medio millón de líneas de código que determinan todos los pasos, las fases, el estallido de decenas de elementos pirotécnicos necesarios por ejemplo para liberar cargas o deshacerse del paracaídas. Si falla solo uno, puede fallar todo lo demás”.
La NASA define con cierto dramatismo la secuencia de aterrizaje como “los siete minutos de terror”. Es el tiempo que lleva frenar una nave que llega a Marte a unos 21.000 kilómetros por hora hasta una velocidad inferior a la de una persona andando, y todo ello usando como principal freno el rozamiento de la atmósfera del planeta, que es unas 100 veces menos densa que la de la Tierra.
Uno de los factores clave es el tiempo que hará ese día en Marte. Pla-García es miembro del equipo de atmósferas planetarias encargado de intentar predecir lo impredecible: si habrá o no tormentas de polvo en el cráter Jezero, destino final del vehículo de exploración Perseverance. “A día de hoy todo está despejado”, explica este científico, “pero constantemente analizamos la zona buscando bolsas de aire por cambio de densidad que pueden significar tormenta”. El consejo lleva trabajando en esto desde 2015 y desde hace seis años ya sabían la hora exacta a la que el coche marciano tocaría la superficie: las 21:55, hora peninsular española.
Un minuto después de entrar en la atmósfera, la nave alcanzará su pico de temperatura por el roce del aire: 1.600 grados, que debe soportar su escudo térmico. Tras el despliegue del paracaídas, de casi 22 metros de diámetro, como un edificio de siete plantas, y su posterior desenganche, entrará en acción un dispositivo completamente nuevo: el TRN. Es un sistema de inteligencia artificial que toma fotos del suelo y va “pensando” cuál es el lugar más adecuado para tomar tierra. A 21 metros del suelo, una grúa desplegará unas cadenas de unos siete metros de largo de las que va colgado el valioso rover, de casi una tonelada de peso y un coste total que supera los 1.600 millones de euros. Si todo sale bien, sus ruedas se pondrán en contacto con el suelo a tres kilómetros por hora, y la grúa activará sus cohetes para ir a estrellarse lejos del Perseverance.
Jezero es un cráter que hace 3.500 millones de años era un paisaje posiblemente paradisíaco
En estas misiones se vive una versión reducida de la paradoja de los viajes en el espacio en los que un astronauta regresa a la Tierra para ver que sus hijos son ancianos, mientras que para él solo han pasado cuatro o cinco años. Las señales de radio que emite el Perseverance desde Marte viajan a la velocidad de la luz, pero aun así tardan 11 minutos en llegar a la Tierra. Esto significa que para cuando el centro de control reciba la señal de comienzo de la secuencia de aterrizaje en realidad el rover se habrá posado ya en Marte o habrá sucumbido.
El rover tomará fotos de su entorno apenas unos segundos después de tocar suelo. Luego pasará unas dos o tres semanas comprobando los equipos antes de comenzar las operaciones científicas, explica Fernando Rull, físico de la Universidad de Valladolid y miembro del equipo científico de Supercam, el instrumento más novedoso que porta esta misión. Este dispositivo lleva un láser capaz de evaporar las rocas a distancia y analizar su composición química, y un espectrómetro raman que nunca antes se había empleado en Marte.
Jezero es un cráter que hace 3.500 millones de años era un paisaje posiblemente paradisíaco. Por uno de sus costados entraba un río que desaguaba formando una enorme laguna. Aquella fue la época en la que la vida surgió en la Tierra. Marte tenía las condiciones básicas para ser un planeta vivo y es posible que en las arcillas de Jezero queden rastros de formas de vida pasadas. Encontrarlas supondría un hito histórico que no solo EE UU persigue.
China va a intentar convertirse en el primer país que envía un orbitador, un aterrizador y un pequeño vehículo móvil a Marte en su primera misión en el planeta rojo. La Tianwen-1 se dirige a Utopia Planitia, en el hemisferio norte, un lugar ideal para intentar un aterrizaje suave por lo fino de sus suelos y porque es un terreno poco elevado, con lo que hay más atmósfera con la que frenar. En esa zona también existe una enorme reserva de agua helada en el subsuelo, con una capacidad unas 400 veces mayor que todas las cuencas hidrográficas de España y que podría ser estratégica para futuras expediciones tripuladas.
La misión china entrará en órbita el miércoles. Según su diseño original, está previsto que el módulo continúe acercándose lentamente al planeta rojo y analizando a la vez el mejor punto de aterrizaje. El vehículo no tomará tierra hasta principios de mayo, según explicaron los responsables científicos de la expedición. Si tienen éxito, será el primer día en la historia en la que dos superpotencias que compiten por la hegemonía en la Tierra hagan lo propio en otro planeta del sistema solar.
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