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¿Por qué seguimos buscando vida en Marte?

El planeta rojo es un perfecto laboratorio para entender el origen de la vida, y por eso hemos mandado sondas allí. Los siguientes pasos pasan por traerse material del planeta e ir en persona

Ilustración del robot 'Perseverance' sobre la superficie de Marte.
Ilustración del robot 'Perseverance' sobre la superficie de Marte.NASA (NASA)

Los humanos llevamos buscando vida en Marte, ¡y “encontrándola”!, más de 300 años. Grandes astrónomos como Christian Huygens, Giacomo Maraldi o William Herschel interpretaron sus observaciones del planeta rojo de manera errónea para postular la presencia de nubes y de atmósfera, aumentando la esperanza de encontrar vida en nuestro planeta vecino. En 1877 el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli encontró una serie de estructuras que llamó canales (canali en italiano). Una traducción al inglés de su trabajo usó erróneamente la palabra canals (referidos a una construcción artificial) en lugar de channels, desatando todo tipo de teorías acerca de la naturaleza de la obra de ingeniería y de la civilización avanzada del planeta vecino. Desde entonces la existencia de vida en Marte ha inspirado obras de ficción como La guerra de los mundos de H.G. Wells, o Las crónicas marcianas de Ray Bradbury. Los marcianos han invadido la Tierra varias veces, como en Mars Attacks!, y nosotros hemos visitado el planeta rojo también, como en Flight to Mars, Desafío Total o, más recientemente, en The Martian. Pero, ¿es todo esto parte de la ciencia-ficción?, ¿hay realmente vida en Marte?, ¿por qué la buscamos con interés?

El Marte de hoy es demasiado frío (-60 ºC) para albergar agua líquida en su superficie, un requisito indispensable para el desarrollo de la vida tal como la conocemos. Además, incluso si la temperatura fuera mayor, la presión atmosférica es tan baja que el agua pasaría de estar congelada a evaporarse sin pasar por la fase líquida. Pero quizás Marte alguna vez tuvo una atmósfera de dióxido de carbono (CO2) tan gruesa o incluso más gruesa que la nuestra, y gracias a ese gas de efecto invernadero que ya defendimos, las condiciones pudieron ser muy similares a las actuales de la Tierra. Pues bien, este parece ser el caso, porque existen muchas evidencias de que Marte tenía agua líquida hace miles de millones de años. Por lo tanto, aunque parece bastante improbable que exista vida en Marte hoy, sí parece probable que algún tipo de organismo vivo poblara este planeta hace 4.000 millones de años.

Las primeras exploraciones a Marte comenzaron durante la carrera espacial entre la URSS y EE UU, en plena Guerra Fría. La URSS fue la primera en colocar (más bien estrellar, los soviéticos no tuvieron nunca suerte con Marte) un vehículo de exploración en superficie marciana, pero fueron los americanos los que, en 1976, realizaron la primera misión dedicada a buscar señales biológicas de vida pasada o presente. Las sondas Viking 1 y 2 llevaron a cabo cuatro experimentos, tres de los cuales dieron un resultado negativo. El cuarto experimento fue más controvertido que concluyente. El experimento consistía en introducir en una muestra de tierra marciana una serie de nutrientes incluyendo un isótopo de carbono radiactivo. La idea es que si hubiera microbios, estos deberían metabolizar los nutrientes introducidos y expulsar CO2 radiactivo. Este experimento se llevó a cabo en las dos sondas y ambas detectaron estos gases radioactivos. Sin embargo, una regla en ciencia es que un experimento no es cierto hasta que se repita con los mismos resultados y, para decepción de muchos, esto no sucedió cuando se realizó de nuevo una semana más tarde.

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En 1984 se descubrió un meteorito marciano en la Antártida. Este meteorito, datado en 4.000 millones de años, sería de una época en la que pensamos que Marte tuvo agua líquida en su superficie. Un análisis detallado reveló la existencia de cadenas muy parecidas a los microfósiles terrestres. Sin embargo, se publicaron artículos indicando posible contaminación del hielo antártico. Además es posible que las cadenas sean debidas a procesos no biológicos así que, de nuevo, los resultados fueron controvertidos y, como ya hemos dicho varias veces… no es un alien mientras exista otra posible explicación.

Varias misiones posteriores han encontrado posibles evidencias de vida, como metano en la atmósfera o moléculas orgánicas, que pueden ser debidas, o no, a procesos biológicos, por lo que parece que seguimos sin encontrar la evidencia definitiva. Probablemente esta llegue de uno de los experimentos de la misión de la NASA Marte 2020, que contará con instrumentación española de caracterización atmosférica desarrollada en el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), que ya tiene artefactos dándonos partes meteorológicos del planeta rojo cada día (cada “sol”, como se dice en las misiones marcianas). La misión Marte 2020 se encargará de buscar señales de que el planeta rojo tuvo las condiciones apropiadas para albergar vida, y de encontrar señales de vida microbiana pasada o presente.

Ilustración artística de Marte hace 4.000 millones de años, cubierto de agua.
Ilustración artística de Marte hace 4.000 millones de años, cubierto de agua.ESO/M. Kornmesser

¿Cómo se estudia una atmósfera que existió hace miles de millones de años? Si Marte tuvo una atmósfera, la presencia de cráteres antiguos en Marte nos indica que esta duró poco. Una manera de perder el CO2 atmosférico es mediante su disolución en los océanos, tal como ocurre en nuestro planeta. El clima cálido genera más lluvia, que fluye a través de los ríos hasta los océanos donde el carbono forma rocas carbonatadas, objetos orgánicos como las conchas y contribuye a la acidez oceánica. En nuestro planeta la actividad tectónica hace que este carbono se recicle y vuelva a liberarse a la atmósfera durante la erupción de los volcanes, pero la ausencia de actividad tectónica en Marte podría no haber permitido esta renovación. Por lo tanto, la presencia de carbonatos en lugares donde se sabe que existió agua sería una prueba de que Marte tuvo, en su juventud, una atmósfera.

La misión Marte 2020 llevará un rover al planeta rojo que, recientemente, se ha bautizado por votación popular como Perseverance. Aterrizará en un delta fosilizado formado por un río que fluyó por el planeta rojo hace 3.600 millones de años, en el cráter Jezero. Entre muchas otras tareas, Perseverance se encargará de taladrar en una de estas regiones para obtener muestras de rocas y prepararlas para transportarlas a la Tierra para su análisis. Recoger muestras de astros del sistema solar y traerlos a nuestros laboratorios en casa es una de los grandes objetivos de la exploración planetaria actual, pero es extremadamente costoso y solo se ha hecho en unas pocas ocasiones. En el caso de Marte, seguramente las muestras tardarán un poco en venir, siendo optimistas a principios de la década de 2030, por lo que el análisis in situ va a ser crucial para conocer la presencia de fósiles o de una atmósfera pasada. Sin embargo, como científicos tenemos que tener cuidado y ser muy conscientes del sesgo que la mente humana, deseosa de no saberse sola en el universo, puede producir en nuestra interpretación de resultados porque, como ya sucedió en el pasado, puede llevarnos a encontrar una vida en Marte que, tal vez, nunca existió.

Patricia Sánchez Blázquez es profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Pablo G. Pérez González es investigador del Centro de Astrobiología, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA).

Vacío Cósmico es una sección en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista científico sino también filosófico, social y económico. El nombre "vacío cósmico" hace referencia al hecho de que el universo es y está, en su mayor parte, vacío, con menos de 1 átomo por metro cúbico, a pesar de que en nuestro entorno, paradójicamente, hay quintillones de átomos por metro cúbico, lo que invita a una reflexión sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo.

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