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El error de llamar ‘antivacunas’ a quienes dudan sobre inmunizarse

Un porcentaje amplio de personas recela, de momento, por desconfianza en las prisas y las autoridades, pero estigmatizar esas reticencias es contraproducente

Un sanitario administra una vacuna de Moderna a una voluntaria, en agosto.
Un sanitario administra una vacuna de Moderna a una voluntaria, en agosto.- (AFP)
Javier Salas

“Vacunas y vacunación son dos cosas muy diferentes”, resume Melinda Mills, investigadora de la Universidad de Oxford, en un informe para la Academia Británica en el que explica cómo hacer frente a las dudas que despiertan entre la población las vacunas contra la covid. Porque esas reticencias, que no se resuelven en los laboratorios, son un fenómeno global: porcentajes altísimos de la ciudadanía de países como Reino Unido, Francia, Italia o EE UU no tienen ninguna prisa por vacunarse, algo que podría parecer impensable en primavera. Y, de pronto, en la conversación social se los tacha de antivacunas “No tiene nada que ver. Son grupos totalmente distintos, con motivaciones muy distintas”, zanja Rafael Serrano, investigador del CSIC. “Lo más importante ahora es conocer los porqués, que ni siquiera nos molestamos en conocerlos y ya estamos preguntando si tenemos que forzar a la gente a vacunarse”.

Según varios estudios, en España hay tres grupos que engloban cada uno más o menos a un tercio de la población: quienes se vacunarían de inmediato, los que manifiestan dudas y otro con reticencias muy importantes. Dentro de este último grupo, estarían los más extremistas, los denominados antivacunas, que son un porcentaje mucho más pequeño. En cuanto se profundiza en los argumentos, se observan las diferencias con ese colectivo más radical. El motivo principal para no querer vacunarse ya es que “se pondría la segunda o la tercera, no la primera vacuna que saliese”, según un estudio de Fecyt para el Ministerio de Ciencia. Es decir, prefieren esperar a ver cómo va la inmunización, no están en contra de la vacunación en sí. En el último CIS, el 47% dice que no estaría “dispuesto/a a vacunarse inmediatamente cuando se tenga la vacuna” (PDF), y ese adverbio de tiempo puede pesar mucho en las respuestas.

“Parece que si tienes recelos ya eres un antivacunas. Hay que tener máximo cuidado al gestionar esas dudas. Es algo que llega a cabrear y es probable que se penalice”
Celia Díaz, Universidad Complutense

“Ahí está la clave, que parece que si tienes recelos ya eres un antivacunas. Pero hay bastantes cosas en juego, como los conocimientos sobre la ciencia, las dudas que despierta esta carrera entre farmacéuticas, los tiempos de desarrollo, la voz del mercado...”, enumera la socióloga Celia Díaz, de la Universidad Complutense, que ha investigado el fenómeno del rechazo a las vacunas. “Hay mucha incertidumbre y dicen: solo lo hago cuando vacunen a otros y vea resultados”, añade Serrano, director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados. “Ante eso hay que intervenir también, no solo hay que hacer un plan para distribuir, también para saber cómo dar el mensaje”, añade Serrano. El martes el Gobierno anunciará su plan, que supuestamente incluirá campañas informativas, aunque el Ministerio de Sanidad no quiso confirmarlo.

En la encuesta de Fecyt se señalaban otros motivos menos importantes como las dudas sobre su seguridad, sobre su eficacia o el bajo riesgo de contagio personal. En ese estudio, realizado en verano, encontramos otra pista que aclara la diferencia: se mantiene estable el porcentaje de ciudadanos que cree que las vacunas, en general, no son eficaces o seguras, en torno al 4% y el 6% respectivamente. Esos sí son los contrarios a la vacunación, un porcentaje residual y que no ha crecido. Las reticencias que han crecido son solo hacia la vacuna contra la covid, que vemos en directo cómo se desarrolla en tiempos de récord. Las prisas son un elemento importante: el 78% de los estadounidenses temían que se fuera demasiado rápido a por la vacuna, frente al 20% que temía que se avanzara demasiado despacio.

“No solo hay que hacer un plan para distribuir, también para saber cómo dar el mensaje”, añade Serrano. El martes el Gobierno anunciará su plan, que supuestamente incluirá campañas de información

Hay más factores que contribuyen a aumentar las reticencias. La desconfianza hacia el Gobierno del país y su gestión de la pandemia también contribuye a dudar de la vacuna, según un estudio realizado en 19 países publicado en Nature Medicine. En España, la valoración del Gobierno tras la pandemia está por los suelos. Curiosamente, son los votantes de los partidos del Gobierno (PSOE y UP) los únicos grupos de electores que se muestran más partidarios de vacunarse cuanto antes, según el CIS. Y los más reacios, los de Vox. “Es un factor importante. Normalmente no se relacionan las vacunas con el hecho de si te cae bien el Gobierno de turno, pero en estar circunstancias está muy vinculado a la gestión de las medidas contra la covid” asegura uno de los autores de ese estudio, Jeffrey Lazarus, investigador del ISGlobal (centro impulsado por la Fundación la Caixa).

“Está muy bien tener dudas, si son legítimas, querer saber qué pasa”, señala Lazarus, que aboga por poner a los líderes políticos y a los deportistas más famosos los primeros de la fila de vacunación, para dar ejemplo. “Tengo amigos que dicen que prefieren esperar”, dice Lazarus, “y yo les digo que claro que tienen que esperar, que primero se vacunarán los de riesgo”. Y añade: “Eso está bien, así van viendo cómo funciona cuando la gente la empiece a tomar aquí o en otros países”. La historia también demuestra que los recelos iniciales son normales cuando llega una nueva vacuna, por muy ansiada que sea, hasta que los fármacos demuestran ser eficientes y seguros. En 1954, cuando salió al mercado la vacuna contra la polio, el 31% de los estadounidenses no se la quería poner.

“No utilizamos esa expresión [antivacunas] porque es gente que duda y que no tiene confianza, pero la confianza la podemos trabajar”
Jeffrey Lazarus, ISGlobal de Barcelona

Hay más elementos para pensar que este escenario de reticencias puede cambiar. Un estudio realizado en EE UU mostraba mayor predisposición a vacunarse si el fármaco tenía pocas probabilidades de causar efectos secundarios y un 90% de eficacia (como las que se han anunciado estos días) y no del 50% o del 70%. Por otro lado, todos los estudios que muestran los recelos se realizaron antes de que se anunciara la eficacia de las vacunas en liza. Cuando la gente vea que las vacunas son tangibles, y no una quimera como hasta hace un par de semanas, todo puede cambiar. Pero también puede ser contraproducente, advierten los expertos consultados, que juzgan como negativa la competición entre farmacéuticas con notas de prensa que anuncian porcentajes cada día más altos. “No está ayudando mucho, la gente pierde la confianza con este circo”, critica Lazarus.

Tampoco ayuda, coinciden, tachar de antivacunas o negacionistas a quienes simplemente prefieren esperar. “No utilizamos esa expresión”, dice Lazarus, “porque es gente que duda y que no tiene confianza, pero la confianza la podemos trabajar”. Para Díaz, ese desdén hacia la gente que no lo ve claro “es algo que llega a cabrear y es probable que se penalice”. “Hay que tener máximo cuidado al gestionar esas dudas, porque en estas decisiones también pesan mucho las emociones y es muy perjudicial la permanente polarización de las medidas, cuando solo caben dos posturas y te tienes que identificar con uno o con otro”, critica la socióloga.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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