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Tribuna
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España debe actuar para preservar una financiación europea clave para nuestra investigación

El autor opina que la resiliencia del sistema investigador español explica que no se haya producido un colapso generalizado de la investigación

Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas CENIM-CSIC.
Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas CENIM-CSIC.Víctor Sainz

Es indiscutible, en el ámbito de la investigación en Europa, la importante contribución que ha realizado a esta el European Research Council (ERC) desde que lanzara su primera convocatoria de ayudas a la investigación más puntera. Se lanzaron en el 2007 las ERC Starting Grant, que fueron seguidas en el año 2008 por las ERC Advanced. Se añadirían con posterioridad otras, como las ERC Proof of Concept (2011), las ERC Synergy (2012) y las ERC Consolidator Grant (2013).

El foco de estas ayudas abarca, según el caso, desde la potenciación y consolidación de investigadores jóvenes de demostrado potencial, la financiación de ambiciosos proyectos de investigadores consolidados, pasando por la potenciación de la transferencia de tecnología y la promoción de proyectos trans-nacionales de gran envergadura. El grueso lo constituyen las ERC Starting, Consolidator y Advanced Grants, que proporcionan un máximo de entre 1,5 y 2,5 millones de euros a un investigador por un periodo de cinco años. Su importancia resulta obvia si comparamos con casos de grupos solventemente financiados mediante ayudas españolas, cuya financiación para cinco años alcanzaría unos 500000 Euros, en el mejor de los casos.

Federico Mayor Zaragoza, quien presidió el grupo que llevó a la creación del ERC, afirmaba en el año 2003 que “el ERC debería durante sus primeros 3 a 5 años alcanzar un volumen económico en becas de al menos 2 millardos al año. El propósito de la ERC solo se materializará cuando los efectos de su trabajo sean visibles y evidentes en los estados miembros”. Con posterioridad, en 2009, la League of European Research Universities (LERU) afirmaba que “el ERC debe tener una capacidad de financiación de al menos el 5 % de la financiación (sub)nacional existente, con un mínimo de 4 millardos de euros anuales”.

La lógica detrás de ello era lograr rápidamente niveles de financiación equiparables a los de los principales financiadores en EE UU. En 2018, el presupuesto de la US National Science Foundation alcanzaba los 8 millardos de dólares. El ERC ha visto mermado su desarrollo por debajo de la ambición inicial con la que se concibió. No sucedió hasta el año 2019 que el presupuesto del ERC sobrepasara los 2 millardos de euros, lo cual corresponde a apenas poco más del 2 % del gasto total en I+D de los gobiernos nacionales de la Unión Europea (sin el Reino Unido).

Sumándose a lo anterior, durante este año se ha propuesto un recorte de los fondos destinados al programa marco Horizonte Europa. De ello resultará una previsible reducción de los fondos para el ERC, que se traducirá en menos fondos para la investigación financiada a nivel europeo. También se verá previsiblemente mermada la dotación para las acciones Marie Skłodowska-Curie (MSCA), el desarrollo de Tecnologías Futuras y Emergentes (FET) y las ayudas europeas para infraestructuras científicas, con un consiguiente impacto adicional.

Entre los años 2012 y 2020 el ERC se ha visto en la tesitura de haber de valorar hasta 3.600 proyectos como propuestas de primer nivel sin poder otorgarles financiación por falta de presupuesto suficiente. Conviene preguntarse cuántos proyectos punteros se hicieron irrealizables por ello o sufrieron demoras de numerosos años. ¿Cuántos de estos eran proyectos españoles?

No es difícil imaginar que una reducción en los fondos europeos para la investigación tendrá un impacto también en España. A tenor de los datos disponibles, desde la primera convocatoria de ayudas en 2007 hasta la actualidad, España ha seguido la tendencia general: cuando la cantidad total de proyectos otorgados por la ERC en un año bajaba o subía, España seguía esa tendencia el 75 % de las ocasiones.

En las convocatorias de 2018, la financiación del ERC destinada a España alcanzó una cuantía de aproximadamente 106,5 millones de euros. Por su parte, la partida no financiera para el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, destinada a subvenciones directas al sistema de I+D+I y universidades fue de 2.253 millones en el mismo año 2018. En base a ello, la contribución total del ERC en España representaría en tal año cerca del 4,5 % de la financiación total, acercándose a las cantidades sugeridas en su día por Mayor Zaragoza.

Un dato como el anterior no es positivo en el contexto que nos ocupa, ya que sugiere que, para España, la pérdida de fondos europeos para la investigación tendría un impacto mayor que en otros países. La resiliencia del sistema investigador español explica que no se haya producido un colapso generalizado de la investigación hasta la fecha. Se desprende de ello que la pérdida de fondos europeos que pueda acaecer si el presupuesto del ERC y del programa Horizonte Europa en su conjunto no crece, o incluso se reduce, no puede sino contribuir a desfondar más un ecosistema científico nacional notablemente precarizado después de muchos años con una financiación por debajo de las necesidades reales.

“En un momento histórico en que se demuestra que la investigación puede convertirse en una tabla de salvación frente a retos inesperados, el recorte de fondos destinados a esta es un movimiento anti estratégico”

España, que alcanzara a introducirse entre los grandes países de la investigación mundial entre los noventa del pasado siglo y los primeros 2000, no puede permitirse la pérdida de financiación europea. Ninguna de las mejores propuestas científicas españolas puede permitirse dejar de recibir el impulso europeo si puede tener acceso a él. SOMMa afirma con rotundidad que la financiación europea no ha de emprender otra senda sino la del crecimiento sostenido.

Los fondos que el ERC deje de destinar a ayudas a la investigación son fondos que dejan de destinarse a proyectos que han demostrado ser del más alto nivel. Esto es, se estará dejando de financiar proyectos con base científica intachable, con equipos excelentes y con objetivos investigadores de gran impacto.

No hay que soslayar, no obstante, que si bien las ayudas europeas han sido y son un balón de oxígeno y un impulso para investigaciones excelentes y de impacto, en ningún caso ello debe excusar de la urgente necesidad de emprender en España un incremento sostenido de la financiación, revirtiendo los efectos de numerosos años de recortes.

En un momento histórico en que se demuestra que la investigación puede convertirse en una tabla de salvación frente a retos inesperados, el recorte de fondos destinados a esta es un movimiento anti estratégico. Solo con un sistema investigador fuerte se pueden afrontar con éxito los desafíos presentes y abordar la posterior recuperación. Se añade a ello que Europa es un continente relativamente pobre en recursos, con una población crecientemente envejecida y que el mayor valor añadido que Europa puede ofrecer pasa precisamente por la tecnología, los avances científicos y el conocimiento multidisciplinar.

El conocimiento ha de ser la base para la transformación que Europa necesita, desarrollando las capacidades estratégicas e industriales que permitan hacer de Europa un bloque clave en el mundo en este momento de grandes incertidumbres. La senda de la sostenibilidad económica y social pasa por seguir invirtiendo en conocimiento, y en las herramientas para obtenerlo: aquí y en Europa.

Luis Serrano es presidente de la alianza Severo Ochoa – María de Maeztu (SOMMa)

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