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Tribuna
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El test del cerdo

La nueva gripe porcina plantea un buen cuestionario para los políticos y sus asesores

Un trabajador de una granja de cerdos en Suining (China), en febrero.
Un trabajador de una granja de cerdos en Suining (China), en febrero.ZHONG MIN (EFE)
Javier Sampedro

Lo siento de veras, pero no puedo evitar reír para mis adentros cuando imagino la cara que estarán poniendo los gestores sanitarios al enterarse de que hay una nueva amenaza pandémica cociéndose en las piaras chinas de cerdos. “¡Oh vamos, Hildy!”, bramaría el director de periódicos Walter Burns, “¿es que no teníamos bastante con el jeringado coronavirus como para que ahora me vengas con esa petarda de gripe porcina de la que, por cierto, no habías escrito una sola coma hasta ahora, fallida larva de gacetillero?” Pero Walter, protestaría Hildy, lo mencioné ayer en el segundo párrafo, y el director le respondería: “Oh vamos, Hildy, ¿quién lee el segundo párrafo?”. Me imagino escenas parecidas en todos los altos despachos de la política sanitaria occidental. En plena pandemia les ha llegado el más inesperado de los estorbos: otra pandemia.

Aclaremos primero los hechos. Es muy improbable que la gripe porcina del gigante asiático suponga una amenaza a corto plazo. Los datos de la investigación china, publicada en PNAS, están obtenidos entre 2011 y 2018. Revelan un crecimiento sostenido entre las piaras de una variante del virus de la gripe, llamada G4, que puede saltar del cerdo a la persona, pero no ha cruzado hasta ahora la línea roja, que es el contagio entre personas. El líder de la virología de la gripe del siglo XX, Robert Webster, recién retirado del Hospital Infantil Saint Jude de Memphis, Tennessee (EE UU), recuerda con una moderada preocupación que China tiene la mayor población de cerdos del planeta, cerca de 500 millones, pero añade con estilo característico: “Simplemente no sabemos cuándo va a ocurrir una pandemia hasta que ocurre la maldita cosa; ¿lo conseguirá esta? Sabe Dios”. Pues si el que lo sabe es Dios, pensará el lector, estamos apañados.

El virus porcino detectado en China es un prodigio de la coctelería genética. Consiste en una combinación de tres virus dispares: una gripe aviar euroasiática, la famosa gripe A que estalló en México en 2009 y un virus H1N1 norteamericano que a su vez es una combinación de gripes aviares, humanas y porcinas. Una de las grandes ventajas evolutivas de los virus de la gripe es que su genoma está dividido en ocho piezas. Cuando dos virus distintos –uno de origen aviar y otro humano, por ejemplo— infectan al mismo cerdo, las ocho piezas se ensamblan en todas las combinaciones posibles y generan en cada ciclo partículas infecciosas nuevas, a veces mejor adaptadas a una especie u otra, más letales o menos, en configuraciones muy difíciles de predecir.

Hasta aquí los hechos. Ahora piense la lectora: si fuera usted la asesora científica de un Gobierno, ¿qué recomendaría a su presidente? ¿Invertir en medidas de prevención contra el nuevo virus porcino? Las hay, pero cuestan una pasta. ¿Alertar a la población para evitar futuros ataques de la oposición? ¿Sosegar a toda costa cualquier inquietud que pueda perjudicar todavía más la economía? La nueva gripe no parece acuciante, pero tiene interés sociológico. Es el test del cerdo.

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