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El padre de Déborah Fernández declara por primera vez 18 años después de la muerte de su hija

Una docena de personas han testificado ante la juez desde que en noviembre se reabrió el caso. La viguesa de 21 años desapareció en abril de 2002 y su cadáver fue hallado 10 días después junto a una cuneta

Santiago de Compostela -
Un cartel con la foto de Déborah Fernández, cuando desapareció en 2002.
Un cartel con la foto de Déborah Fernández, cuando desapareció en 2002.EFE

José Carlos Fernández, padre de Déborah Fernández-Cervera, la joven desaparecida y presuntamente asesinada en 2002, cuando volvía de correr por la playa de Samil (Vigo) en la tarde del 30 de abril, presta declaración esta mañana ante la juez de Instrucción 2 de Tui, que acordó reabrir la causa el pasado noviembre. El caso, en el que durante 17 años habían intervenido sucesivos jueces y media docena de equipos policiales diferentes, permanecía aletargado hasta entonces sin que los padres de la víctima, de 21 años, hubieran llegado a testificar en sede judicial y a riesgo de que el delito prescribiese al cumplirse dos décadas desde el suceso. Desde que las pesquisas se han reactivado, ya han declarado ante la magistrada una docena de personas, incluidos, esta mañana, el progenitor y una amiga de la muchacha, que ha sido citada por videoconferencia.

La joven fue hallada muerta el 10 de mayo de 2002 al borde de una carretera de O Rosal, a 40 kilómetros de distancia del lugar de Vigo donde una familiar la vio por última vez. Su cadáver apareció en medio de un escenario ficticio, según concluyó la policía nacional, un montaje repleto de pistas falsas dispuestas para distraer a los investigadores, que llegaron a tener bajo su punto de mira a un sospechoso que se libró entonces por falta de pruebas. Los agentes creyeron casi desde el principio que el autor de la muerte de Déborah Fernández-Cervera era una persona muy próxima a ella y a su familia.

En marzo de 2019, un equipo de agentes de la UDEV (Unidad contra la Delincuencia Especializada y Violenta) viajó desde Madrid para retomar sus investigaciones y se convirtió así en el sexto grupo, entre policía y Guardia Civil (junto a tres jueces instructores), que ha trabajado en el caso (sin éxito) desde hace ya cerca de 18 años.

Déborah Fernández-Cervera apareció desnuda y lavada en una cuneta situada en el ángulo oscuro entre dos farolas. El cuerpo fue colocado con delicadeza entre matorrales, acostado de lado, con las piernas y los brazos en una postura propia de una persona dormida y con los genitales tapados con ramas de acacia. Quien la depositó de esta manera, según concluyó la policía nacional, le introdujo semen en la vagina de forma artificial. Era material genético de un hombre que no llegó nunca a identificarse y aún no se ha podido confirmar que el crimen tuviese un móvil sexual.

Ante el temor de que el caso acabase definitivamente cerrado por prescripción del delito principal, los hermanos de la víctima organizaron hace más de un año una recogida de firmas en internet bajo el título Justicia para Déborah. Según explicó la propia familia, el éxito de la campaña aportó también novedades: la pista de una persona que después de 17 años en silencio aseguró haber visto a la chica en un lugar y a una hora que no coincidían con la reconstrucción de los hechos que manejaban los investigadores y que les había llevado a descartar al sospechoso. A lo largo del tiempo, las pesquisas se reactivaron ya en unas 15 ocasiones de forma infructuosa, aunque casi todo apuntase a un entorno muy próximo a la víctima.

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