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Menos música en la calle

El distrito Centro anuncia una nueva regulación de las actuaciones callejeras, que reduce su horario y el número de licencias

Marcos Pérez, Anxo Martínez, Pablo Vera e Ignacio Sánchez, este miércoles frente a la junta de Distrito Centro.
Marcos Pérez, Anxo Martínez, Pablo Vera e Ignacio Sánchez, este miércoles frente a la junta de Distrito Centro. M. E.
Miguel Ezquiaga

La música forma parte del paisaje urbano madrileño. Hay zonas de la ciudad difíciles de imaginar sin una banda sonora en directo. También cuando se trata de defender derechos. Por eso, los artistas que tocan al raso decidieron actuar el miércoles frente a la Junta de Distrito Centro. Mientras en el interior del edificio se perfilaba la nueva regulación de su actividad, ellos soplaron los vientos e hicieron reverberar el terciopelo de la cuerda. Sus compañeros de la sala de reuniones se temían lo peor.

El popular José Fernández anunció la nueva instrucción, tras una larga conversación con las partes implicadas: músicos, comerciantes y vecinos. La nueva normativa reduce la franja horaria de actuaciones tres horas al día: se podrá tocar por la mañana solo de 12 a 14 y por la tarde de 18 a 21. Las licencias descenderán a la mitad, en relación a las expedidas durante el último semestre del anterior Consistorio: habrá 450 permisos, personales e intransferibles. Otros 50 añadidos se dedicarán a los músicos en tránsito. El mapa de los conciertos a cielo abierto continuará incluyendo 80 calles, aunque los recitales podrán durar solo una hora y no dos como hasta ahora sucedía en las manzanas residenciales.

En aplicación de la zona declarada de protección acústica especial (ZPAE), Fernández ha anunciado un cuidado añadido en los alrededores de hospitales, colegios y centros de mayores. También ha anotado que la regulación de febrero de 2018 no atendía a las necesidades del vecindario y debía revisarse: “En la mesa redonda para discutir el proyecto, varios vecinos han dicho que la música era una tortura. Si hemos llegado al límite de que algo tan bello resulte perturbador es porque la anterior normativa ha fracasado”.

Los tiempos del proceso están ya tasados: el pliego se aprobará durante la primera quincena de febrero, para que a finales de mes comiencen a presentarse las solicitudes de los artistas. El 1 de marzo la música de calle estará ya regulada bajo nuevos parámetros. El concejal de Centro ha apuntado que se creará una comisión de seguimiento, encargada de valorar la efectividad de estas decisiones. Estará compuesta por las áreas de Medioambiente y Cultura, Policía Municipal, asociaciones vecinales, agrupaciones de comerciantes y artistas de la calle.

Con todo, los músicos que aguardaban la decisión al raso denunciaban que se les ha excluido del proyecto. La elaboración del decreto precedente contó con un sistema participativo: costó consensuarlo año y medio. Ahora el proceso parece más unilateral. Así lo retrataba Raúl Márquez, miembro de la plataforma La Calle Suena, que estaba presente en la reunión: “No se ha trabajado sobre la realidad, sino sobre el papel. Reducir el número de licencias o el horario no palia la contaminación acústica. El verdadero problema es que algunos músicos incumplen las zonas prohibidas, como la Plaza Mayor o la Plaza de Santa Ana. Son localizaciones demasiado cercanas a las viviendas y deben respetarse”

La aprobación de la norma desbloqueará las licencias, que estaban congeladas desde julio, cuando dejaron de renovarse a la espera de esta resolución. En la puerta de la Junta de Distrito, frente a la Plaza de la Villa, Anxo Martínez, de 29 años, sujetaba su trompeta y relataba las dificultades que entrañó su trabajo durante esos meses: “Madrugabas sin saber si podrías actuar. Dependía del criterio del policía con el que te encontraras esa mañana patrullando el Rastro. Estábamos en un limbo absoluto”.

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Errukine Olaziregi, de 38 años, canta un jazz de corte clásico y americano, inspirado en los tugurios de Nueva Orleans. Lleva muchos años entrenando sus cuerdas vocales, que calibra a la luz del día y con público. “Creo que estas restricciones parten de un equívoco grande. Los músicos callejeros no desaprovechamos ningún talento. Eso es minusvalorar esta experiencia, que ofrece un gran aprendizaje al artista. Te obliga a meterte al paseante en el bolsillo”, explicaba. Esa simbiosis a pie de calle parece ahora estar en peligro.

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Sobre la firma

Miguel Ezquiaga
Es redactor en la mesa web de EL PAÍS. Antes pasó por Cultura, la unidad de edición del diario impreso y ejerció como reportero en Local. Su labor informativa ha sido reconocida con el Premio Injuve de Periodismo, que otorga el Ministerio de Juventud. Cada martes envía el boletín sobre Madrid.

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