‘Radio Libertà’, una tragedia griega en la Barcelona de la Guerra Civil
La Sala Fènix recupera el monólogo de Alfredo Giraldi que narra la epopeya de una familia antifascista en 1936
Carmine Cesare Grossi fue un abogado napolitano antifascista que, en 1926, tras la enésima muestra de “cordialidad” por parte de camisas negras, se exilió a Buenos Aires con su esposa, Maria, y sus tres hijos, Renato, Ada y Aurelio, de 10, 9 y 7 años, respectivamente. Tras una década en Argentina, durante la que no cesó en su actividad contra el fascismo, en agosto de 1936 volvió a hacer las maletas, esta vez en dirección a Barcelona, ilusionado por el triunfo de la revolución en la capital catalana tras el golpe del general Franco. Allí pusieron en pie Radio Libertà, que emitió para la Italia fascista, contando una versión opuesta a la que narraba el régimen que colaboraba con los sublevados en España y desencadenando la ira de Mussolini.
Alfredo Giraldi, actor y marionetista de Nápoles, se enamoró de esta historia cuando la conoció de boca de su paisano el historiador Giuseppe Aragno y, con su compañía, La carrozza d’oro, montó Radio Libertà. Se trata de un monólogo basado en el ensayo de Aragno Un ‘no’ firmato ‘emme’, que ya se vio en Barcelona en 2014, gracias al Memorial Democràtic y de la asociación AltraItalia (que se encargó, además, de los sobretítulos en catalán), en una única función en las Cotxeres Borrell. Ahora estará en la Sala Fènix hasta el domingo, dentro de su ciclo sobre memoria histórica.
La obra cuenta la emotiva historia de esta familia. Una auténtica vida de novela: acabada la Guerra Civil, Renato, tras pasar con su hermano y su padre por el campo de Sant Cyprien, murió en 1941 tras un penoso paso por manicomios; Ada y su madre sufrieron en el campo de Argelers, donde la hija conoció a Enrique Guzmán, un médico anarquista madrileño con el que se casó y fue a vivir a Madrid; Ada y Aurelio murieron en 2015 y en 2017 en Nápoles, sin que la ciudad llegase a saber, nunca, la historia que escondían esos hermanos nonagenarios que vivían en un modesto piso de la ciudad.
“Cuando Aragno me explicó esta historia, tan injustamente desconocida en Nápoles, me quedé fascinado”, explica Alfredo Giraldi. "El relato de Aragno era como un volcán en erupción, como un río desbordado. Ya no me lo pude quitar de la cabeza: tenía todos los elementos de una tragedia griega y representaba un episodio precioso para Nápoles y, también, para Barcelona”. La odisea de los Grossi, además, encajaba a la perfección con los tres principios de la compañía de Giraldi: ética, estética y política.
Pero el tono del historiador está impregnado de amargura. "La familia Grossi, al regresar a Nápoles tras la Segunda Guerra Mundial, no pasó por el tubo", cuenta Giraldi. "Ellos eran socialistas convencidos y nunca comulgaron de ninguna manera con los sucesivos gobiernos de la Democracia Cristiana, lo que les hizo caer en el olvido. Cuando Cesare regresó a Italia no pudo volver a trabajar como abogado, porque los exfascistas seguían en el tribunal de Nápoles", se queja, muy crítico con la política italiana de aquellos años.
Giraldi reconoce que el proceso de escritura ha consistido en seguir el dictado de diversos textos de Aragno: “He reescrito sus textos”, reconoce. “¡Algunos eran realmente teatrales! Tenían la fascinación de la epopeya… No me atrevería a decir que están escritos a cuatro manos, pero casi. La historia tendía hacia un teatro narrativo y emotivo, que atrapa al espectador”.
En escena, el propio Giraldi y Luana Martucci (también directora de la obra): él habla, él cuenta, él revive esa pesadilla que sacude a cada uno de los miembros de la familia Grossi; ella simplemente escucha, se emociona y da alguna réplica: “Algunos pasajes los cuenta ella porque dice que al escucharlos no puede evitar llorar; en cambio, si los recita, deja de ser una espectadora en el escenario y se mete en el papel. Así contiene las lágrimas”.
La Fènix se moja este mes por la memoria histórica
Junto con la exposición fotográfica de Andrés Ignacio Nunca hay que dejar de luchar aunque en eso se nos vaya la vida, sobre la violencia de Estado y la respuesta del pueblo en Chile, la sala Fènix se sumerge en la memoria històrica además de con Radio Libertà con Iaia (del 15 al 19 de enero), en la que Alba Valldaura revive, con emoción y formidable despliegue de recursos actorales la dura historia de su abuela; y con Fuga (22 y 23 de enero), de la compañía La Klandestina, que refleja la relación de un abuelo y su nieto, con el trasfondo de la Guerra Civil.
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