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OTRES
Columna
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Spanchinglish

Pensaba que era un idioma propio, algo que solamente se hablaba entre los que cabíamos en nuestro pequeño piso de Vallecas

Chenta Tsai Tseng
Las croquetas de La Tape.
Las croquetas de La Tape.Instagram/latapemadrid

Desde pequeño, en mi familia siempre hemos hablado en Spanchinglish. Ingenuo de mí, pensaba que era un idioma propio, algo que solamente se hablaba entre los que cabíamos en nuestro pequeño piso de Vallecas. Es una combinación del español, el chino y el inglés, que utilizábamos sin criterio ni regla alguna, aunque la mayoría de las veces recurríamos a ello para utilizar palabras que eran difíciles de traducir o que no existían en español. Por poner un ejemplo, cuando no hacía caso o faltaba al respeto a los mayores, mis padres me decían que fuera “más xiào shùn”. Podría traducirse como piedad filial, y es una de las ideas principales del pensamiento de Confucio, referido al respeto, la bondad y la disposición que debemos ejercer los hijos o los menores hacia nuestros padres y hacia los mayores.

Habiendo migrado a España con tan solo 11 meses, y estando rodeado de personas que no hablaban en chino, nunca llegué a entender del todo lo que significaba ser xiào shùn, aunque sí notaba cómo, habiendo crecido en Occidente, entendía a la familia de manera distinta a la de mis padres y mi familia lejana. Hace poco tuvimos una conversación de este tema entre amigos racializados en La Tape, lugar de tapas donde sirven un risotto y unas croquetas de boletus que os recomiendo encarecidamente. Una de ellas es B., poeta y escritora, con quien comparto peluquero y dominio del spanchinglish. Cuando le preguntas por qué empezó a escribir, siempre cuenta la misma historia. Sus padres, como forma de protegerle, no le enseñaron la palabra miedo de pequeña, pensando que así nunca lo sentiría, lo que desató una necesidad de verbalizar lo que sentía en palabras que ella misma se inventaba. Desde la escritura como cartografía personal, descubrió su identidad garabateando en servilletas y abriendo hilos en Twitter.

De croqueta en croqueta llegamos al tema del lenguaje y la hipótesis polémica de Sapir-Whorf, que decía que existe relación entre el lenguaje que una persona utiliza, y la forma en la que percibe el mundo. Esto me recordó a una conferencia sobre género en Taiwán en la que una de las ponentes destacó el etnocentrismo y la forma de mirar al género a partir de la experiencia europea occidental, contándonos que en comunidades como la de los Bugi en Indonesia reconocían cinco géneros —el Makkunrai, oroané, bissu, calabai y calalai— y que esto había formado parte de su cultura durante al menos seis siglos, según Sharyn Graham Davies, profesora asociada de Ciencias Sociales de la Universidad Tecnológica de Auckland en Nueva Zelanda. Esto no solamente me hizo darme cuenta de mi propio etnocentrismo occidental, sino de que, en efecto, la forma en la que percibimos y entendemos muchas cosas está vinculada también al lenguaje, la cultura y el idioma que utilizamos, entendemos o hablamos. “Nos queda tanto por aprender”, me dijo mientras se llevaba la de la vergüenza.

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