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Un hotel con toque de queda a las seis

El Corte Inglés y comercios del centro cierran por indicación de la Guardia Urbana

Blanca Cia
Una luna rota en un comercio de la calle de Fontanella de Barcelona.
Una luna rota en un comercio de la calle de Fontanella de Barcelona.EFE/JESÚS DIGES

Sita, recepcionista de un hotel en la plaza Urquinaona de Barcelona, la más dañada en los disturbios de la noche del viernes —la quinta de incidentes tras la sentencia del Tribunal Supremo por el procés—, aconsejaba ayer por la mañana a los clientes que estuvieran de vuelta en el hotel a las seis de la tarde. “No sabemos qué pasará [estaba convocada una manifestación allí mismo] , pero queremos que los clientes estén seguros y que no pase como anoche, que no pudieron entrar hasta las tres de la madrugada. Algunos habían llegado a las ocho de la tarde a Barcelona y no pudieron llegar hasta seis horas después”, se lamentaba mientras contemplaba los daños que había sufrido la terraza: de los grandes parasoles solo quedaban las bases; de las jardineras, ni rastro. Mesas y sillas se salvaron porque las retiraron a tiempo.

“No nos han dicho nada de cerrar, ya veremos qué pasa”, contestaban desde el hotel a media tarde cuando los comercios y restaurantes habían bajado ya sus persianas. Como también lo hizo El Corte Inglés de plaza de Catalunya por indicación de la Guardia Urbana. El Ayuntamiento también decidió ayer retirar los contenedores de basura de esa zona que esta semana se han convertido en munición para los radicales. Desde el lunes, han ardido un millar de contenedores. En euros, unos dos millones.

El viernes por la noche, la recepcionista del hotel contempló, perpleja, como un grupo de jóvenes arrancaba las barras de los parasoles de su terraza, además de señales de tráfico y con ellas golpeaban con fuerza los bordes de los adoquines del suelo de las aceras que se convirtieron en la principal arma arrojadiza en los disturbios. Ayer, después del desescombro que hicieron los operarios municipales, amplios boquetes en las aceras daban fe de que el sistema había sido efectivo.

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El hotel, como el resto de establecimientos de la zona, intentaba reanudar la normalidad. Algunos comercios optaban por parapetar los escaparates con cartones o plafones de madera. Los restos de las terrazas de bares y restaurantes eran retirados y una entidad bancaria vandalizada hacía un cerramiento improvisado porque las lunas habían quedado destrozadas.

La gente hacía corrillos y fotografiaba las huellas que había dejado una larga noche. “No puede ser, esto es un desastre”, se quejaba el encargado de otro bar que se había quedado sin terraza. Toda la estructura y los toldos habían ardido en uno de los incendios provocados que también derritió varias bicicletas y una motocicleta. Los socialistas Jaume Collboni, primer teniente de alcalde y Montse Ballarín, regidora de Comercio del Ayuntamiento de Barcelona, recogieron ayer los testimonios y quejas de los comerciantes afectados por los disturbios. Para tratar de los problemas y consecuencias que están teniendo los disturbios, Collboni ha convocado el lunes a los principales agentes económicos de la ciudad.

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No solo se trataba de quejas por los desperfectos. Otras personas le explicaban, indignados, que la acción de los radicales les atemorizaba. “Nos amenazan si intentamos apagar los incendios” contaba una vecina del Eixample. Lo que narraba pasó en la noche del viernes en la calle de Roger de Flor, ya de madrugada, cuando la zona de Urquinaona estaba más tranquila. “Vinieron un grupo, no paraban de beber cervezas, parecía que estaban borrachos. Cogieron varios contenedores, los volcaron y les prendieron fuego. Lo veíamos desde casa y salimos al balcón a gritarles que pararan. Un vecino bajó con un extintor y le increparon. Al final acabaron tirándonos objetos a los primeros pisos del edificio”, añadía la mujer, visiblemente enojada. Intentando calmar los ánimos, Collboni les insistía que, sobre todo, no se expusieran: “Calma, quedaros en casa y llamad a los bomberos. Nada de salir a la calle”.

Daños en metro y autobuses

El Ayuntamiento ha estimado que el coste de la reparación de los daños provocados en la noche del viernes en las instalaciones del metro será de 130.000 euros y el de las marquesinas de los autobuses de 84.000. La peor parte de los actos vandálicos se la llevaron 24 convoyes del metro que fueron pintados con grafitis por personas que accedieron ilegalmente en las instalaciones del suburbano y provocaron otros daños en el interior de los vagones.

Además, la estación de Urquinaona resultó "completamente vandalizada", según una nota de Transportes Urbanos de Barcelona (TMB).  Los daños se produjeron en los accesos a la estación, las puertas de entrada y salida y todos los elementos de señalización, también en las cámaras de videovigilancia y extintores. El coste total de la reparación de esos desperfectos es de 15.000 euros.

En el caso de los autobuses, los principales destrozos fueron en marquesinas y paradas, la mayor parte de ellas en la plaza de Urquinaona: cinco destruidas, cristales rotos y elementos arrancados. En paseo de Gràcia, plaza de Catalunya y ronda de Universitat otras 30 marquesinas resultaron dañadas. Además, 12 autobuses sufrieron diferentes desperfectos.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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