Rebelión contra la droga de las apuestas
Jóvenes de barrios obreros se organizan contra las casas de juego, a las que quieren echar por nocivas
Cinco minutos bastan. Durante un paseo por los barrios obreros de Madrid son suficientes para toparse, con seguridad, con al menos tres salas de juego en menos de un kilómetro. La oferta de los salones incluye suculentos desayunos y almuerzos anunciados en pantallas de plasma colocadas en las cristaleras. Abren así la posibilidad de emocionarse con una carrera de galgos mientras se moja pan en la yema de un huevo frito.
Sin embargo, ese ambiente a Las Vegas cañí en pleno corazón de Madrid está siendo cuestionado por los jóvenes del barrio que los quieren fuera de aquí. Las persianas de los locales han amanecido con mensajes que no dejan lugar a dudas: “Ellos se enriquecen, la clase obrera se arruina”.
Las apuestas, reconocidas como las nuevas drogas del siglo XXI por la adicción que producen, se multiplican como setas en los barrios más humildes. Sus luces tratan de atrapar a los más pobres. “Todo el dinero que puede conseguir un chaval para ocio sano, si está enganchado lo puede utilizar en estos lugares y hay quien acaba robando a sus propias familias para entrar en las casas de apuestas”, cuenta Álvaro, un joven madrileño del barrio de Moratalaz que prefiere no dar su nombre real porque es consciente de que algunos de estos locales han interpuesto una demanda contra alguno de sus compañeros.
Conoce bien el problema porque pertenece al colectivo Moratalaz Despierta, un grupo formado por jóvenes de entre 22 y 35 años que se reúne en la sucursal okupada de Bankia, la Bankarrota, que comparte con el grupo Distrito 14. Ambos colectivos centran sus esfuerzos en informar y organizar campañas contra las casas de apuestas en su barrio, además de actuar contra los desahucios u organizar actividades vecinales.
“Nos empezamos a dar cuenta del aumento de las casas de apuestas en el barrio, muy juntas y algunas cerca de la zona de ocio juvenil”, continúa Álvaro, “así que empezamos a informarnos y descubrimos que se trataba de un problema de clase”.
El colectivo, basándose en datos recopilados de la página web del Ayuntamiento, asegura que “mientras que en los últimos años han aumentado un 40% las casas de apuestas en Madrid, en los barrios del sureste y del sur han crecido hasta un 141%”, Han observado, de paso, “que para compensar la media, han disminuido este tipo de locales en los barrios de clase alta”. Subrayan que no sólo se trata de un problema de clase, también de la juventud: “El 30,9% de los usuarios son menores de 35 años y de ellos, más de un 80% viven en situación de precariedad”.
Daniel, miembro de Distrito 14 que tampoco quiere dar su verdadero nombre, resalta que cada vez se abren más cerca de los colegios y los institutos, por lo que resultan un polo de atracción para menores de edad. Y sostiene que en los alrededores que también proliferan las drogas. Un cóctel brutal para unos chicos en plena formación.
Los colectivos no se han quedado de brazos cruzados y han tratado de dar una respuesta eficaz a este problema. Por un lado, consiguiendo apoyo en redes sociales con hashtags como #ConMoratalazNoSeJuega, gracias al cual han conseguido movilizar al resto del vecindario, que les transmite su apoyo: “Las familias conocen lo que pasa, ven estos locales abiertos al lado del colegio de sus hijos y saben que tienen que hacer algo, por eso en su mayoría nos apoyan”, destaca Daniel.
Más de una mañana, el barrio ha aparecido repleto de pintadas contra el negocio del juego. Con la clase obrera no se juega o Fuera casas de apuestas del barrio, son algunas de ellas.
Esta acción la han querido trasladar a otros lugares de España después de que representantes del barrio Gamonal, en Burgos, se pusiesen en contacto con ellos para hacer una asamblea a nivel estatal y preparar una acción. A principios de junio de 2019, decenas de barrios españoles aparecían con las casas de apuestas plagadas de graffitis y el hashtag #apuestaportubarrio llenó las redes sociales. "Nosotros lanzamos la campaña abierta a los barrios y constatamos que había mucho malestar, por eso mucha gente se sumó a su manera", cuenta Álvaro.
En las diferentes protestas ha participado gente desde los 18 —”nos gusta ver cómo los más jóvenes se implican”— hasta casi los 40 años. El joven incide en una idea: “Violencia no es pintar una fachada, violencia es arruinar a las familias de los trabajadores que no llegan a fin de mes”.
Por eso afirman que seguirán luchando para echar a estos negocios de los barrios obreros. De momento, buscan una forma de organizar unas jornadas de ocio alternativo en los próximos meses: “Así les enseñamos a los chavales cómo se puede pasar el rato, jugando a juegos de mesa o deportes. De esta manera, politizamos el tema, lo llevamos a todo el barrio y seguimos enfrentando a las casas de apuestas”.
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