En la Feria del Libro el tamaño importa
Esta feria, como su nombre indica, es del Libro, no de la Literatura
En la Feria del Libro comparecen youtubers, celebridades, políticos, tuiteros, influencers, presentadores de la tele… y escritores. Nada raro porque, como su nombre indica, la feria es del Libro, y no de la Literatura, y libros hay muchísimos, tantos que da ansiedad pasearse por los cientos de casetas. Muchos de estos libros producidos por escritores no estrictos, cuando lo petan, son los que mantienen a flote la industria editorial.
También se aprende que, como suele decirse, todo está en los libros, por eso es raro que haya gente que no lea, porque si algo te interesa, hay libros sobre ello: jardinería, motor, bricolaje, perros o balompié. La poeta polaca Wislawa Szymborska, premio Nobel, dedicó parte de su tiempo a reseñar estos volúmenes y darles brillo con afilada ironía: manuales prácticos, tratados raros, ensayos extemporáneos, guías, misceláneas, textos inclasificables. En España estas Lecturas no obligatorias las publica Alfabia.
Pero también es normal que a los escritores más literarios, a los más letraheridos, les de cosica que, por lo general, su audiencia sea menor que la de otros más famosos que están de paso por el mundo editorial. Uno se esfuerza desde la adolescencia leyendo a Joyce, a Ashbery y a Pynchon, garabateando folios a medianoche, tentando a editoriales, yendo a saraos, enviando manuscritos a premios, y luego llega el Jorge Javier de turno y le vapulea: aparece la desesperación, el sentimiento de injusticia, la envidia. Muchos de los escritores, además, trabajan en los stands como feriantes, porque las letras difícilmente dan de comer y hay que buscarse otros curros relacionados, cosa también muy literaria y que queda muy bien en la solapa de la novela, sobre todo cuando uno ha sido cartero o marino mercante.
Un servidor trabajó un par de años en una caseta, y sufrió las jornadas kilométricas de los fines de semana, el tedio de las mañanas laborables cuando solo pasan grupos de escolares y vecinos despistados que no compran nada, los mediodías ardientes cuando el sol de junio entra a saco en tu cubículo, las tardes aliviadas con latas de cerveza a 2,50 euros, las carreras para hacer pis mientras un compañero te guarda el puesto, el trasiego de rubio americano en la parte de atrás del chiringuito, hablando con la peña, la resaca después de los fiestones nocturnos. No está mal: tiene algo de campamento de verano, de travesía pirata con botella de ron.
En una ocasión me tocó firmar al mismo tiempo que una notoria celebridad, Gerónimo Stilton, que es, literalmente, un ratón. Stilton es licenciado en Ratología de la Literatura Ratónica y Filosofía Arqueorratónica Comparada. También dirige el Eco del Roedor, el periódico con más difusión de Ratonia, principal competidor de EL PAÍS en el ámbito de los roedores. Sus libros infantiles son muy exitosos y, por supuesto, me dio sopas con honda. Su cola (de lectores, no de ratón) era mucho más larga. Y en la feria ese tamaño sí importa.
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