Alerta en la Abaceria por el amianto
Desconfianza entre comerciantes y vecinos del mercado por la gestión del Ayuntamiento de las obras
“Cierren las ventanas de nueve a dos de la tarde”. La frase cayó como una bomba entre los vecinos y comerciantes que se presentaron en la primera reunión, en febrero pasado, en el distrito barcelonés de Gràcia para abordar el derribo del mercado de la Abaceria. Y más concretamente sobre cómo se iban a retirar los cientos de planchas que contienen amianto —más conocida por la marca, Uralita— de una cubierta de algo más de 9.000 metros cuadrados. “Nos pareció impresentable la sugerencia de uno de los técnicos de la empresa encargada de esos trabajos y más que Mercats y el distrito lo dieran por bueno”, explica una de las vecinas que asistió.
Desde entonces han pasado muchas cosas, cerca de dos centenares de afectados del entorno se organizaron en una plataforma y el Ayuntamiento ha pasado de dar por bueno lo de cerrar las ventanas a parar las obras de deconstrucción, cambiar el proyecto de la retirada del amianto que supondrá confinar al viejo mercado dentro de una inmensa carpa o globo para asegurar los riesgos de salud.
Censo de Barcelona
El Ayuntamiento de Barcelona está trabajando en un censo para afrontar el “desamiantaje” de los edificios con cubiertas y otros elementos —los más frecuentes son cañerías— construidos con un material que fue prohibido a partir de los años 80. Aislante y económico, se ha utilizado sistemáticamente en cientos de edificios: “Lo más visible son las cubiertas y si se ven es más probable que haya más elementos”, apunta Frederic Ximeno, comisionado de Ecología. Sostiene que hay que hacer un plan sistemático de retirada del amianto y que se empezará revisando el planeamiento urbano, haciendo fotografías aéreas y, posteriormente, un examen con más detalle de las fincas. “Cuando se afronta una rehabilitación ya se retiran y hay unas subvenciones específicas, que pueden ser hasta el 25% del proyecto con un tope de 30.000 euros”, añade Ximeno para quien la cuestión es que cuando se tenga el censo harán falta más recursos. “Una operación de ese calibre requiere del apoyo de la Generalitat porque probablemente harán falta más formación de profesionales y más plantas para tratar esos residuos”, concluye.
De todas formas, los vecinos no se fían. “Cómo nos vamos a fiar. Nos hemos asesorado y queremos estar seguros de que el muestreo del aire se haga con microscopio electrónico porque es más preciso que el digital”, suelta Montse, sin inmutarse, desde detrás del mostrador del café Bon Vivant, de la calle Mare de Deu dels Desamparats, a seis metros —literales— de una de las paredes del viejo mercado. “Es que hemos hecho un máster en amianto”, añade ante la mirada perpleja de la clienta. No es la única, en el vecindario se habla de crear una “atmósfera negativa” y de la velocidad de las partículas de microcemento en el aire cuando se liberan. Algo que puede ocurrir cuando se manipulan y se rompen las planchas o canalizaciones, un mar de Uralita en el caso de la Abaceria.
“No nos afectaría solo a nosotros, que estamos al lado del mercado. La gente no es consciente del riesgo aunque ahora con lo del metro se está conociendo más”, comenta Antonia, desde la azotea de un edificio de la calle de Puig Martí. Más o menos a la altura a la que quedará la inmensa carpa que cubrirá por completo el mercado. “Se está trabajando en el proyecto que debe determinar, entre otras cosas, cómo se realiza la extracción del aire ya filtrado al exterior y el control de que no haya fugas”, apunta el Màxim López, gerente del Instituto de Mercados que convocará un concurso para los trabajos de derribar la cubierta del mercado.
Un coste que se disparará del presupuesto inicial de 50.000 euros —el de la empresa AGD que lo iba a realizar— a más de 200.000, que es un cálculo a la baja de lo que acabará costando. “Lo preocupante es que el departamento de Trabajo dio el visto bueno al plan de trabajo de la empresa”, apunta Cristina Alcera, vecina y profesional de riesgos laborales.
“Nos han llamado agitadores por exigir información y más seguridad”, se queja Antonia. Como otros vecinos, desconfían del Ayuntamiento porque solo obtuvieron respuestas “vagas” cuando preguntaron sobre el tratamiento del amianto en septiembre y diciembre, antes de que empezaran a deconstruirlo. Así que pasaron a la acción, pusieron denuncias en inspección de trabajo, ante el Síndic de Greuges y buscaron un experto, Lluis Mallart, que les explicó qué medidas eran las óptimas.
Desde hace unas semanas, ese profesional asesora a Mercados para la misma cuestión. “Se han hecho analíticas ambientales y se harán de forma periódica siguiendo las indicaciones del especialista que también intervendrá en el proceso de filtración del aire”, añade el gerente de Mercados que quiere tranquilizar los inquietos ánimos de los vecinos que se han organizado en grupos de whatsapp. Y subraya que pese al parón, el proyecto nuevo y las obras de deconstrucción, los trabajos del mercado nuevo se podrían iniciar cuando estaba previsto, en la primavera de 2020.
Los mensajes de tranquilidad no acaban de cuajar en el vecindario: “Cómo pueden decir que está todo controlado si el jueves subieron unos hombres a la cubierta y arrancaron cables y elementos que tenían plomo”, afirma Maite, que vive frente a la Abaceria. El sentimiento es compartido: quieren la máxima seguridad pero también que las obras no se eternicen.
Los comerciantes son los que están más preocupados porque el vacío del mercado —los tenderos se trasladaron a la carpa del paseo de Sant Joan en verano de 2018— ya se está notando en caja. Algunos han perdido hasta un 40% de la facturación y están negociando con los propietarios ajustar el alquiler. Aunque hay otros, como la pescatería Nani, para quienes impacto ha sido el contrario: “Mucha gente mayor no va a la carpa y los jóvenes que solo tienen un rato por la tarde únicamente pues vienen también”.
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