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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sommersby en el Supremo

Junqueras no respondió al fiscal porque hubiese tenido que decir si, en 2017, tenía las herramientas para implantar la República

Joan Esculies
Oriol Junqueras, durante su declaración en el juicio.
Oriol Junqueras, durante su declaración en el juicio.efe

Han pasado 25 años desde que se estrenó, pero seguro que la recuerdan. El confederado Jack Sommersby (Richard Gere) regresa a Tennessee tras pelear en la Guerra Civil americana después de seis años dado por desaparecido. Laurel (Jodie Foster), que está a punto de casarse con un vecino porqué sola y le resulta imposible mantener la hacienda, observa extrañada su forma de comportarse pero lo acepta como su marido.

A medida que Jack se reintegra en la comunidad surgen las dudas. ¿Es de veras Sommersby? Poco después, Gere es detenido y acusado de un asesinato. Si mantiene su identidad, será colgado. Si declara su impostura, estará un tiempo encarcelado por fraude. Vivirá, pero cualquier acuerdo, ganancia o derecho desde su regreso carecerá de valor.

En medio del juicio, en la escena más dramática de la película, Gere estalla: “¿Y por qué crees que no soy tu marido?”. Foster, que anhela salvarle la vida, solloza: “¡Porque nunca le amé tanto como te amo a ti!”. Se hace evidente entonces que el acusado es alguien con un parecido formidable a Sommersby, a quien conoció a fondo, pero no es él. Pese a ello, Gere se reafirma en su suplantación para evitar que todos sus logros recientes y la vida de Laurel se desmorone. Es ejecutado.

El independentismo se movilizará por considerar injusto el juicio a sus líderes. Lo hará para defender un bastión, pero no ilusionado en un proyecto

El juicio a los líderes independentistas en el Tribunal Supremo guarda un paralelo con la película, inspirada en un film francés anterior y basada a su vez en un caso real de un hecho protagonizado en Occitania en el siglo XVI por un tal Martin Guerre. Mucha tinta ha corrido sobre la negativa de Oriol Junqueras a responder a las preguntas del fiscal. A las de su abogado se declaró “preso político” y dijo no haber cometido ningún delito por el que debiese ser enjuiciado.

Así lo creen también un buen número de ciudadanos en Cataluña. Son muchos más los que desean que Junqueras y sus compañeros pronto estén en casa con sus familias; y aún son muchísimos más quienes consideran, al margen de ideologías, que la situación política y el juicio son una vergüenza para todos nosotros.

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¿Con el 1-O se pretendió doblegar al Estado a través de la convocatoria de un referéndum ilegal? Es decir, ¿ese día fue equiparable al cañonazo del Aurora como señal para iniciar la toma del Palacio de Invierno? ¿Estamos seguros de que, si el gobierno Rajoy no hubiese ordenado la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad estatales para impedir las votaciones, tres días después, hecho el recuento, el Gobierno catalán hubiera arriado la bandera española y comunicado a Madrid, Bruselas y Washington el inicio de un período hacia la secesión?

Recapacitemos un poco. ¿El 1-O, el Gobierno Puigdemont-Junqueras organizó un acto de violencia contra el Estado para amedrentarse luego de ver la actuación policial? Planteado de otro modo, ¿se planeó un alzamiento violento para que, apenas cuatro semanas después, Trotsky se marchase a Suiza y Antónov-Ovséyenko se fuese de fin de semana a una dacha? Disculpen, pero cuesta encontrarle sentido alguno aun asumiendo que detrás del planteamiento independentista no había la menor capacidad para analizar la realpolitik.

Volvamos al principio. Los discursos emocionales pueden servir para unir a un número importante de personas tras una causa durante un periodo de tiempo, pero el efecto suele ser limitado. Sobre todo, si en algún momento ese discurso es erosionado por la falta de credibilidad. Para construir algo sólido, un horizonte para un país, por ejemplo, hay que contar con mejores cimientos. De otro modo, en un momento u otro todo el proyecto se tambalea.

Ante las próximas contiendas electorales, el voto independentista se movilizará de nuevo. Lo hará por considerar injusto y desmedido el juicio a sus líderes. Lo hará, sin duda, para achicar espacio al trío que sueña con instaurar una segunda aznaridad y que abomina de las minorías. Pero de manera principal, lo hará para defender un bastión, no como en otras ocasiones ilusionado en un proyecto. Hace ya algún tiempo que en el independentismo flota un runrún de descreimiento ante lo acontecido y lo verbalizado por sus líderes, aunque se guarde de exteriorizarlo por evitar hacer el juego a quienes le quieren borrar de un plumazo.

El motivo principal por el que el exvicepresidente Junqueras declinó responder a la fiscalía —al margen de pensar que está en un juicio político— fue rodear esa incredulidad. Hubiese tenido que responder si en otoño de 2017 tenía el propósito y contaba con las herramientas para implantar una República Catalana efectiva. “Se lo repito de nuevo”, dice el juez en la película, ¿es o no es usted Jack Sommersby? Y de la respuesta depende todo.

Joan Esculies es escritor e historiador.

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