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El club “sin goma” se queda sin castigo

Un burdel de la trama Carioca de Lugo donde trabajaron dos menores atraía clientes de avanzada edad. El dueño aleccionaba a las mujeres: "Son de aldea, están limpios". La causa ha sido archivada

Club Liverpool de O Corgo (Lugo).
Club Liverpool de O Corgo (Lugo).ÓSCAR CORRAL

“La palabra de una puta no tiene la misma credibilidad que la de un agente del orden”, “si vende su cuerpo por dinero, ¿qué más puede ser capaz de hacer por unos billetes?” En plena ebullición de la Operación Carioca, con la detención de varios mandos de la Guardia Civil de Lugo por su estrecho vínculo con los dueños de los burdeles, en los foros de internet frecuentados por agentes del instituto armado se leían comentarios de este nivel. Uno de los clubes investigados era el Liverpool, un antro del municipio lucense de O Corgo con una serie de características que, según las testigos de la trama, lo hacían muy especial. La clientela habitual eran hombres de avanzada edad que no querían saber nada de preservativos. El dueño del prostíbulo, una casa aislada de dos plantas donde tal y como describían las víctimas reinaban la suciedad y las pulgas, animaba a las mujeres a hacerlo "sin goma" porque estos caballeros no padecían "ningún tipo de enfermedad".

"Tú puedes follar con los viejos sin condón, que en 30 años que lleva abierto el local nunca hubo un problema con ellos"; "son señores de aldea, están limpios", afirma la juez Pilar de Lara que inculcaba el propietario a las trabajadoras, en el auto de archivo de la causa al que se ha visto obligada tras una polémica decisión de la fiscalía de Lugo. Después de una década, el mayor sumario sobre prostitución que se ha instruido en España enfila en estos últimos meses de año la ruta del banquillo, pero entre su medio centenar de piezas separadas es probable que varias caigan por el camino como la del Liverpool, donde según los investigadores eran explotadas dos menores. Está a punto de expirar el plazo de 20 días con el que aún contaban las víctimas, que no están personadas, para recurrir el carpetazo, forzado por el ministerio público, de estas pesquisas. El auto de archivo es del pasado día 8, y el periodo para presentar recursos empieza a correr en el momento en que ellas son notificadas.

Salvo dos miembros de la Guardia Civil de Lugo J.B.R., brigada y jefe del grupo de delitos contra las personas, y A.L.T., cabo del Emume (Equipo Mujer-Menor), que de momento siguen imputados en otras diligencias de la Carioca, los otros cuatro investigados en los hechos del club de O Corgo (un par de guardias civiles, el proxeneta y su pareja) quedarán ya libres de toda culpa ante el estupor de la Rede Galega contra a Trata si ninguna víctima da el paso. Los presuntos delitos que se investigaban eran los de abusos sexuales, prostitución coactiva y lucrativa, inducción a la prostitución de menores de edad, tráfico de influencias, trata de seres humanos para la explotación sexual y con deuda, revelación de secretos, omisión del deber de perseguir delitos, cohecho impropio, concertación de matrimonios de conveniencia, malversación de caudales públicos, falsedad, detención ilegal y delitos contra la Seguridad Social. Las dos fiscalas que revisaron la causa entienden que los imputados no cometieron hechos punibles y que deben zanjarse las pesquisas.

Algunos de esos supuestos delitos que rastreaba De Lara han prescrito, y la juez acuerda el sobreseimiento libre. Pero en otros casos el archivo dictado por el auto es provisional porque deriva de una interpretación legal de la fiscalía con la que la magistrada está en desacuerdo. Son los casos, por ejemplo, de la prostitución coactiva y del cohecho. De Lara cree que las mujeres ejercían la prostitución empujadas por su desamparo en un país que no era el suyo, su situación de pobreza o la amenaza de expulsión de España por un proxeneta con buenos contactos en los cuerpos de seguridad del Estado. Estos presuntamente eran agasajados con barra libre, cenas en el club ("costillas, jamón pata negra, pescado") y sexo gratis.

Pero la fiscalía considera que los regalos eran "tratos de cortesía que no comprometen la imparcialidad". Los pinchazos y las declaraciones revelan, sin embargo, que algunos guardias sabían al menos de la existencia de una menor en el club; que asesoraban al dueño en vez de ayudar a las mujeres; y que alguno movió hilos para que Extranjería no deportase a la favorita del proxeneta. A la magistrada le parece imposible que el pasaporte de una colombiana de 17 años, sobre el que ella misma había falsificado torpemente a boli la fecha de nacimiento (de 1991 a 1990), hubiese pasado por las manos de numerosos agentes especializados sin que nadie, tampoco el jefe del burdel, se diese cuenta.

Según las testigos, en el Liverpool había un horario estricto y el dueño indicaba a cada mujer el cliente al que tenía que arrimarse con un simple gesto. "Acercaba un cenicero", o limpiaba su zona de la barra "con una bayeta", o se tocaba la cabeza si el susodicho era calvo. Al acabar una jornada en la que las mujeres, extranjeras sin papeles, cuentan que no podían sentarse para descansar, ni cenar, ni matar el hambre con un chicle, ni beber agua de botella, el proxeneta las reunía para aleccionarlas. Como si fuera el CEO de una multinacional, E.R.H. les mostraba "de forma comparativa la cantidad de pases realizados por las que accedían a mantener contacto sexual con o sin preservativo", recuerda la magistrada en un auto de sobreseimiento de 61 folios que describe a fondo la supuesta sordidez de este local. Según él, explica el escrito judicial, las segundas eran mucho más rentables.

La juez habla de "maltrato psicológico" por parte de E.R.H., que exigía a las mujeres "un rendimiento desproporcionado" en un trabajo cuyas "ganancias dependían del número de relaciones sexuales que ellas fueran capaces de soportar". "Tú no sabes trabajar", "das muy poco lucro", relatan algunas testigos cómo las "atosigaba": "Aquí mandan los clientes, y si el cliente paga puede hacer lo que quiera". El auto habla de "clima de terror": el dueño del establecimiento "se prevalía de la situación de necesidad y vulnerabilidad de las mujeres para imponer sus condiciones utilizando métodos coactivos e intimidadores mucho más efectivos que la violencia física". Una de las chicas "llegó a perder 20 kilos" en el tiempo en que hizo plaza en el Liverpool. La mayor amenaza, para ellas, llegaba cuando presuntamente el hombre les espetaba que "iba a mandarles la policía para que las expulsara" de España.

Pilar de Lara discrepa con la fiscalía e insiste en que aquí no se puede "hablar de prostitución ejercida con plena libertad y autonomía". Las más necesitadas, recoge el auto, vivían en el propio club. Una de ellas asegura que tuvo que marchar por la alergia que le causaban las pulgas. Las camas "estaban apoyadas con ladrillos a la pared", describe otra, y después de cada servicio no había agua caliente para lavarse. Estaba tan fría, cuenta una tercera mujer, que sufrió una cistitis y en "siete días" no pudo trabajar. Según su testimonio, el dueño, que a pesar de no tenerlas contratadas exigía certificados médicos y las obligaba a enseñarles el papel higiénico manchado de sangre para comprobar que tenían la regla, no le perdonó que no diera ganancias durante una semana. "Le prohibió volver a trabajar", recoge el auto de sobreseimiento.

Una adolescente rumana nacida en 1987 "ejerció la prostitución en el Liverpool desde aproximadamente abril de 2004 hasta fines de 2009". "Durante el primer año y medio", recuerda el auto, declaró que "fue víctima de abusos sexuales", "masturbaciones, felaciones y acceso carnal sin preservativo", por parte del jefe. Ella accedía porque "no tenía donde caerse muerta", pero el presunto delito de abuso sexual con prevalimiento de superioridad no puede castigarse porque ha prescrito. Numerosos testimonios de mujeres confirman que los agentes de la Guardia Civil ahora liberados de culpa eran habituales del prostíbulo e incluso disponían de una puerta trasera para entrar. A dos de ellos las chicas los conocían como Los Reyes del Mambo. A uno lo apodaban Macho Man.

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