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Welcome Sense Sostre

Un grupo de personas 'sintecho' promueven en un local ocupado un hostal albergar a otras personas necesitadas

Alfonso L. Congostrina
Diversas personas en el comedor de Welcome Sense Sostre Barcelona.
Diversas personas en el comedor de Welcome Sense Sostre Barcelona.Joan Sánchez

María cumplirá en enero 73 años. Siempre ha vivido en un piso “enorme” en el barrio de Sarrià. Pintaba, cantaba, “hacía travesuras y mucho el vago”. En su juventud estudió en escuelas de arte de Barcelona y París. Tenía una vida acomodada. Tuvo lujos, engaños y desengaños, cinco hijos y un giro inesperado en su vida. Hace unos meses fue desahuciada del piso donde llevaba 50 años viviendo. Tiró de ahorros y en septiembre durmió por primera vez en un cajero. “Cobro una pequeña pensión pero es imposible vivir en esta ciudad”, lamenta. A finales del pasado octubre y tras tocar fondo una noche de lluvia, las “cosas” empezaron a cambiar.

Lagarder Danciu es un sintecho de origen rumano y etnia gitana protagonista de varias polémicas. Activista, lucha por los derechos de los que no tienen hogar y fue uno de los líderes de la acampada que reivindicó los derechos de los indigentes en la Plaza de Catalunya. “Las administraciones no nos ayudan. Los sintecho tenemos que autogestionarnos”, asegura Danciu. El activista denuncia que el Consistorio pone en manos de empresas que “trafican con la pobreza” la gestión de los sintecho. “Es un negocio. Por ese motivo mi propósito era crear un albergue autogestionado por los propios indigentes”, aclara. Lagarder buscó un lugar y lo encontró. “No quería nada cerca del Raval. No tengo recursos para tratar a perfiles de consumidores de droga. Contactamos con Aurea Social, una cooperativa surgida tras el 15-M de carácter social... el local donde trabajan tiene una orden de desahucio. Decidimos compartir el espacio hasta que el banco nos expulse”, explica en el interior del recién creado albergue en la calle Sardenya, 263. Sus llamadas a través de las redes sociales permitieron conseguir colchones y toneladas de ropa. En el local había duchas y han instalado una lavadora. “Es un proyecto único en España. Estaba todo preparado para abrir el 1 de noviembre pero las lluvias hicieron que nos adelantáramos”, dice.

La última semana de octubre encontró a una mujer empapada y temblando dentro de un cajero. Era María. Se convirtió en una de las primeras en formar parte de un proyecto que han bautizado como “Welcome Sense Sostre Barcelona”. Tras ella llegaron muchos otros. Hoy son 25 y la cifra sigue creciendo. Ya hay lista de espera. “Sabemos que nos acabarán echando pero ya hemos visto algunos lugares que ocuparemos después. Este proyecto no tiene fin. Los sintecho nos autogestionaremos saliendo de las mafias que han impuesto las administraciones”, dice Danciu.

A las ocho cenan junto a los voluntarios y se van a dormir en dos habitaciones separadas. En una duermen las mujeres y las parejas y en la otra, los hombres. No se acepta el consumo de alcohol ni de drogas. A las ocho de la mañana se despiertan, desayunan y todos se marchan a buscarse la vida. Sus pertenencias quedan guardadas en unas taquillas.

Estaba pensado que cada plaza se limitara temporalmente una semana, pero se va ampliando. La disciplina interna intenta que todos participen en las tareas necesarias para sacar adelante el proyecto, como la cocina y la limpieza.

El pasado miércoles cocinó la cena María Ángeles, una mujer de 58 años, diabética, nacida en Extremadura pero que lleva 41 años viviendo en el Eixample “de alquiler”. Pagaba una renta antigua y de la noche a la mañana se encontró teniendo que pagar más de 1.000 euros por su piso. La echaron. “Primero mi pareja y yo tiramos con los ahorros. Luego, acabamos en un parque”, lamenta. “La calle es muy dura. No duermes. Estás continuamente en duermevela. Me han robado tres veces y una vez estuvieron a punto de violarme”, desvela. Tiene familia pero le avergüenza que sepan en qué estado se encuentra. “Somos el desecho de la sociedad. Nadie nos quiere. Ni siquiera Colau”, lamenta.

Por la puerta entran cuatro jóvenes originarios de Marruecos. Les envía una ONG. No hay plaza para dormir pero les ofrecen comida y mantas térmicas. Son cuatro MENA (Menor Extranjero No Acompañado). Forman parte del trasiego diario del centro, al que se suman vecinos con ropa y mantas.

Marian es de Senegal. Su historia, como la de todos en Welcome Sense Sostre, está inundada de tristeza. Fue víctima de una violación y un aborto. La copia de la denuncia presentada ante los Mossos, junto al resto de sus documentos, están en su taquilla. Está cansada y quiere dormir.

No son las diez de la noche y los residentes empiezan a recoger la logística de la cena y a extender de nuevo los colchones por el suelo. Entonces aparece por la puerta una pareja de gitanos rumanos. Lagarder les reconoce. “No dormirán pero les hemos dejado la lavadora para hacer la colada”, asegura. Les acompaña a recoger la ropa limpia y les informa: “Podéis venir a ducharos”.

Es de noche y sigue lloviendo. “Aquí dormimos tranquilos”, admite María. Se gana la vida a diario cantando y haciendo dibujos a todo aquel que quiera comprarlos. Pero su vida está a punto de dar un nuevo giro. Una vecina del barrio de Sant Antoni ha pensado que ella podría hacer compañía a su madre. “Son de la misma edad”, alerta. Pronto se conocerán y, si “se llevan bien”, María tendrá un nuevo hogar.

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