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El poderoso intermediario

Macià Alavedra fue un hombre clave en la articulación de un potente centroderecha catalanista hasta ver su carrera lastrada por la corrupción

Macià Alavedra, en una imagen de archivo, saliendo de la Audiencia Nacional.
Macià Alavedra, en una imagen de archivo, saliendo de la Audiencia Nacional.Jaime Villanueva
Enric Company

La trayectoria de Macià Alavedra expresa como pocas la ascensión y caída del pujolismo. Formaba parte de un no muy numeroso grupo de familias catalanistas que habían conocido el exilio después de la Guerra Civil y que, al final de la dictadura, se agruparon como liberales en torno al liderazgo de Ramon Trias Fargas. Con él formaron Esquerra Democràtica de Catalunya, en paralelo a la creación de Convergència Democràtica por Jordi Pujol. La competencia entre Trias y Pujol para dirigir el catalanismo centrista se decantó pronto a favor de Pujol y el partido de Trias se integró en Convergència.

Macia Alavedra pasó a ser entonces uno de los principales dirigentes del cada vez más potente polo del centroderecha catalanista. Alavedra disponia de unas credenciales de alta significación en este universo. Era hijo de un poeta, Joan Alavedra, de quien Pau Casals había musicado el oratorio El Pessebre. Había pertenecido en su juventud al Front Nacional de Catalunya. Por su cercanía a Trias y su posicionamiento liberal, representaba una opción particularmente atractiva para los sectores empresariales. Diputado a Cortes en las primeras elecciones democráticas, las de 1977, formó parte de la Comisión de los 20 parlamentarios que redactó el proyecto de Estatuto de Autonomía de 1979.

Cuando, en 1980, Convergència ganó las primeras elecciones al Parlament, Pujol le nombró consejero de Gobernación y pasó a ser uno de sus colaboradores más estrechos. Después pasó a dirigir el Departamento de Industria y luego fue titular de Economía. Él fue uno de los negociadores del Pacto del Majestic de 1996 entre el PP de José María Aznar y Convergència.

Pero Alavedra disfrutó por poco tiempo de aquella fuerte posición. Un año después, salpicado por los graves escándalos que le vinculaban a figuras como al financiero Javier de la Rosa y al ex juez Pasqual Estevill, se vió obligado a dimitir y a abandonar la política. No lo hizo para descansar, sino para dedicarse a la actividad económica como miembro de consejos de administración de empresas como Autopistas de Catalunya, Abertis Logística, entre otras.

Uno de los que habían sido sus colaboradores en Gobernación en los primeros años como consejero, Miquel Sellarès, acuñó en la década de 1990 la expresión sector de los negocios, para definir al grupo de los dirigentes de Convergència que se beneficiaban de su proximidad al poder convergente para llevar a cabo actividades económicas privadas. En ese sector estaba Alavedra como figura destacada, junto con el que durante muchos años fue secretario general de la Presidencia, Lluís Prenafeta, y algunos de los hijos del propio presidente Pujol.

Todo eso estalló en 2009, cuando en una operación contra la corrupción urbanística el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón ordenó la detención de Alavedra, Prenafeta , del alcalde de Santa Coloma de Gramanet, Bartomeu Muñoz y del ex diputado socialista al Parlament, Luis García Luigi. Lo que fue bautizado como Operación Pretoria. Ingresaron en prisión, reconocieron sus responsabilidades y su colaboración con la Justicia suavizó las penas a que fueron condenados por delitos de tráfico de influencias y blanqueo de capitales. Alavedra fue condenado a más de un año de cárcel y también a pagar una multa de 3.2 millones de euros.

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El poderoso político que en su condición de hombre de la máxima confianza de Pujol había dirigido a principios de la década de 1980 el lanzamiento del cuerpo de los Mossos d’Esquadra como policía autonómica, el que más tarde había negociado con los gobierno del PSOE y del PP la ampliación de la financiación autonómica y el que había actuado durante más de una década como enlace entre su gobierno y las patronales y el empresariado catalán, cayó como comisionista de oscuras operaciones inmobiliarias urdidas a la sombra de complicidades entre políticos y empresarios, en lo que resultó ser una gran metáfora de la época dorada del pujolismo.

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