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Al gato y al ratón con los turistas de fondo

La venta ilegal en las playas de Barcelona se intensifica. Los vendedores se sienten “perseguidos”

Josep Catà
Un vendedor ambulante con una bandeja de mojitos en la Barceloneta.
Un vendedor ambulante con una bandeja de mojitos en la Barceloneta.Joan Sánchez

Media hora en la playa de la Barceloneta da para mucho, y no hace falta darse un chapuzón. Con estar solo treinta minutos tumbado en la arena, uno puede tener acceso casi sin moverse a pareos, cerveza, agua, refrescos, mojitos, masajes, coco... La actividad comercial en la playa es constante, y los turistas no se lo piensan dos veces ante los bajos precios, que tienen en alerta a los comerciantes y restauradores del lugar. A pesar de la presión política y mediática, la realidad de la venta ambulante en las playas no ha cambiado con respecto a los últimos veranos. Es más, cada vez es más intensa la oferta de productos ilegales y cada verano aparecen nuevas ideas: la última, el alquiler ilegal de sombrillas, a seis euros la hora.

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En la playa, la lata de cerveza cuesta un euro, puedes tomarte un mojito de menta o de frutas por solo dos euros, y un pareo cuesta 15 euros, diez después de regatear unos minutos. No importa de dónde salen los ingredientes, dónde se guardan cuando aparece la policía o cuáles son las condiciones en las que trabajan los vendedores, que pasan todo el día bajo el sol con pequeñas pausas para comer o hidratarse. “La verdad, no tengo ganas de ir al supermercado a comprar cerveza si me la traen aquí”, reconoce Emily, una turista de Inglaterra que toma el sol cerca del espigón. 

Por casi cada minuto que pasas tomando el sol hay una oferta diferente, especialmente en la playa propiamente de la Barceloneta, donde se concentran más turistas que en las playas de Sant Miquel y Sant Sebastià, cercanas al Hotel W (conocido como el Vela). La incesante actividad de los vendedores ambulantes tiene su respuesta en la vigilancia de la Guardia Urbana. La oposición a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, critica la inacción del cuerpo de seguridad ante la venta ambulante, pero lo cierto es que lateros y urbanos juegan al gato y al ratón constantemente. “Mira, ya vienen los ladrones”, dice señalando a una patrulla un paquistaní, que no quiere revelar su identidad. El vendedor explica su versión: "Es injusto que nos quiten el dinero que conseguimos vendiendo, parece que vayamos a medias con la policía".

Un hombre vende pareos en la playa de la Barceloneta.
Un hombre vende pareos en la playa de la Barceloneta.Joan Sánchez

Este vendedor, que en una mano lleva una bandeja con dos mojitos con los hielos ya derretidos, saca de su bolsillo una multa que le han impuesto en la misma mañana. 65 euros de multa si se paga inmediatamente, y 20 euros incautados. “Hacemos esto porque necesitamos trabajar, estamos haciendo algo, peor sería coger las cosas de los turistas y llevárnoslas, vendemos para no robar”, argumenta.

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A su lado, Sajjadali, otro paquistaní, vende pareos a 15 euros cada uno. Lleva en esto desde que empezó el verano, y cada día puede llegar a vender hasta 15 prendas: más de 200 euros al día. A él también le han puesto una multa, de 65 euros, y le han incautado 70 euros. “Es verdad, estamos haciendo algo ilegal, pero hay un porqué, tenemos que trabajar, y nos persiguen como a animales. Hay que encontrar una solución”, dice.

Al final del día, tras muchas horas bajo el sol, la mayoría vuelve a sus casas, casi siempre ocupadas y normalmente el mismo sitio donde preparan las bebidas y la mercancía.

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Sobre la firma

Josep Catà
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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