Poveda ‘enlorquece’ al personal en los jardines de Pedralbes
El cantaor barcelonés presentó en directo en el festival los temas de su nuevo disco sobre el poeta
La carrera de Miguel Poveda es ya lo suficientemente larga y la ha recorrido con apabullante seguridad (seguridad total a pesar de los aparentes bandazos estéticos) como para poder permitirse lo que le venga en gana. Ya no tiene nada que demostrar, ni a su público, ni a los flamencólogos perdonavidas que todavía le miran de soslayo, ni por supuesto a sí mismo. Poveda está ya por encima del bien y del mal. Además, se meta en el pantanal en el que se meta, lo ha dejado claro una vez tras otra, nunca deja de ser flamenco, entonces los flamencólogos se ven obligados a cambiar su mueca de asco por una sonrisa condescendiente: “...si vuelve a Pastora (atención: es importante decir Pastora y no La Niña de los Peines, es lo que marca la diferencia), se lo perdonamos”.
Pues bien, si hubiera que resumir todo lo anterior en dos horas estaríamos hablando del concierto del viernes en unos atestados jardines del Palacio real de Pedralbes. Miguel Poveda iniciaba en su casa, con los suyos, su nueva gira EnLorquecido. Y con Federico de la mano enlorqueció al personal paseando por dónde le vino en gana, de la canción algo edulcorada a los ritmos latinos, del flamenquito a Camarón, del desgarro de versos de García Lorca a la nimiedad de tonadillas populares, del meneíllo a lo más jondo,...
Le puso la piel de gallina a más de uno con un fragmento de la Oda a Walt Whitman
En su nuevo disco íntegramente dedicado a García Lorca, Poveda ha invocado a todos sus demonios y los ha mezclado con valentía, sin miedo a las palabras duras ni a los mensajes explícitos sobre músicas que buscan suavizar aristas. En la fría noche del viernes, rodeado de catorce músicos, el cantante/cantaor barcelonés fue exponiendo por primera vez en directo todos los temas de ese nuevo disco.
Comenzó la noche con una declaración de intenciones recitando un fragmento de Gacela de la muerte oscura: “...que todos sepan que no he muerto”. Y por ahí siguió, sin concesiones. Levantó al personal por primera vez al recuperar las canciones populares del poeta (lo que él llama sus delicadas criaturas). Le puso la piel de gallina a más de uno con un fragmento de la Oda a Walt Whitman, llegó hasta lo más profundo con su personal visión de la Carta a Regino Sainz de la Maza y se fue a Cuba para rematarlo todo con el Son de negros.
Poveda estuvo seguro sobre el escenario, dejó ir su esencia jonda cuando fue necesario y la controló (sin llegar nunca a hacerlo del todo) en los momentos más ligeros. La guitarra inmensa de Jesús Guerrero le siguió allí por dónde fue y el maestro Joan Albert Amargós lo controló todo con mano firme desde el piano aportando esa genialidad que le caracteriza.
Y podía haber acabado la cosa ahí, con Lorca y su EnLorquecido, pero no podía irse Poveda del escenario sin darse la satisfacción personal (y dársela a los presentes) de volver al cante jondo. Y, tras cambiarse de camisa y de chaqueta (era necesario, la verdad), empezó otro concierto con el público ya totalmente entregado. Unos tangos, claro, de la Niña de los Peines, un poco de Marchena de ida y vuelta, unas alegrías de Cádiz en las que Poveda se desmelenó completamente hasta la locura. Y la velada hubiera acabado con el guiño festero de unas bulerías y el regreso final a Camarón (siempre es saludable regresar a Camarón y más con Lorca otra vez de por medio) pero el público no parecía dispuesto a marcharse y Poveda recuperó a capela la Oda a Walt Withman y nos fuimos para casa con el corazón encogido pero el ánimo por los cielos
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