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La gran oferta académica de grados amenaza a las carreras tradicionales

Algunos grados humanísticos o científicos, como Geografía o Ingeniería Telemática, tienen mucha menos demanda que oferta

Jessica Mouzo
Claustro de la Universidad de Barcelona.
Claustro de la Universidad de Barcelona. joan sánchez

La gran oferta académica de grados que imparten las universidades catalanas —unos 400, algunos repetidos en varias instituciones— ha diversificado las opciones de los alumnos. Los estudiantes tienen tal abanico para decidir que algunas carreras se han quedado rezagadas en lo que a demanda se refiere. Se trata, en su mayoría, de estudios tradicionales, que no gozan del empuje social de algunos coetáneos —como Medicina o Derecho, que nunca fallan— y han sido relegados a un segundo plano por los nuevos grados que vienen. A las universidades les ha tocado repensar algunos de estos títulos para hacerlos más atractivos.

En ocasiones, la oferta de plazas no se adecua a la demanda y Humanidades es uno de los campos más castigados por esta situación. “Hay estudios que tienen un número de entradas que queríamos que fuese mejor. Lo que hacemos es replantear los títulos poniéndolos en un contexto actual”, explica Josep Ros, vicerrector de Programación Académica de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Por ejemplo, Ciencias de la Antigüedad —que hasta ahora se llamaba Estudios Clásicos— o algunas filologías, que ahora disponen de entradas dobles (como estudios de inglés y español, por ejemplo). En la Universidad de Barcelona (UB) también están “replanteando” el área de Humanidades y de carreras como Biblioteconomía, aunque descartan desprogramar algún grado.

También hay varias carreras de ciencias sociales que no se libran de una eventual extinción. “Hemos replanteado Geografía porque lo que necesitaban hace 10 ó 15 años, ahora ha cambiado. Hay que fomentar el uso de la información y los datos, la cartografía antigua pierde peso y hay más componente tecnológico”, ejemplifica Ernest Pons, vicerrector de Comunicación y Coordinación de la UB.

“En clase somos entre cuatro y siete alumnos”

En Ingeniería Telemática, la UPC suma 80 alumnos entre todos los cursos. Sara Padilla, de 21 años, es una de ellos. Cursa el tercer curso de un doble grado de Telemática y Telecomunicaciones. Es la única chica en clase y de los pocos alumnos que hay en el aula. “En clase somos entre cuatro y siete alumnos, depende de la asignatura. Cuando vamos con los de Telecomunicaciones, somos 20. No puedes faltar, ni siquiera llegar tarde a clase. Los profesores lo sabrían”, vacila la joven.

Ella está feliz con su carrera, que ha sacado limpia curso a curso. “A mí me gustan las clases porque no son las típicas magistrales. Tienes bastante feedback con los profesores y te adecúan las clases a tus intereses”, admite. Y las empresas ya se la rifan: “En el Fórum de Empresas hicimos un speed dating con algunas compañías y me preguntaban si tenía ya disponibilidad, que les gustaba mi perfil, me pedían el curriculum”, explica la joven. Le quedan dos años para terminar.

La UAB también realizó un estudio de los grados por facultades y proponen algunos cambios: por ejemplo, lo que antes era la carrera de Geografía y Planificación del Territorio se ha reconvertido en Geografía, Medioambiente y Planificación Territorial; también en Filosofía y Letras “está surgiendo una tendencia de hacer las humanidades digitales”, apunta Ros. “Geología tenía menos estudiantes de lo que queríamos y planificamos un doble grado con Ciencias del Medioambiente”, agrega.

La Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), que cobija las carreras tecnológicas por excelencia, tampoco está exenta de grados con baja demanda. Pese al empuje socioeconómico que tiene el sector, la UPC ha diagnosticado cinco estudios a la baja. “Se trata de Ingeniería en Geoinformación y Geomática, Ingeniería Minera, Ingeniería de Tecnología y Diseño Textil, Ingeniería Telemática y el grado en Tecnologías Marinas”, enumera Núria Garrido, vicerrector de la UPC. “Son poco visibles pero son grados estratégicos, con elevada inserción laboral. Por ejemplo, el sector textil de Terrassa estaba preocupado por la falta de ingenieros”, agrega la docente. Otras, como las ingenierías navales o mineras gozan de una fama equivocada, según la UPC. “Ha habido una percepción de que estos sectores estaban en crisis, que eran titulaciones sin futuro, pero no, porque las empresas que se han quedado, se han renovado y especializado y necesitan ingenieros”, añade Garrido.

Algunas universidades, como la Pompeu Fabra (UPF), dicen no tener problemas de demanda con ninguna carrera. “Todos nuestros estudios tienen la máxima ocupación. Tenemos, de media, dos alumnos por plaza”, apunta Cristina Gelpí, vicerrectora de Proyectos y Docencia. La UPF monitoriza la eficiencia de todas sus carreras: “Usamos cuatro instrumentos para medir la vitalidad de una carrera: la demanda por plaza, el mantenimiento de estudiantes en los cuatro años de estudio, la matrícula por asignatura y la tasa de abandono”, agrega. La UPF no acepta asignaturas de carrera con menos de 20 alumnos ni con menos de 10 en los másteres.

Revisión de la oferta

Con todo, las universidades no se plantean desprogramar ninguna carrera. De hecho, la UB desprogramó Filología Románica y la recuperó de nuevo y, en la Rovira i Virgili, el año pasado se dejó de ofertar Geografía y, aunque este curso no se ha impartido, el año que viene volverán a ofrecerla. Lo que sí harán algunas facultades es reducir el número de plazas ofertadas.

Las universidades proponen, no obstante, una revisión global de la oferta académica. “En España tenemos una tarea pendiente: como no hay un catálogo de títulos, no hay planificación y coherencia en el mapa. Hay cierta inflación de títulos”, apunta Pons. Según Ros, “las universidades deberían tener un número de plazas acorde con lo que la sociedad demande”. “Tendría que haber un control y regularse según la oferta y la demanda”, añade. Pons puntualiza, sin embargo, que el concepto de oferta-demanda “es difícil de interpretar”. “Hay grados que tienen poca demanda pero necesarios, como Filología o Estadística”.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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