Cómo acertar en la elección del grado universitario
El 7,1% de los alumnos cambian de carrera tras el primer año. Varios expertos dan consejos para tratar de no equivocarse
El salto de Secundaria a la Universidad. Un paso importante que muchos jóvenes dan perdidos y poco informados, según constatan los expertos. El 7,1% de los universitarios descubren que se han equivocado y cambian de carrera en el primer año; un 19% abandonan los estudios, según datos del Ministerio de Educación. Aquí van algunos consejos para tratar de no equivocarse al elegir el grado.
Conócete a ti mismo. Suena a manual de autoayuda pero no queda otra cuando de lo que se trata es de encontrar y encajar las piezas de un puzle llamado futuro, según el símil que utiliza Beatriz González, directora de carreras profesionales de IE University. “No es fácil”, advierte. “He de conocer mis fortalezas y mis debilidades, saber qué me gusta y qué se me da bien, para qué tengo potencial, cuánto esfuerzo me va a suponer hacerlo, cuánto de mí mismo voy a poner en el empeño... ¿Estoy dispuesto, y preparado para ello?”, plantea.
Este ejercicio de introspección resulta especialmente recomendable para los indecisos, para quienes no tienen una idea clara de qué estudiar, según aporta Guillermo Ballenato, orientador psicopedagógico de la Universidad Carlos III de Madrid y profesor de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad de Valladolid. “La auto observación y el auto análisis nos permiten conocer qué tipo de contenidos y actividades nos hacen sentir mejor; con qué nos identificamos más, qué nos atrae y a qué nos dedicamos voluntariamente y con pasión cuando tenemos tiempo libre: ¿Actividades más o menos sociales? ¿Tecnológicas o humanísticas? ¿Prácticas o teóricas?”, enumera.
Investiga y toma tus propias decisiones. Para empezar, conviene revisar los temarios, no sea que la carrera de tus sueños, vista asignatura por asignatura, ya no te interese tanto (y exija una buena base en materias que no se te dieron bien durante el Bachillerato). ¿Lo has comprobado? ¿Es el grado que quieres hacer? Pues bien, toca salir a ver qué “qué ofrece el mercado”, en palabras de González: cómo se imparten estos estudios en distintos campus, con qué profesorado, qué tipo de experiencia, etcétera. En resumen, “dónde voy a adquirir conocimientos y dónde desarrollaré habilidades”. En este punto, la portavoz de IE University sugiere ir más allá de las webs o la información oficial de las universidades, consultar rankings, hablar con estudiantes que estén cursando el grado que te interesa, y con profesionales que ya se hayan graduado y estén en el mercado laboral. “Cuanta más información, y más variada, mejor”, concluye.
Herramientas que ayudan en el trámite. Cada vez abundan más en Internet los test de orientación profesional y los cuestionarios de autoevaluación. La Junta de Andalucía, el Principado de Asturias o la Universitat Abat Oliba CEU tienen los suyos; y hay test de intereses universitarios también online. González los saluda como herramientas útiles para tomar una decisión. “Cuantos más elementos tengas, mejor, pero siempre como complemento; que ese test no te condicione la carrera que has de estudiar”, exhorta a los futuros universitarios.
Vocación, pero sabiendo dónde te metes. Ignacio García de Leániz, profesor de Recursos Humanos en la Universidad de Alcalá, considera fundamental que el aspirante a universitario conozca su vocación, sea fiel a ella, y elija en consecuencia. “Me parece que gran parte del malestar del profesional consigo mismo proviene precisamente de no estar realizando su verdadera vocación, lo que produce esta quiebra íntima entre lo que debía haber sido y lo que realmente se es. Uno se encuentra así con que no está haciendo lo que debería hacer: es decir, desajustado. Y cuando hay malestar con uno mismo, entonces hay malestar, y malas maneras, con nuestro grupo de trabajo y cliente interno y externo. Y creo que las nuevas generaciones han de evitar este error que tantas cosas explica”, reflexiona.
Rechaza que vocación o sentido práctico se plantee así, como una disyuntiva. “La vocación también es práctica y en cierta manera es algo real que no podemos ignorar”. Cita a Gregorio Marañón para subrayar que “todos los hombres servimos para casi todo, en cuanto lo queremos con irrefrenable voluntad. La vocación es una cuestión de fe y no de técnica”. Y eso es, precisamente, lo que aconseja a sus alumnos. Por esta línea, Ballenato cree posible combinar sentido práctico y vocación: “Si determinada actividad conecta con la esencia del sujeto, con sus valores, principios, anhelos, el desempeño y el éxito futuros son casi una consecuencia natural. La ilusión y la motivación son fuerzas muy poderosas”.
Enriquece el camino. ¿Una doble titulación? Bien, si te da la nota y está a tu alcance. ¿En inglés? Mejor. ¿Estudios en el extranjero? Perfecto. “El mercado nos permite elegir una cosa e ir enriqueciéndola con añadidos”, opina Beatriz González, que lo compara con una maleta que el estudiante llena con las experiencias que va viviendo. “El camino es muy ancho y ofrece muchas posibilidades”, apostilla.
La profesión, parte del proyecto vital. Pasamos muchas horas de nuestro tiempo trabajando, “y las viviremos bien si damos con la tecla adecuada”, recuerda Ana Cobos, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE). “Tu proyecto vital no puede quedar al margen de tu proyecto profesional”, enfatiza. Ni a la inversa. Por eso, Cobos no aconseja jugar exclusivamente la baza de las salidas profesionales. “Es algo coyuntural; además, dentro de 10 años habrá profesiones que ahora mismo ni nos imaginamos”, sentencia. “El dinero tampoco es buen consejero; crea mucha frustración”, alerta. La experta insiste: “Busca lo que te va a producir mayor satisfacción personal”.
Para eso, Ana Cobos recomienda hacerse algunas preguntas: ¿Me gusta más la gente o las máquinas? ¿Me gusta viajar o ir a comer a casa y dormir en mi propia cama? ¿Me importa trabajar por la noche? ¿Me gusta mucho estudiar y soy constante? Todo para alcanzar esta máxima de Confucio: “Si consigues trabajar en lo que te gusta, no trabajarás ni un solo día”.
El papel de los padres: apoyo y respeto. “Los padres pueden apoyar como facilitadores, ayudando en la recogida de información que permita optimizar la decisión”. Dicho esto, el orientador de la Carlos III Guillermo Ballenato sentencia: “Ni sus respectivas carreras, vocaciones, expectativas o anhelos frustrados deberían influir ni ser determinantes hasta el punto de marcar la elección final”. Los amigos, profesores y orientadores también influyen de manera relevante, según el experto.
La presidenta de COPOE habla de acompañar en el proceso, apoyar las decisiones, aconsejar y orientar. “Pero la decisión ha de tomarla el joven; tomar decisiones implica asumir responsabilidades, si aciertas te vas a sentir bien y si te equivocas, toca aprender la lección”, dice Ana Cobos. No se trata ni de torcer voluntades ni de que los padres se quiten la espina de lo que no pudieron hacer a través de sus hijos, explica, entre otras cosas porque sería “como luchar contra la marea”. Según prosigue, la persona incómoda en un proyecto de vida impuesto, en algún momento tendrá la valentía de perseguir sus sueños, o, si no, será muy desgraciada.
Si no lo tienes claro, estudios generalistas. García de Leániz cree que para los indecisos, lo mejor es una carrera generalista, orientada con un propósito firme: “Descubrir, en mi tiempo de Universidad, cuál es mi verdadera vocación”. El último informe de Adecco sobre carreras con más salidas profesionales demuestra que grados, digamos, tradicionales como Administración y Dirección de Empresas (ADE) y algunas ingenierías siguen siendo las más demandadas por las empresas. La primera concentra “el 4,5% de las ofertas de empleo de nuestro país, porcentaje que asciende al 10,7% si nos centramos en las ofertas que especifican una titulación universitaria”, reza el estudio. En realidad, ADE “es tradicional solo de nombre, porque no tiene que ver con lo que conocíamos de empresariales”, matiza Cobos. “Son estudios generalistas, que permiten abrir más el abanico que los más específicos”, reitera.
Relax: la carrera ya no es tan determinante. Sin quitarle ni un ápice de importancia a este momento, los especialistas consultados coinciden en que conviene desdramatizar: los estudios superiores ya no son tan determinantes, no marcan tanto como hace 20 años. “Antes te titulabas en empresariales y tenías cuatro salidas, que además eran para toda la vida; la oferta es mucho mayor ahora, y, con ella, las posibilidades de equivocarnos, de dar un giro, de reconducir nuestra carrera; existe mucha más flexibilidad”, aporta González.
Un grado generalista para ir tanteando y cogiendo las optativas que más se adapten al camino que quieres construirte. Y, a continuación, un postgrado para especializarte. García de Leániz es partidario de ver los estudios de grado como “espacio vocacional” y, llegado el caso, el máster como un “ajuste profesional”. En sintonía con estos argumentos, Ballenato aduce que muchas materias comunes de los primeros cursos permiten realizar cambios a posteriori sin que resulte traumático. “Los contenidos y ámbitos de especialización se van decantando en los últimos años. El posgrado permite reajustes importantes en un momento en el que la persona dispone de más información y criterio”, concluye.
Empieza antes a pensar en estas cosas. Qué grado quiero hacer. Ésa es la pregunta que los estudiantes se hacen en 1º o incluso 2º de Bachillerato, cuando tienen la Universidad ya en puertas. Es tarde para empezar a planteársela, según coinciden los expertos entrevistados, porque, entre otras cosas, a estas alturas ya han elegido qué modalidad de Bachillerato cursar (ciencias y tecnología, humanidades y ciencias sociales, arte), y eso es algo determinante para acceder a una u otra carrera. No se trata, como apunta Beatriz González, de tener tomada una decisión ya en la ESO, pero sí de haber ido reflexionando y recabando información para que, llegado el momento, ese puzle al que se hacía referencia antes sea lo más completo posible. “La orientación en los centros educativos, y en el entorno cercano, es fundamental”, defiende.
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