Barcelona cerca el ‘souvenir’
El Ayuntamiento amplía las zonas de veto a las tiendas de artículos para turistas, prohíbe nuevos locales de ocio o turísticos en Ciutat Vella y restringe bares y restaurantes en Sant Antoni
“Barcelona no es un souvenir, es una ciudad real en la que la gente quiere vivir y que los turistas quieren ver”. La teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, utilizó ayer este contundente argumento para defender la ampliación de las zonas de la ciudad en las que no se podrán abrir nuevas tiendas de souvenirs. El coto a las tiendas de recuerdos —de artesanía, imanes de nevera, tazas, camisetas, delantales y paños de cocina, o productos de bisutería— para turistas se implantó en 2008 (Ciutat Vella y entornos de la Sagrada Família y el Park Güell) y se amplió en 2012 en el entorno del templo.
Ahora, la restricción, que persigue mantener la mixtura comercial, se amplía a otras 16 manzanas próximas a la Sagrada Família (como las de la avenida de Gaudí o las que tocan al paseo de Sant Joan), crece también notablemente en el entorno del Park Güell y se crean nuevas áreas de restricción: 23 manzanas del barrio de Sant Antoni, el tramo de la carretera de Les Corts entre el metro y el Camp Nou, y el de la Casa Vicens, en Gràcia (el triángulo que forman la calle Gran, la avenida Príncep d’Astúries y la rambla del Prat).
“Queremos poner fin a la proliferación indiscriminada de tiendas de souvenirs”, apuntó el número dos del Gobierno municipal y concejal del Eixample, Gerardo Pisarello. La modificación del plan urbanístico que prohíbe las nuevas aperturas va acompañado, como es preceptivo —y polémico— de una moratoria de nuevas licencias mientras se tramita.
Las tiendas de souvenirs no fueron las únicas restricciones vinculadas a la presión turística que reveló ayer el Ayuntamiento que dirige la alcaldesa Ada Colau. El gobierno municipal también presentó —un año después de dictar otra moratoria en la apertura de locales en el barrio de Sant Antoni y en vísperas a la apertura del mercado—, el plan de usos de las 40 manzanas que lo rodean. “Queremos que la dinamización que supondrá la apertura del mercado sea compatible con la vida vecinal y que no genere efectos indeseados, que el barrio disfrute del mercado pero siga siendo barrio”, dijo Pisarello.
El plan limita la apertura de bares y restaurantes, locales de degustación, tiendas de conveniencia, gimnasios y actividades vinculadas al turismo (como el alquiler de bicicletas y patinetes). Más allá de la limitación, el plan prohíbe la apertura de meublés, establecimientos de juego y de máquinas de comida.
En el pleno de febrero, el gobierno sacó adelante —con la abstención de todos los grupos y el voto en contra del PP— el plan de usos de Ciutat Vella. El sexto que aprueba el ayuntamiento y una promesa electoral en el caso de Barcelona en comú, recordó la concejal del distrito, Gala Pin. El plan busca evitar el monocultivo de negocios pensados para la noche o los turistas y blindar el tejido comercial que queda. De ahí la prohibición de abrir nuevas discotecas, bares musicales, salas de juego, consignas y agencias de viaje. Para lograr las abstenciones se han incorporado alegaciones que suavizan algunos aspectos del plan, como el tamaño de los restaurantes o el veto total a supermercados de más de 400 metros cuadrados.
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