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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y si nos atreviéramos a decir la verdad?

Los días 6 y 7 de septiembre supusieron los primeros pasos de la grave decisión de tomar la parte por el todo

J. Ernesto Ayala-Dip
Un herido el 1 de octubre en Barcelona.
Un herido el 1 de octubre en Barcelona.Carles Ribas

Ahora que ya sabemos que la declaración unilateral de independencia fue un fracaso estrepitoso, con víctimas medulares y colaterales, sin que nadie lo pueda negar (ni siquiera los que la llevaron a cabo), tendríamos que hacernos algunas preguntas, probablemente incómodas, sobre algunas cuestiones entorno al proceso. Yo al menos necesito hacérmelas. Y necesito, sobre todo, que se me respondan con la verdad. Así que iré enumerando algunas.

Cuestión 1. Es verdad que ha habido uno antes y uno después del 1 de octubre del 2017? Si yo tuviera que marcar un antes y uno después entorno a alguna fecha decisiva o una episteme histórica –que dirían los expertos en teoría del conocimiento–, marcaría el 6 y el 7 de septiembre del mismo año. Aquellos días supusieron los primeros pasos de la grave decisión de tomar la parte por el todo. Aquellos días, en que se hizo uso y abuso de palabras como pueblo y mayoría y se habló hasta la extenuación del “mandato popular”, una mayoría parlamentaria independentista, sin discusión previa, en nombre de una mayoría social que no ha tenido nunca (cómo se vio en las elecciones plebiscitarias del 27-S del 2015) y todavía sigue sin tener (como quedó rotundamente claro en las últimas elecciones del 21-D), decidió desconectar con el Estado español mediante las leyes de ruptura, encarnadas en la ley de transitoriedad y la ley del referéndum.

También pudo ser un antes y uno después la reforma del reglamento del Parlamento del procedimiento de lectura única de las leyes de transitoriedad y las del referéndum, siempre que se aceptaran enmiendas de todos los grupos parlamentarios, una reforma avalada así mismo por el Tribunal Constitucional. Una posterior modificación de la mayoría independentista hizo que el que tendría que haber sido un debate parlamentario en toda regla se convirtiera en una vía expreso (o un “yo haya y deshago”) con la potestad para enmendar de sólo dos grupos parlamentarios, Juntos por el Sí y la CUP. (Y en todo este disparate no se tiene que olvidar, puesto que estamos, el papel de invitado de piedra del Consejo de Garantías Estatutarias, este organismo especializado a desaconsejar movimientos en falso o, dicho más groseramente, una “cuenta, que lo estáis cagando”, que en todo este tramo de las diligencias rupturistas nunca se quiso escuchar y si se hizo, hicieron caso omiso). También podría ser un antes y uno después las cinco de la tarde del 27 de octubre del 2017, cuando lo encara presidente de la Generalitat tuvo en sus manos no entregar en bandeja el autogobierno de Cataluña al Partido Popular, y prefirió declarar la independencia unilateral, sólo con el apoyo internacional de la Rusia de Putin y la Venezuela de Maduro.

Cuestión 2. Analizamos el 1 de octubre algo más de cerca. Quién escribe esto estuvo presente para votar, y votó, considerando esta acción siempre como un acto de protesta por la incapacidad de Mariano Rajoy de buscar o de saber encontrar una vía de diálogo para desencallar la crisis. En ningún momento creyó que era allá para decidir el futuro de Cataluña (y el de España, no se tiene que olvidar), a pesar de que sí que estaba para participar en una movilización pacífica y simbólica contra la respuesta obcecada del Gobierno central. El 1 de octubre pasaron cosas que no tendrían que haber pasado nunca. La más grave de todas, la extrema e innecesaria violencia policial contra la gente que se concentró ante las meses electorales ilegales para defenderlas de la intervención policial.

Cuestión 3. Vi el documental sobre el 1 de octubre que Tv3 emitió martes de la semana pasada y volvió a emitir sábado. Vi la Policía Nacional que advertía a quienes se guarecían a la entrada de los colegios electorales que vendía a llevarse las urnas. Ante la numantina convicción con que esta gente defendía su acto de voto ilegal, la policía se metió entre estos defensores con empujones violentos, dando golpes de porra a diestro y siniestro, echando hombres y mujeres a tierra. Pero en otro momento del mismo documental, observé que los Mossos d'Esquadra entraban a los colegios a llevarse las urnas en medio de los aplausos de la gente que se reunía a la entrada. Por qué esta férrea defensa hacia la Policía Nacional en contraposición del amable y festiva permisividad ante los Mozos?

Entre la infeliz conjura de irresponsables (parafraseando Jordi Amat) en que se ha convertido el proceso, todavía hay lugar para reconocer errores enormes y, sobre todo, hay y tiene que tener un lugar preeminente decir toda la verdad.

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