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Antón Costas: “Las empresas solo volverán si hay una declaración de que se cumplirá la ley”

El catedrático de Política Económica considera que Cataluña necesita un "punto y aparte" sin "revanchas ni humillaciones"

Lluís Pellicer
Antón Costas, durante la entrevista.
Antón Costas, durante la entrevista.Joan Sánchez

Antón Costas (Vigo, 1949) es una de las personas que mejor saben cómo ha afrontado el procés el mundo empresarial catalán. Lo vio desde la tribuna que le dieron la presidencia del influyente lobby del Círculo de Economía y su activa participación en la vida económica barcelonesa. Tras la fuga de más de 3.000 sedes sociales de empresas, a su juicio, “Cataluña se juega ahora caer o no en la mediocridad empresarial”.

Pregunta. ¿Qué ha supuesto la marcha de esas compañías?

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Respuesta. Cataluña ha perdido capacidad estratégica de futuro. Pero también se ha inoculado el virus de la desconfianza, que ha afectado a las empresas y a las decisiones de inversión. Hay que distinguir entre el riesgo y la incertidumbre. El riesgo se puede controlar y adaptase a él, pero no así con la incertidumbre. ¿Qué han hecho las empresas? Quedarse en el arcén esperando a que se despeje la niebla o bien tomar un camino despejado. Ahora muchas están paradas en el arcén, pero después del día 21 vamos a ver un cierto repunte de salidas.

P. ¿Sea cual sea el resultado?

R. Salvo que haya uno que nos sorprenda a todos. Eso podría producirse si después del caos algunos deciden abstenerse y se movilizan votantes que en otras ocasiones no se sentían llamados a hacerlo. Eso, de todos modos, no nos garantiza un Gobierno y sí puede provocar frustración entre los independentistas que llevará a un cierto clima de desasosiego. Tras el 21-D, la niebla no se va a despejar en varios meses.

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P. ¿Esa situación expresa la fractura social que hay ahora?

R. No en términos de niveles de desigualdad de rentas u oportunidades. Estamos viendo una fractura civil. Y si ocultamos su existencia no podremos afrontarlo. El principal riesgo es no admitir que esa herida se ha producido y tiene consecuencias.

P. ¿El deterioro económico puede revertirse?

R. Sí, pero hay que transmitir una clara convicción de que esa situación no se volverá a producir con un compromiso de que se renuncia a la unilateralidad como instrumento político. Eso requerirá una declaración política del nuevo Parlament en la que todas las fuerzas garanticen que las decisiones se tomarán dentro del marco constitucional y estatutario. Y que cualquier cambio se hará de acuerdo con la legislación.

P. ¿En esta campaña los partidos independentistas no están siendo ambiguos en ese asunto?

R. Desde el Círculo de Economía reclamábamos en una nota de opinión un pronunciamiento claro sobre el respeto a la ley. Y es cierto, no aparece en los programas.

P. En varios documentos también sostenían que el procés no era el problema más grave de Cataluña. ¿Se ha desatendido el debate social?

R. Se ha ocultado ese debate y los problemas de buen gobierno. Y otro asunto sobre el que deberemos reflexionar mucho es el ataque terrorista yihadista de La Rambla, cuando Barcelona es un foco actividad yihadista.

Se requiere más coraje para ser moderado que radical o inmovilista”

P. Los partidos independentistas acusan al Gobierno central de propiciar la fuga de empresas. ¿Qué opina?

R. Todo lo que ha sucedido viene a demostrar que la ley de la gravedad sigue vigente en Cataluña. Me preguntan a menudo sobre supuestas presiones o llamadas de Madrid a empresas. Pero todo empezó el lunes 2 de octubre, cuando dos entidades financieras advierten de una salida intensa de depositantes catalanes, que siguió hasta el jueves, cuando un banco trasladó su sede social. ¿Alguien de Madrid llamó a los depositantes catalanes para que sacaran sus fondos?

P. La antigua Convergència era el partido más próximo a las empresas. ¿No le advirtieron de esas consecuencias?

R. CiU fue aquel pegamento de la sociedad con los intereses industriales, pero no puedes estar en misa y repicando. Sí, avisamos de forma reiterada, pero prefirieron pensar no solo que no tendría efectos, sino que estos serían positivos.

P. Los independentistas alegan ahora que los efectos de esos traslados son mínimos.

R. Eso solo lo puede decir una persona sin familiaridad con los mecanismos de toma de decisiones de las empresas. Yo recuerdo a [Andreu] Mas-Colell cuando decía que si tuviera que decidir sobre si tener fábricas o sedes, él optaría por las sedes. Además de ser centros de decisión, atraen a otras empresas y empleos de alto valor añadido.

La ANC dio al malestar un cauce populista, iliberal y antipluralista”

P. El presidente del Gobierno les acusó de ser equidistantes. ¿Esos traslados fueron un mensaje al Gobierno cesado?

R. Reconocer que existen carencias que no favorecen la resolución de los problemas en ambos lados no puede considerarse equidistancia. En los últimos años se requiere más coraje para ser moderado que radical o inmovilista. Y eso viene sucediendo desde la emergencia del independentismo populista en 2012.

P. ¿El independentismo es una forma de populismo?

R. Una parte, sí. La Asamblea Nacional Catalana (ANC) emerge en las mismas fechas que la izquierda alternativa del 15-M y también se apoya en el malestar social. Pero le da un cauce que, a mi juicio, es el de un populismo antipluralista e impropio de una democracia liberal. Es populista porque propone soluciones utópicas, vemos su antipluralismo cuando habla de un solo pueblo, y es iliberal porque está en contra de la complejidad y sofisticación de una democracia que se rige por reglas. No estoy denunciando al independentismo, que es una opción política legítima, pero sí le pido que recupere su raíz democrática.

P. ¿Cree que la ANC ha sido un Gobierno en la sombra?

R. Hemos visto cómo se reunía en Palau, cómo se tomaban decisiones y luego se comunicaban al Gobierno oficial... La política debe recobrar la dignidad perdida por la insistencia de ese gobierno en la sombra. Cataluña necesita un punto y aparte. Sin revanchas ni humillaciones. A pesar de todo, algo de eso se va a producir. Tras cinco años, no pretendo que haya una colaboración intensa entre los Gobiernos central y catalán, pero hay que hacer un esfuerzo para acordar cómo estar en desacuerdo.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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