Inspector ‘Cale’: de jefe antidroga a líder de los ‘narcos’
Un responsable del grupo de Policía con el récord de incautaciones de cocaína en Cataluña está en prisión desde septiembre
Pocos policías pueden presumir del olfato del inspector Calixto M. G. Algunas de las operaciones más sonadas contra el tráfico de drogas en el puerto de Barcelona son obra suya. Calixto movía como nadie a sus confidentes para dar con el contenedor preciso del barco adecuado. Oculta entre mercancía legal, la cocaína afloraba en grandes cantidades. Curiosamente, casi nunca había detenidos: los narcos quedaban impunes, aunque se quedaban sin cargamento ni beneficios.
Calixto no solo cumplía su trabajo como subjefe del grupo I de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional, que tiene el récord de incautaciones en Cataluña. También estaba eliminando a la competencia. Uno de sus últimos éxitos fue en enero, con la aprehensión de 450 kilos de cocaína en el puerto de Barcelona. Tampoco hubo detenidos. El pasado 27 de septiembre, mientras sus compañeros aguardaban en el buque Piolín para actuar contra el referéndum independentista, el inspector antidroga de más éxito de Barcelona era discretamente detenido al salir de casa. Está en prisión provisional, acusado de tutelar a una banda de traficantes que planeó traer al puerto, desde Colombia, dos enormes alijos de 1.100 y 600 kilos de cocaína.
“No es el primer ni el último grupo mafioso de narcos y policías que se fragua en el puerto de Barcelona”, explican fuentes judiciales sobre una operación que culminó con la detención de Calixto y de otro subinspector de su misma promoción, aunque ya jubilado: Francisco Ll. M. Los dos policías están acusados de dar “amparo” y dirigir las actividades de los narcos. Francisco (alias Paco y Ruso) tocaba supuestamente la droga con sus manos, hacía las entregas y recibía el dinero. En su casa, los agentes encontraron medio kilo de cocaína, 190.000 euros y una libreta en la que anotaba “ganancias, cantidades y repartos” con Cale o Justo, los dos motes de Calixto. El inspector en activo –que posee al menos dos amarres en el puerto- permanecía en segundo plano, se dejaba ver poco. “Tiraba de placa y usaba su ascendencia en el puerto”, señalan fuentes de la investigación, que sigue bajo secreto de sumario.
Prudentes al teléfono, en el coche hablaban por los codos. No sabían que los investigadores les habían colocado un micrófono oculto. En el Mercedes de Paco, él y Calixto hablan de “reparto de dinero”, de “hacer un buen negocio” y de sacarse “una pasta”. El inspector llega a fantasear con la idea de “comprarse un barco, irse al Caribe, comprar allí a mil y pico [entiende la juez que se refieren al precio de la cocaína], invertir 100.000 y 150.000 [en droga] y traerlo para acá”.
El Kia Sorrento de otro de los detenidos, Saki B. –un albanés que movía la droga obtenida a buen precio por los policías- se convirtió también en su “confesionario”. Allí, “en la intimidad del habitáculo”, charlaban “sin miedo ni tapujos” y se "regodeaban de estar todo el día mercadeando", relata la juez en sus autos. El 15 de octubre de 2016, los dos policías se reúnen con Saki B. y Rafael P. Cale les dice que quiere ocupar el puesto de jefe de la Policía Nacional en el puerto y sustituir a un compañero que se jubila. Paco, que alardea de conseguir la droga a mejor precio que otros (a 25.800 euros el kilo, frente a los más de 26.000 de otros proveedores) agrega que, cuando Cale tenga el mando en el puerto, “se irá a agenciar y a controlar la importación en origen, aunque sea a Santo Domingo”.
Los inspectores estaban organizando presuntamente la llegada a Barcelona de dos barcos cargados de droga mediante un intermediario colombiano, Carlos Alberto G., viejo conocido del narcotráfico que, tras cumplir una larga condena, había vuelto al negocio. Carlos Alberto G. es una pieza clave porque, tras ser detenido, admitió los planes de la banda y señaló que gozaba de la cobertura de dos mandos de la Policía. Gracias al micrófono del Kia Sorrento, los investigadores pudieron seguir los planes de la banda casi a tiempo real: el barco vendría de Perú, su llegada se preveía para noviembre, necesitarían coches para ir a Galicia...
Pero pasan los meses y el alijo no llega. El proyecto se enfría. En la primavera de 2017, la banda admite que ha invertido ya “140.000 euros” y que sigue enviando dinero “a una dirección de Bogotá” para que Carlos Alberto gestione la compra. Éste contacta con personas en Colombia y Panamá, pero les dice que hay problemas porque han de pagarse “comisiones en origen”. A algunos les asaltan dudas sobre su lealtad. Poco después, Carlos Alberto anuncia que tiene preparado “el yate” con una gran autonomía de navegación (8.000 litros) y que podría situarlo en el Mediterráneo en julio. Pero el gran cargamento nunca llegará.
La banda, mientras tanto, teje otros planes. En otoño de 2016, los policías organizan el viaje de Saki B. a Italia para vender 10 kilos de cocaína. El albanés dice que viajará junto a su hija menor de edad para “levantar menos sospechas”. Paco sigue hablando en el Kia. Menciona precios, tipos de cocaína (rólex, águila) y formas de transportar la droga en el coche la patrulla. Dice que él y Cale rechazan usar caleta, un habitáculo oculto en el coche. “Si nos interceptan, tiramos el producto en la esquina”.
De Julieta a Romeo: el origen de la corrupción policial
La operación que ha acabado con el inspector de Policía Calixto M. G. en prisión se llama Romeo. Y eso se debe a que todo empezó con Juliet: una investigación anterior, del juzgado de instrucción 18 de Barcelona, sobre la banda de narcos liderada presuntamente por el colombiano Juan Carlos Duarte. En los registros, se encontraron documentos que vincularon a Duarte con ciertas personas, que, junto a "nuevas revelaciones" y la "deducción de los oportunos testigos" no especificados por la juez en sus autos (el caso está bajo secreto) llevaron hasta los dos policías. En Romeo, los Mossos investigaron la parte del narcotráfico y Asuntos Internos de la Policía Nacional se hizo cargo de la supuesta corrupción de sus compañeros.
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