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El secesionismo afronta dividido el 21-D sin renunciar a la independencia

PDeCAT y ERC preparan una campaña con Junqueras en prisión y Puigdemont en Bruselas

Camilo S. Baquero
La CUP presentó ayer a los cabezas de lista del 21-D. En el centro, Carles Riera.
La CUP presentó ayer a los cabezas de lista del 21-D. En el centro, Carles Riera.Cristobal Castro

Lograr más del 50% de votos y escaños y hacer una exhibición de fuerza. Esas son las metas que los partidos independentistas, juntos pero no revueltos, tienen de cara al 21-D. ERC, el PDeCAT y la CUP no lograron pactar una lista unitaria, pero aseguran que compartirán puntos en el programa, como “la recuperación de las instituciones tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución”. La batalla de fondo, sin embargo, es la lucha por la hegemonía del secesionismo.

“Este es el referéndum que Rajoy no se atrevió a pactar”, aseguró con vehemencia el pasado jueves la número dos de ERC, Marta Rovira. Una vehemencia con la que los partidos intentan salir del paso. El adelanto electoral les pilló en un mal momento. Ya el expresident Carles Puigdemont lo intentó, pero no estaban preparados. Cada formación vivía su propio drama doméstico, agravado por las discrepancias entre los miembros de Junts pel Sí (ERC y PDeCAT) y sus socios de la CUP en el Parlament. La unidad llevó adelante el referéndum ilegal del 1 de octubre saltó por los aires con la declaración de independencia del 27 de octubre, que no tuvo otro efecto que la intervención de la autonomía y la apertura de un proceso judicial contra el Govern, la Mesa y la presidenta del Parlament por un delito de rebelión, sedición y malversación.

El proceso de cada partido para confeccionar sus candidaturas se vio distorsionado por una sucesión rápida de eventos. Un cóctel de difícil digestión: la mala gestión de la declaración de la independencia; la aplicación del 155; la huida del Govern cesado a Bélgica, la indiferencia de la UE y el encarcelamiento de ocho exconsejeros. Además, los buenos resultados que las encuestas auguran a ERC han provocado que los republicanos no hayan querido saber nada de volver a compartir lista con la antigua Convergència.

La idea de una candidatura única fue lanzada tras la convocatoria electoral por el PDeCAT y ERC. Ante el “ataque a Cataluña”, que los independentistas ven en la aplicación del artículo 155 de la Constitución, las bases de ambos partidos pedían unidad. La formación de Puigdemont no puso condiciones. Los republicanos, sí. Una de ellas imposible de cumplir: en la lista tenía que estar todo el espectro político soberanista, desde la CUP hasta una parte de los comunes, el partido de Ada Colau. Los anticapitalistas descartaban compartir lista con la antigua Convergència, todavía salpicada por los casos de corrupción y los recortes sociales. Nadie cedió y, tras los reproches amargos y el reparto de culpas, se impuso una supuesta razón demoscópica: separados había más opciones de lograr las metas.

Esquerra quiere ahora capitalizar su trabajo de los últimos seis años. Oriol Junqueras, según las encuestas, lo tenía todo a su favor para ser presidente, pero su situación legal, encarcelado preventivamente acusado de delitos de sedición, malversación y rebelión, le han obligado a designar sucesora. Marta Rovira, su número dos, ha recogido el guante y en el independentismo muchos ya la ven presidenta si hubiera mayoría de los partidos secesionistas.

El PDeCAT ha sufrido más. No tuvo un cabeza de cartel claro hasta que Puigdemont, ya huido en Bruselas, se ofreció para liderar la lista. Sin embargo, el expresidente ha apretado las clavijas a su partido y le ha impuesto una candidatura formada eminentemente por independientes. El expresident buscaba la transversalidad política ante un PDeCAT que lucha por la supervivencia de sus siglas. Finalmente ha habido pacto y la candidatura incluye algunas de las caras visibles del partido, aunque pocas. Las siglas también se diluyen. Convergència se presentará como Junts per Catalunya el 21-D.

La CUP, en su propia dimensión, confecciona una lista completamente renovada, salvo dos diputados, y pese a considerar las elecciones ilegítimas e ilegales. Ayer la formación anticapitalista aseguró que acude a estas elecciones para “consolidar la república catalana” aunque entre el independentismo la desazón por el fracaso del procés es más que notoria.

Tanto ERC como el PDeCAT han puesto en los primeros puestos de sus listas a los exconsejeros que están en prisión preventiva y a los que están a la espera de que la justicia belga decida si los extradita. Puigdemont incluso ha logrado convencer a Jordi Sànchez, expresidente de la ANC y también encarcelado, para que lo acompañe. Solo la CUP tiene a su cabeza de lista, Carles Riera, fuera de prisión y libre de procesos judiciales. Así las cosas, los partidos se preparan para una campaña con un fuerte componente telemático.

“Hacer la república”

Rovira y Puigdemont ya se han visto en Bruselas. Él intentó convencerla in extremis de la necesidad de una lista única, pero ella no se aparta del guion que, epistolarmente, fija Junqueras desde la prisión de Estremera. Los equipos trabajan en cuál sería esa unidad programática, que pivota sobre tres puntos. “Recuperar” el autogobierno en Cataluña, trabajar para lograr una amnistía de los que consideran “presos políticos” y, finalmente, el más espinoso: en Esquerra lo llaman “hacer la república”. El PDeCAT, sostiene su coordinadora general Marta Pascal, habla de “crear una mayoría que haga que este país tenga un Estado”. Ambas formaciones intentan cerrar qué quieren decir esos conceptos, pero huyendo de las vías unilaterales y, sobre todo, de los plazos o calendarios imposibles de cumplir. De ahí que en los últimos días algunos líderes del independentismo hayan empezado a hacer cierta autocrítica, al admitir que no había ni preparación ni mayoría suficiente para proclamar la República. Ahora todos admiten que fallaron las formas, pero la cuestión de fondo, la independencia, se mantiene en sus proyectos políticos.

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Sobre la firma

Camilo S. Baquero
Reportero de la sección de Nacional, con la política catalana en el punto de mira. Antes de aterrizar en Barcelona había trabajado en diario El Tiempo (Bogotá). Estudió Comunicación Social - Periodismo en la Universidad de Antioquia y es exalumno de la Escuela UAM-EL PAÍS.

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