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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Despierta del mal sueño

Si no hay generosidad y diálogo se acabará imponiendo una de las dos injusticias y viviremos en un mundo peor

LUIS CAMPO

Soy una persona feliz. Vivo en un país moderno, con servicios públicos excelentes pese a los recortes, sin guerras, sin odios raciales ni religiosos, con un clima envidiable. Puedo expresarme libremente. Disponemos de todos los ingredientes para ser felices.

Pero he tenido un mal sueño que me ha hecho sufrir. A muchos les ha pasado lo mismo. Un fantasma recorre Cataluña, recorre España, en forma de una ola de odio que se ha instalado en la mente de millones de ciudadanos y les produce una intensa ansiedad.

Se han construido relatos para enfrentar a la población en dos bandos, que repiten consignas falsas, diseñadas por consultores a sueldo, ideólogos que convierten a los ciudadanos de uno y otro bando en seres amargados que odian a sus hermanos. WhatsApps, twitters, e-mails son armas de destrucción psicológica.

Cualquier pequeño detalle de una acción, se amplifica y eclipsa al conjunto de los hechos reales. Hemos perdido de vista la objetividad. Nadie es justo, aun siendo consciente de ello. Cualquier individuo se convierte en tu politólogo de cabecera y quiere convencerte.

Se han creado marcos de pensamiento herméticos, y nadie tiene la valentía o la inteligencia para salir de ellos. De los cientos de pancartas y eslogans que se han difundido, en estos meses/años, ninguno hace referencia a la lucha de clases, mejora salarial, explotación laboral, al paro, ni a la defensa de los oprimidos. Únicamente se denuncia la corrupción de los contrarios. La primera víctima de esta guerra es la verdad. La comida navideña está amenazada de convertirse en un pequeño Vietnam familiar.

Los independentistas han creado relatos difíciles de batir. Tras el dret a decidir llegó el 1-O, una fecha que se recordará siempre: porras contra urnas. Resistencia pasiva contra el cumplimiento de la ley. No va de independencia sino de democracia. Escrutinio de heridos, no de votos. Una parte gestiona emociones, mientras la fría maquinaria del Estado tira de protocolo y olvida su corazón en casa. Es una lucha de emociones contra la razón. Se teme un corralito, el dinero de los catalanes es el principal refugiado político. Las empresas huyen, la economía se debilita y las consecuencias las pagarán en diferido los de siempre, los más pobres.

Se declaró la República Catalana, se aprobó el 155 y se fueron de fin de semana. El lunes se dieron cuenta de que habían confundido el futuro con una presentación PowerPoint que alguien les coló. Mientras tanto el crudo aparato judicial continuó activo. No entiende de política… o sí. Los Jordis y los miembros del Govern cesados han sido encarcelados, lo que inflama más el conflicto.

Todo apunta a una repetición de los resultados el 21-D. Seguir la escalada de enfrentamientos y agravios no es solución. El eslogan “la calle es nuestra” se ha comunizado entre los dos grupos que movilizan centenares de miles de personas. Al final de la escalada tenemos la opción de una guerra civil aunque intente ser pacífica o la derrota de uno de los bloques con la consiguiente frustración eterna de los perdedores. Si no resolvemos este problema, el enfrentamiento se impondrá. La solución a esta situación surrealista parece un acertijo envuelto en un misterio. Pero es mucho más fácil.

Valora lo que tienes, que es mucho. No te dejes arrastrar al enfrentamiento por el odio que siembran en tu mente. Valora a las personas por su actitud, no por su identidad, ni por sus orígenes. Cualquier identidad nacional es una estafa sentimental. Intenta entender los argumentos de la parte contraria, quizás tienen algo de razón y se la hemos negado. Mejora la sociedad en beneficio de todos, no solo de unos cuantos.

Si no hay generosidad y diálogo se acabará imponiendo una de las dos injusticias y viviremos en un mundo peor con la mitad de los catalanes perpetuamente emprenyats. Tenemos un tesoro que se llama convivencia. No la arruinemos.

Luis Campo es consultor de televisión.

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