Urnas en la sala de espera del centro de salud
Alrededor de unos 80 ambulatorios funcionan como colegios electorales, algunos de ellos combinan la actividad asistencial con la votación
![Jessica Mouzo](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F024ebe0f-2038-4927-b03f-be63b998c6a9.jpg?auth=a4787ecfa75e1fdf24be6a4e362b73236cf83411ccd33eef5ba5a01bc1d06469&width=100&height=100&smart=true)
![La sala de espera del CAP Sant Ildefons de Cornellà de Llobregat](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RQUIHJNZKJY5HDGOGKJ2Y4XX7Y.jpg?auth=72de198284d7b091bcb33013d237b26ece88a6c9096b8316156ecb12841c49fb&width=414)
Calma tensa desde la madrugada en el centro de atención primaria (CAP) Sant Ildefons de Cornellà de Llobregat, convertido en colegio electoral para el referéndum de este domingo. La amenaza de intervención policial rondaba en los corrillos desde primera hora. Ante la falta de puntos de votación, el Departamento de Salud puso a disposición de la consulta alrededor de 80 ambulatorios para que funcionasen como centros electorales. Algunos de ellos, como el Sant Ildefons, combinaban la atención sanitaria con las urnas, aunque la entrada de pacientes y la de votantes estaban bien diferenciadas y no había lugar a confusión. En las urgencias apenas había movimiento; en el CAP, más de medio centenar de personas ocupaban la entrada desde las cinco de la mañana. "Cuando llegamos, ya estaba abierto", afirmaba uno de los más madrugadores.
Nadie se había quedado a dormir, pero a las seis de la mañana, ya eran unas 70 las personas apoltronadas en la puerta del CAP para custodiar la constitución de las mesas. Entre ellos, había un miembro de la ejecutiva de Podemos Andalucía, Alejandro Serrato, que venía como observador. Los Mossos d'Esquadra llegaron sobre las seis de la mañana para levantar acta, pero no entraron en el centro.
Sobre las ocho de la mañana, un grupo de personas informaba a los demás de que tenían "todas las condiciones y todo el material dentro" para que el centro fuese punto de votación. Un grupo de personas sacaron de una sala las urnas y las papeletas, y las llevaron a la segunda planta, donde iban a constituirse las mesas.
Mientras, al otro lado del edificio, apenas habían entrado un par de pacientes. "A nosotros esto no nos afecta para nada. Como el colegio está al otro lado, no hay problema", explicaba una trabajadora durante el cambio de guardia.
La constitución de las mesas se alargó por falta de voluntarios. Incluso Ricardo Ramos, que regenta la churrería móvil que hay enfrente del ambulatorio, tuvo tiempo de despachar los primeros chocolates antes de que las urnas estuviesen hábiles. Pero voluntarios dispuestos a quedarse todo el día en la mesa había de sobra, así que sobre la hora prevista, los coordinadores del punto electoral permitieron a los votantes, ya dispuestos en fila india, acceder a la segunda planta del ambulatorio.
En la cabeza de la comitiva, Cristóbal Jiménez, un anciano de 97 años originario de Granada y excombatiente en la batalla del Ebro. Llegó media hora antes de la hora de apertura dictada por el Govern porque quería ser "el primero" en votar. Y lo fue, aunque tuvo que esperar un buen rato por problemas informáticos en las mesas electorales. Los puntos de votación se desplegaron en la sala de espera, ante media decena de consultas vacías. "A ver si aprovechamos esta ocasión y nos vamos de esta España de derechas", apuntó el anciano, papeleta en mano. Y volvió a su casa entre los aplausos de los votantes que todavía quedaban en la cola.
La mañana transcurrió tranquila, más pendientes de los mensajes que llegaban de otras partes de Cataluña que de los mossos que tenían delante de la puerta. En otros ambulatorios convertidos en colegios electorales se vivieron incidentes. En el CAP Guinardó de Barcelona, por ejemplo, hubo enfrentamientos y cargas policiales. También en el CAP de Cappont de Lleida y en el CAP Gornal de L'Hospitalet, donde la policía nacional requisó urnas, informa Oriol Güell.
Como la fila avanzaba lenta y la lluvia amenazaba, los coordinadores dejaban pasar delante a ancianos y personas con movilidad reducida. Ricardo reconocía que estaba sirviendo más género de lo común, pues muchos amenizaban la espera con cafés y chocolates. El churrero, de origen chileno, también quería votar. En cuanto cerrase, dijo, iría.
Por la puerta de urgencias, entretanto, un médico salía aprisa para hacer una atención domiciliaria. Todo estaba en orden, apuntó. Ninguna confusión con las puertas. Pero, aunque el CAP del otro lado del edificio estuviese convertido temporalmente en centro electoral, seguía siendo un centro sanitario y los voluntarios cumplieron las normas de acceso, como la prohibición de animales. Un voluntario los cuidaba en la puerta mientras sus dueños votaban.
El desafío independentista catalán
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