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VERANOS DE LA VILLA

Un baile interminable

El montaje 'Folk-s' se inspira en una danza folclórica germana y dura el tiempo que el espectador quiera mirar

Ensayo de la obra Folk-s, del coreógrafo italiano Alessandro Sciarroni.
Ensayo de la obra Folk-s, del coreógrafo italiano Alessandro Sciarroni.Andrea Macchia
Abraham Rivera

El Schuhplattler es una danza típica de las regiones alpinas, entre las montañas alemanas de Baviera y los estados austriacos de Tirol y Salzburgo. Los hombres visten camisa blanca, tirantes y Lederhosen (pantalones de cuero). Las mujeres, Dirndl, un vestido tradicional con delantal y bordados. El baile es uno de los más antiguos de Europa; se tiene constancia de una mención a esta danza en el año 1050. Desde entonces, no ha cambiado la manera de representarlo: saltos y golpes rítmicos en muslos y rodillas con manos y pies.

“Cogemos las danzas y las interpretamos tal cual. No hay ninguna actualización en cuanto a la forma. No las hemos llevado al lenguaje contemporáneo”, explica el madrileño Pablo Esbert, uno de los ocho bailarines de Folk-s, obra ideada por el coreógrafo italiano Alessandro Sciarroni, que ha tomado esta milenaria danza bávara como base para crear la obra, que se ha representado en más de 17 países y que llegó el martes por primera vez a Madrid, a Naves del Matadero (hay otra sesión el miércoles 23 a las 21.00; entradas, 15 euros).

“Hemos sido fieles y respetuosos con el baile, pero lo hemos metido dentro de un sistema que poco tiene que ver con la función de cortejo original”, describe Esbert esta singular obra. “Les decimos a los espectadores que el espectáculo durará hasta que no quede nadie mirando entre el público o hasta que no quede nadie bailando en escena. Y quien se vaya ya no puede volver a entrar”, continúa. De esta manera se establece una relación de mutua responsabilidad en cuanto a la duración del espectáculo.

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El proceso de creación de la performance está muy relacionado con el concepto de grupo, por eso se llama folks (compañeros en inglés). “Lo que pasa en escena está muy ligado a las personas implicadas: somos nosotros haciendo esas danzas durante el tiempo que el espectador considere necesario. No hay teatralidad. Y se crea una relación íntima con los asistentes”, destaca. “Cuando haces live arts, el público es decisivo, pero en esta obra lo es más aún; es un pacto”, añade Esbert, que describe el estado de los espectadores como de trance. “Parte de la propuesta también consiste en que el auditorio se vaya. Eso nos ayuda porque regenera la pieza: cuando la gente se va, inmediatamente se crea una complicidad con la gente que se queda”, aclara.

Esta producción se encuadra dentro de la programación de Veranos de la Villa que, como destaca su directora artística, Maral Kekejian, tiene como uno de sus conceptos la contemplación en el espacio público. “El folklore sucede al aire libre, donde la gente practica danzas populares”.

Folk-s forma parte de un grupo de producciones internacionales —como la del coreógrafo griego Dimitris Papaioannou o el músico británico Max Richter—, que se han podido ver durante julio y agosto en Madrid: “Sciarrino habla del folclore abstraído: toma un concepto ancestral y reconocible para mucha gente y lo abstrae para llevarlo a escena”, razona Kekejian, que fue durante nueve años coordinadora de artes escénicas de La Casa Encendida. “Todas las actividades de Veranos de la Villa trabajan mucho sobre el tiempo: estar, escuchar, contemplar, observar”, añade.

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

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