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Barcelona, a por la Agencia Europea del Medicamento: segundo asalto

Los expertos destacan que ahora la ciudad, que ya presentó su candidatura en 1992 y quedó segunda, ha mejorado sus conexiones internacionales, dispone de un polo científico en auge y cuenta con más apoyo institucional

Jessica Mouzo
Torre Agbar de Barcelona, una de las candidatas a albergar la agencia del medicamento.
Torre Agbar de Barcelona, una de las candidatas a albergar la agencia del medicamento.M. Minocri

La carrera de Barcelona para lograr la sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, en sus siglas en inglés), que abandonará su ubicación en Londres a causa del Brexit, ha empezado oficialmente. El lunes se cerró el plazo para presentar las candidaturas y, finalmente, la pugna será entre 19 ciudades. Barcelona quiere saldar cuentas pendientes y retomar, con mejor suerte esta vez, lo que empezó en 1992, cuando la EMA no era más que un proyecto europeo dibujado en el aire. Compitió entonces contra Londres y perdió. Quedó segunda, con el Reino Unido por delante y Dinamarca por detrás.

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Ya ha llovido desde aquel primer intento en 1992, pero los implicados en la causa no han dudado en mirar atrás para repetir aciertos y desechar errores pasados. “En aquel momento competía Londres, una ciudad poderosa y potente, contra Barcelona, una ciudad de provincias donde estaba todo por descubrir”, resume Gonzalo Rodés, presidente de Barcelona Global, el lobby empresarial que ha desarrollado el manifiesto ciudadano en favor de la candidatura de Barcelona. Precisamente su padre, Leopoldo Rodés, estuvo en primera línea para traer la EMA a Barcelona en 1992.

Los expertos consultados coinciden en que los escenarios de ayer y hoy son muy distintos. Para empezar, porque entonces se trataba de crear una agencia totalmente nueva y ahora significaría trasladar una infraestructura de 900 trabajadores y 340 millones de euros de presupuesto. “Del 92 a ahora hay dos mundos. Antes, además, eran mucho más importantes criterios políticos que técnicos”, admiten fuentes de la oficina técnica que organiza la candidatura. Tampoco el potencial biomédico de Barcelona, ahora en auge, es el mismo que hace 25 años: actualmente, la ciudad tiene 31 centros de investigación biomédica, animal y de ciencias de la salud y 230 laboratorios que suponen la mitad de la industria farmacéutica española.

Ahora los criterios técnicos pesan más, pero la decisión final sigue siendo política, a puerta cerrada y con un sistema de votación que, aseguran los expertos, poco beneficia a España. “La decisión final son votos. Puedes tener la mejor propuesta, pero se valoran otros condicionantes que no tienen que ver”, reconoce Regina Revilla, académica de la Real Academia de Farmacia. Revilla está en el grupo de trabajo de la candidatura actual y también formó parte del equipo técnico de la propuesta del 92.

Criterios técnicos y diplomacia, las claves de la victoria

Los candidatos deben cumplir seis criterios técnicos, como un espacio para albergar la sede, un parque de viviendas y recursos laborales, sanitarios y escolares para los trabajadores y sus familias o buenas conexiones de transporte, entre otros. Barcelona los cumple todos menos la dispersión territorial de las agencias, pues en España ya hay tres.

Con todo, el papel diplomático será clave, pues en la votación final, los 27 países (excepto Reino Unido) dispondrá de tres, dos y un punto a repartir entre las candidaturas, lo que facilitará alianzas. “Los países del Este se presume que se apoyarán entre ellos, por ejemplo. Será importante la parte táctica”, dice Rodés. La decisión final se conocerá el 20 de noviembre.

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Barcelona ya disponía de un buen despliegue técnico hace 25 años. “Era una candidatura maravillosa, la mejor de todas. Tenía un componente técnico de primer nivel”, relata Revilla.

Aprovechando la infraestructura que dejaban los Juegos de Barcelona, la candidatura ofrecía un parque de viviendas en la Vila Olímpica y una sede en el centro de investigación junto a la playa de la Barceloneta (durante los Juegos era el laboratorio antidopaje; hoy es el Parque de Investigación Biomédica de Barcelona). “Todos nuestros colegas europeos y la Comisión Europea lo veía como su sitio favorito”, recuerda Revilla. Pero no fue suficiente. “Competía la potencia contra el potencial”, resume Rodés.

Barcelona vuelve ahora con una candidatura todavía mucho más potente y ha dejado de ser una capital de provincias para convertirse en una ciudad abierta al mundo. “Ha habido un salto cualitativo en todo: el aeropuerto, la mejora del transporte público de la ciudad, el reconocimiento, la imagen y la autoestima… Es una ciudad reconocida, con un turismo sanitario importante y centros de investigación y hospitales públicos conectados internacionalmente”, explican desde la oficina técnica de esta candidatura.

La ciudad cumple, holgadamente, todos los criterios técnicos, pero los expertos reconocen el mismo problema que en el 92. “Entonces se perdió por motivos políticos. En aquel momento había factores políticos importantes y aquí ahora también hay factores que se nos escapan”, admite Rodés. Los expertos destacan, no obstante, que la unidad institucional será un punto a favor. “Ahora se sabe lo que significa la EMA, que tu país será el centro. España está trabajando con toda la pasión y el compromiso de las tres administraciones”, confirma Revilla. Quizás, agrega Rodés, esa unidad fue lo que falló en el 92: “En aquel momento no se le dio la importancia que tenía. El interés del gobierno de España de ahora es total y antes ese interés no se dio. Faltó compromiso político”.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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