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“No podemos curarles, pero podemos mitigar el dolor”

El programa de atención a enfermos terminales en el Hospital San Camilo cumple cinco años

Sesión de musicoterapia en el Hospital San Camilo de Tres Cantos.
Sesión de musicoterapia en el Hospital San Camilo de Tres Cantos. SANTI BURGOS

En la primera planta del Centro Asistencial San Camilo de Tres Cantos llaman a las cosas por su nombre. En este complejo concertado de la Comunidad de Madrid, 30 personas dan sus últimos pasos. Los enfermos terminales reciben cuidados paliativos que le hacen más agradable el tiempo de vida que les resta. El programa, financiado por la Obra Social de La Caixa, cumple ahora cinco años.

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“Los pacientes vienen derivados del sistema público con un pronóstico de vida inferior a los seis meses”, precisa Bernardino Lozano, director del equipo psicosocial de enfermedades avanzadas en San Camilo. La estancia media es de 30 días. El 80% son enfermos de cáncer, el otro 20% corresponde a enfermedades neurodegenerativas. El centro dispone de 30 plazas y a lo largo del año pasan más de 360 personas por sus habitaciones. Un grupo de 35 profesionales se encarga gratuitamente de su atención integral: desde los cuidados básicos hasta la organización de actividades. “No podemos curarles, pero podemos mitigar el dolor”, insiste Lozano.

Quien piense que San Camilo es un hospital más, con frías y tristes salas, se equivoca. El programa EspacioCaixa nació para humanizar este tipo de centros. Los pacientes disponen de habitaciones comunes en las que reunirse, salas con ordenador o televisión, jardín, biblioteca y hasta gimnasio. “Es un espacio para la esperanza que promueve la autonomía personal. No obliga al enfermo, pero lo persuade”, subraya Lozano. “Llegué aquí desahuciado. No podía comer y ahora lo hago. No tengo dolor, he recuperado la cabeza y leo la prensa. Es milagroso”, cuenta Enrique de la Orden, de 85 años. Hace 40 días que llegó a San Camilo procedente del Hospital Ramón y Cajal. Sufre un cáncer cerebral y sabe que su vida se apaga. “Es duro, pero lo tengo asumido. Hay que morir y a esta edad yo ya estoy fuera de todos los perfiles”, bromea.

La despedida

Enrique no se encontraba bien este viernes y no participó en las celebraciones proyectadas por los cinco años del programa en San Camilo. Sin embargo, el mago Stigman y el espectáculo de musicoterapia pasaron por su habitación. “Las instalaciones son extraordinarias. No hay un sentimiento de estar en un hospital, que sería trágico. Lo mejor de aquí es el personal, que es muy cariñoso”, subraya el paciente, que vive en las instalaciones con su esposa.

En una habitación cercana a la de Enrique, en una cama de la que ya no se levanta, está la madre de Óscar Checa. A sus 71 años, padece un cáncer y su familia está esperando el desenlace. Ha perdido el habla, pero se comunica con gestos y miradas. “Estar en este centro le aporta mucho bienestar. Siempre tiene una sonrisa. El personal la trata con mucho mimo y creo que eso le ha alargado la vida”, afirma Checa.

En España mueren cada año 380.000 personas, según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Más de 300.000 lo hacen a consecuencia de una enfermedad crónica progresiva y 120.000 requieren cuidados paliativos. El programa de la Obra Social de La Caixa, que además de San Camilo opera en otros 119 centros del país, se encargó del cuidado de 20.600 personas en 2016. “A un enfermo terminal no se le debe mentir. Al principio causa impresión, pero luego hacen unas despedidas muy bonitas que reconforta a la familia”, explica María Herrera, jefa de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Valdemoro. En su opinión, los enfermos inmersos en este tipo de programas toleran mucho mejor el dolor. “Olvidan la agonía y la ansiedad, duermen mejor y hasta se les reduce la medicación”.

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