Diseño para comerse el mundo
'Tapas’ expone cómo los objetos han mejorado la comida desde siempre
“Comer, respirar y dormir son las tres acciones que todo el mundo ha de hacer obligatoriamente, pero la más divertida es comer”. Por eso, asegura el diseñador Juli Capella, “el hecho de comer se ha sofisticado y se han creado herramientas para hacer esta experiencia más interesante y placentera”. No es de extrañar que la cultura española, de buen comer y buen beber, haya diseñado y desarrollado piezas de alto contenido artístico a la altura de la gastronomía que se ha producido en este país en los últimos tiempos, considerada una de las mejores del mundo.
Tapas. Spanish design for food, la exposición que comisaria Capella desde 2013 y que después de recorrer 16 ciudades de todo el mundo como Washington, Miami, Toronto, México, Seúl y Tokio, llega al fin de su periplo en Barcelona, en concreto al Museo del Diseño (gratuita hasta el 21 de mayo), muestra 270 productos y objetos diseñados por más de 100 creadores que ayudan a que el cotidiano acto de comer sea más fácil, menos aburrido y nada repetitivo.
“Puedes coger una manzana del árbol y comértela sin más, pero si quieres pelarla es necesario un cuchillo, y si se quiere cocerla, una cazuela, y luego un plato y un tenedor. De todo eso va la exposición: sin ayuda del diseño la gastronomía no existiría”, prosigue el comisario que presentó ayer la muestra en compañía de Pilar Vélez, directora del Museo del Diseño y Elvira Marco, directora de Acción Cultural Española, que ha producido la exposición.
Todos hemos oído hablar de Ferran Adrià, de su cocina de diseño y de investigación, de sus esferificaciones y las espumas que le han dado fama internacional y a su restaurante, elBulli, ser coronado cinco veces como el mejor del mundo. Pero también hay mucho diseño y mucha investigación, aunque pocas veces hemos sido conscientes de ello, en una oliva rellena de pimiento o de anchoa, “un diseño industrial comestible”, en un Chupa Chups, el producto español más vendido en el mundo, 12 millones al día, que incluso se muestra en el MoMA de Nueva York y no porque la nube que rodea la marca la diseñó Salvador Dalí y en los aparentemente sencillos y humildes porrón, bota y botijo, “los best-seller del diseño español”.
Capella reivindica estos y otros muchos productos que han salido de las manos y del intelecto de investigadores españoles. Como el Minipimer y el exprimidor de naranjas Braun (los dos de Gabriel Lluelles), la olla exprés (José Alix Martínez) el sacacorchos (Ramon Brucart), la aceitera antigoteo más famosa del mundo (Rafael Marquina) o las vajillas creadas por Andreu Carulla en simbiosis con Jordi Roca, otro número uno mundial de la restauración, y un largo etcétera, entre los que no pueden faltar los más recientes productos de silicona Lékué, “los únicos productos que hemos encontrado en todas las ciudades donde se ha visto la exposición”, explica Marco.
“Ningún país del mundo tiene un nivel tan alto en este ámbito”, prosigue Capella mientras recorre los cubiertos firmados por los mejores diseñadores del país y las vajillas de múltiples formas, tan atractivas como los productos cocinados que se servirán dentro.
Para poner orden en este universo de objetos relacionados con la gastronomía, Capella ha dividido la exposición en tres ámbitos: La cocina, “donde los instrumentos son casi de precisión quirúrgica, porque su función es fundamental y no necesitan filigranas”, aquí destaca el jamonero, “solo se fabrica en España y en muchos sitios les parece una máquina de tortura”, asegura Capella. La mesa, donde “todas las herramientas son más comunicativas ya que según como estén puesta podemos saber cómo es la gente que se sienta a comer o la época”, y la comida, en la que la materia prima, los alimentos y su combinación, “son los protagonistas”. Ahí puede verse el chocolate, la bebida ritual azteca (xococatl) a la que los conquistadores añadieron azúcar y agua; los churros, “un producto industrial que se fabrica con una máquina extrusionadora como los perfiles metálicos de la carpintería”, la paella, un utensilio muy conocido, “que no se come”, y que la gente confunde con una de las recetas españolas más conocidas; las figuras de plastilina creadas por Adrià, para crear muestrarios de sus famosos platos que dieron un giro copernicano a la cocina española proyectándola internacionalmente o las creaciones de Martí Guixé, unas “galletas técnicas que permiten comer líquidos”, como el vino, el whisky, el vodka o la ginebra.
La exposición concluirá coincidiendo con la Noche de los Museos, en la que el protagonista será el churro, algo también genuinamente español. Al cierre, muchas de las piezas se incorporarán a la colección permanente del museo barcelonés, “él único específico dedicado al diseño”, concluye Marco.
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