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Charla gastronómica para presos

El chef Joan Roca conversa con un centenar de reclusos en una de las prisiones más modernas de Cataluña

Rebeca Carranco
Joan Roca, con el personal responsable de la cocina en la cárcel de Puig de les Basses, en Figueres.
Joan Roca, con el personal responsable de la cocina en la cárcel de Puig de les Basses, en Figueres. TURA SOLER

Joan Vila busca a tientas un sitio en el auditorio. Había trabajo en la lavandería y se ha retrasado. Al ver a alguien escribiendo en ordenador, saluda sonriente, casi al oído. Hay que girarse dos veces para cerciorarse. Sí, es el celador de Olot (Girona), asesino confeso de 11 ancianos a los que cuidaba en una residencia. En el escenario habla uno de los mejores cocineros del mundo, Joan Roca, del laureado Celler de Can Roca (tres estrellas Michelin). Es la cárcel de Puig de les Basses, en la localidad gerundense de Figueres.

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Roca pasó toda la mañana del miércoles en una de las prisiones más modernas de Cataluña, inaugurada en 2014. De no ser una cárcel podría parecer un complejo universitario. Con funcionarios con walkies. Con vigilantes que paran al visitante si no ven bien su acreditación. Pero también con un gimnasio con monitor, con una piscina donde se dan clases de aquagym, y con una cocina equipada por todo lo alto.

“El éxito es frágil”, cuenta el cocinero a un centenar de presos (se habían inscrito a su charla 170). Durante una hora, micrófono en mano y con un power point a sus espaldas, Roca dibuja la brillante carrera del Celler, de bar de barrio a referente mundial. “¿Cuál es el motivo de que usando los mismos productos y todo, la comida no salga igual?”, le pregunta un preso. “¡El amooor!”, corean las mujeres, sentadas todas juntas en la última fila del teatro de la cárcel. “¿Quién es el mejor cocinero del mundo? Mi madre, claro”, responde el cocinero, interrumpido al grito de “¡viva la madre que os parió a los tres!”.

Dos de los cinco presos que preguntan han comido con los Roca. Pero no con los hijos, sino con los padres, en Can Roca, un bar popular en las afueras de Girona. “En el Celler hay poca cantidad, y un precio, qué bueno… No es el mejor. En cambio, en la cocina que hacen tus padres, cocina casera, que llena, sales con el bolsillo más contento”, le reprochan cordialmente. Roca alega que son “los dos puntos más alejados de la restauración”. En Can Roca, tres personas alimentan cada día a 200 comensales; en el Celler, son 44 para 55 personas. También cuestiona que los clientes del Celler se vayan insatisfechos —hay lista de espera de 11 meses— o con hambre —el menú tiene 33 platos—. “Es otra manera de comer” que pone “al país en valor” cuando “el mundo toma en serio la cocina que se hace en el territorio”.

Un mundo lejano e inaccesible para los presos de Puig de les Basses, que durante un tiempo no volverán a pisar la calle. Es el caso del celador Joan Vila, que con 52 años cumple una condena de 127 (el límite legal son 40).

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O el del médico Josep Costa, el exjefe de Urgencias del hospital de Salt, condenado a ocho añospor abusar sexualmente de cinco pacientes. “¿Cómo se puede mejorar lo que comemos, no de calidad, si no en cuanto al gusto?”, pregunta Costa al cocinero para la revista de la cárcel. En el paseo previo también nos cruzamos con don Juan Cortés, El Dientes. Le detuvieron hace dos semanas los Mossos en Figueres acusado de dirigir un clan que tenía un búnker repleto de marihuana, bajo tierra. Él no se ha acercado a la estrella invitada.

“Quizá sería posible que dejara algún cocinero de muestra en la prisión”

“Quizá sería posible que dejara algún cocinero de muestra en la prisión”, pide al final un preso, que tenía por todo referente a Arguiñano. El cocinero promete que el jefe de cocina visitará al Celler, de donde volverá con nuevas ideas. Y alaba su comida —el menú del día es pollo con sanfaina o berenjenas rellenas—. Ya con las luces encendidas, y el acto acabado, Melvin pide un autógrafo en su libreta de cuadros al reconocido cocinero. Su familia tiene un restaurante en Perú. A Roca le ha parecido muy provechosa e interesante la visita. El abogado Carles Monguilod (defensor en su día de Vila y de Costa y ahora de El Dientes) le ha encontrado una sola pega al cocinero: “Te ha faltado despedirte diciéndoles que cuando vuelvas para otra charla esperas no ver a ninguno de ellos. Te los hubieses metido en bolsillo”.

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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