Mickey Mouse en la Guerra Civil

La imagen es dramática: en Puerta del Sol esquina con Montera ha caído una bomba del ejército de Franco. Los madrileños en sepia de la Guerra Civil observan los destrozos, cascotes, hierros retorcidos, palas, y una pancarta cruza la calle animando a la resistencia ciudadana. De pronto, en medio de este desasaguisado, aparece, a todo color, la alegre pareja de Minnie y Mickey Mouse, en versión muñeco para fotos turísticas, de ese que abunda ahora por el centro. Y no es un capítulo del Ministerio del Tiempo.

La insólita mezcla del difícil pasado y el colorido presente es obra del fotógrafo Javier Marquerie Bueno, que se ha dedicado, mediante técnicas de collage digital, a mezclar fotos de la guerra en Madrid con otras tomadas hoy en día desde exactamente el mismo punto. “Es como si hubiesen dejado una cámara filmando durante casi 80 años quieta en el mismo lugar”, dice el artista, “y como si yo me hubiese limitado a coger el primer fotograma y el último”.

Madrid, qué bien resistes es el título de la exposición que recoge 32 de estas composiciones (hay hasta 122) en la galería standARTe (Padilla, 1) hasta el 15 de julio, dentro del Off de PHotoEspaña. Aquí se ve el terrible contraste entre aquellos años de plomo y nuestra actualidad que, si bien es bastante convulsa, no tiene punto de comparación con los rigores de la guerra: conviene no olvidar. “Todos sabemos que en Madrid hubo guerra, asedio, asesinatos, hambre, pero cuando lo ves en las fotos de archivo te impresiona igualmente”, dice Marquerie.

Aquí heroicos soldados leales que habían triunfado en Getafe desfilan delante de un cartel del musical El Rey León, y la gente que, habiendo perdido su casa, se iba a vivir al metro se roza con los actuales ajetreados urbanitas que pululan por una ciudad muy diferente. “Aunque algunos comercios, como la tienda de lotería y la de abanicos de Sol siguen siendo los mismos”, apunta el fotógrafo.

La serie, que se divide en cinco capítulos (La vida, El viaje, El cascote, La guerra y La sangre) entraría dentro de la corriente llamada refotografía, que consiste precisamente en ir a los mismos lugares donde algo ocurrió y volver a fotografiarlos. Marquerie se inspiró para este trabajo en otro de Bleda y Rosa en el que viajan a fotografiar campos de batalla (Waterloo, Navas de Tolosa, Covadonga) muchos años después: “Ahí habían ocurrido cosas tremendas pero ahora solo quedaban paisajes más o menos apacibles”, dice el autor. Así que, en principio, Marquerie trató de contraponer nuevas y viejas imágenes (muchas provenientes del Archivo Rojo y de las cámaras de fotógrafos como Capa o Guzmán) y, por cuestión de serendipia, acabó fundiéndolas en estos collages, en los que reconoce una función didáctica.

Para volver a encontrar las localizaciones exactas (a veces nada obvias) tuvo que patearse barrios como Vallecas o Argüelles con las fotos impresas en la mano, siempre trabajando con diseños ópticos de los años 30 y 40 adaptados a cámaras digitales. “Me gusta usar estas ópticas que me hacen trabajar más despacio, pensar más las fotos y obtener mejores resultado”, dice Marquerie, “siempre con un respeto total hacia aquellos fotógrafos que trabajaban en las peores condiciones posibles, las de una guerra”.