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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Modelando a los usuarios

El ciudadano entrega gratuitamente todo tipo de información sobre sí mismo que, debidamente transformada, le retorna en forma de indicaciones de vida y de consumo adecuadas a la dinámica económica

Josep Ramoneda

Michel Foucault utilizó el panópticon, la forma que sirvió a Jeremy Bentham para modelo del sistema penitenciario moderno, para describir el modo de gobernanza que se impuso con la revolución industrial y el triunfo del capitalismo. Lo que era una proyecto carcelario, podía servir como idea arquitectónica para cualquiera de las instituciones que surgían en aquel momento con un objetivo: disciplinar la sociedad. La plaza pública en la que antes se encontraban todos se fue despoblando: los niños a la escuela, los jóvenes al cuartel para el servicio militar, los locos al manicomio, los trabajadores a la fábrica, los delincuentes a la cárcel, los desamparados al asilo, y así se iba configurando una sociedad en la que cada cual tenía un sitio asignado para optimizar el rendimiento del sistema. El propio Michel Foucault describió también el paso del sistema disciplinario al de control de población. Ya no se trataría tanto de dirigir y situar a cada cual en el lugar adecuado para mejorar la funcionalidad del sistema, como de crear unas condiciones, un medio, en el que los ciudadanos fueran modelados para que sus comportamientos fueran espontáneamente adecuados.

Es ahora, en la sociedad digital, donde este modelo de gobernanza parece adquirir su forma más sofisticada. El ciudadano entrega a diario gratuitamente todo tipo de información sobre sí mismo que, debidamente transformada, le retorna en términos de indicaciones de vida y consumo aparentemente ajustadas a su manera de ser y adecuadas a la dinámica económica. Para llegar hasta aquí ha sido necesario consolidar previamente un proceso de individualización. Hacer crear al ciudadano que es un sujeto autosuficiente, capaz de desarrollarse en lucha permanente con los demás. Es decir, generar un individualismo radical que debilita el vínculo comunitario, sin reforzar la condición del sujeto. Una sociedad en la que sólo existen los individuos.

La culminación de este proceso es la tan celebrada figura del emprendedor. Icono empresarial de nuestro tiempo, que tiene en la start up su signo de distinción con marca digital. El emprendedor es el que se convierte en explotador de sí mismo. Y lo hace con la creencia de que ha llegado a ello por un acto de libertad. Es el grado más sofisticado de la explotación: sin siquiera derecho a queja (tu eres tu propio dueño, esclavo de tu propia libertad). El periodista Andrew Keen, autor de Internet no es la respuesta, lo dice sin eufemismos: “Somos ratones encerrados en jaulas rodeadas de grandes compañías”. Como el propio Michel Foucault decía, el poder es relación y, en este sentido, nunca es absoluto, siempre queda algún espacio para la resistencia. Todo modelo de dominación genera sus contrarios. Y el potencial tecnológico de las redes ofrece instrumentos poderosos de respuesta.

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Esta forma de dominación está dañando gravemente la política democrática. Dónde la reducción del espacio de lo posible se hace cada vez más evidente, hasta el punto de que el papel ancilar de la política está asumido socialmente: los que mandan son otros. Cualquier intento de reconstrucción del protagonismo ciudadano, pasa por restablecer vínculos, es decir, por redimir al homo economicus de su fatal aislamiento. Por eso, es lógico que las formas de acción política que luchan por ampliar el espacio de lo posible, es decir, por resistir, se articulen en torno al discurso de lo común. No para alienar el individuo en proyectos utópicos sino para alejarle de la alienación en sí mismo que conduce inevitablemente a la melancolía y al sin sentido.

Los tiempos pasan pero los planos de la arquitectura de gobierno siguen siendo dibujados por quién tiene la hegemonía, es decir, quien ha conseguido ejercer la capacidad normativa sobre los ciudadanos: que estos mimeticen su conducta. Nadie duda de que hoy está en manos del poder económico, ¿ofrece la sociedad digital la posibilidad de modificar esta hegemonía o, al contrario, la consolida pero en manos de un grupo más reducido que nunca? Dicen que la economía digital pone al usuario —eufemismo para no decir consumidor, pero tampoco ciudadano— en el centro de la escena. ¿Cómo sujeto o como objeto? Me temo que lo segundo. Y que en manos de unos pocos megaservidores y sus logaritmos está la creación de individuos adaptados a la nueva ficción global.

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