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“Esto se venía venir”

Los vecinos de la urbanización de El Pocero en Seseña, a pocos cientos de metros del incendio, ha sido desalojado

J. A. Aunión
Incendio en el cementerio de neumáticos de Seseña desde la urbanización El Quiñón.
Incendio en el cementerio de neumáticos de Seseña desde la urbanización El Quiñón.Carlos Rosillo

A la una de la pasada madrugada, Luis Martín y su mujer empezaron a ver cómo se iluminaba el techo de su habitación. Se levantaron de la cama y, asomados a la ventana, localizaron un fuego en un extremo del enorme cementerio de neumáticos que tienen al otro lado de la carretera, a unos pocos cientos de metros de su casa en El Quiñón, la famosa urbanización construida por el Pocero en el término municipal de Seseña. “Enseguida llegaron los bomberos”, cuenta Martín, de 50 años, que ha estado despierto durante toda la noche, viendo cómo el incendio se iba extendiendo por todo el vertedero hasta crear una gigantesca columna de humo negro que por la mañana ya era visible a decenas de kilómetros de distancia. “Me recuerda a las imágenes de la guerra de Irak, cuando se quemaban los pozos de petróleo”, decía Martín a eso a de las 11.30 de la mañana, bajo la enorme columna de humo que cubre el cielo de la urbanización.

Muchos de los cerca de 9.000 vecinos que viven en la urbanización la han ido abandonando a lo largo del día por propia voluntad. Sin embargo, sobre las cinco de la tarde, el Gobierno de Castilla-La Mancha ha decidido desalojar a todos los que quedaban en sus casas (unas 1.000 personas) ante el riesgo ante el riesgo de que la nube de humo afecte a la población.

Según el informe de la Unidad de Análisis y Planificación de Incendios Forestales de Castilla-La Mancha, el pronóstico meteorológico dice que a partir de las nueve de la noche las condiciones de dispersión de la columna de humo son "poco favorables", es decir, que favorecerán "la concentración de elementos tóxicos a favor de viento y el riesgo de que llegue a la población", según informa en una nota el Gobierno de Castilla-La Mancha.

La Delegación del Gobierno y el Ayuntamiento de Seseña movilizarán a la Guardia Civil y la Policía Local, así como voluntarios de Protección Civil y Cruz Roja para llevar a cabo el desalojo; además, cinco ambulancias evacuarán a las personas enfermas y una UVI móvil permanecerá en el lugar. Los vecinos desplazados dispondrán de 850 plazas de alojamiento repartidas en un polideportivo y dos colegios del casco urbano de Seseña y en dos colegios de la localidad de Esquivias. Pasadas las 18.30 horas, una vez estuvieron listos 22 autobuses para sacar de allí a todos los que no dispusieran de vehículo, comenzó la evacuación, con agentes pasando bloque por bloque y casa por casa para avisar a los vecinos.

A media mañana, a pesar de que desde muy temprano la policía había recomendado  cerrar las ventanas de su casa y salir lo menos posible, vecinos y curiosos (incluidos tres intrépidos ciclistas) todavía se paseaban por la zona con el móvil en la mano, bien para ir informando a familiares y amigos, bien para tomar unas imágenes que parecen sacadas de una película de desastres. Las llamas en la base de la columna de humo se distinguen perfectamente desde la urbanización; solo les separa la autopista de paeje R-4, con sus vías de servicio. 

Así, a unos pocos cientos de metros del fuego, entre el ruido de los helicópteros, José Antonio Rodríguez, de 44 años, protestaba: "Se veía venir". Rodríguez vive desde 2008 en El Quiñón. "Esto se sabe desde hace años y está denunciado. Cuando se hizo la urbanización, el vertedero ya estaba aquí y el Pocero dijo que lo iba a arreglar, pero mira, ahí sigue", continuaba Rodríguez. "Sí, estoy muy enfadado", añade. Esta mañana, su mujer y él dejaron bien cerradas las ventanas de su casa y han ido a llevar a su hijo de 5 años al colegio en Móstoles. Después, él volvió a echar "un vistazo" al fuego.

Así, entre el enfado, la preocupación y las dudas sobre la peligrosidad del incendio y del negrísimo humo, que produce el característico y desagradable olor a goma quemada, algunos vecinos han ido ido cogiendo las maletas desde muty temprano para pasar la noche fuera –como Teresa, que se va a casa de un familiar a la ciudad de Madrid- o todo el fin de semana. “Yo me voy a Galicia, que allí no creo que llegue el humo”, gritaba un hombre en la calle Rembrandt. Se lo comunicaba a Juan Fernández, dueño de una tienda del barrio. “No, yo no cierro; la gente tendrá que salir a comprar el pan”, decía antes de quejarse por lo que el daño que puede hacer el incendio a su negocio.

Muy cerca, los operarios de una empresa de mantenimiento sí recogían sus bártulos – “Aquí ya no hay nada que hacer”, decía uno--, mientras dos mujeres asiáticas con una niña pequeña se apresuraban a meterse en casa. Los colegios e institutos de Seseña se han cerrado hoy. Así lo recuerdan Cintia (de 17 años) y Estefanía (de 16) que se acaban de comprar unas mascarillas en la farmacia. “Qué vamos a hacer, teníamos que sacar al perro y no tenemos carné para ir a pasearlo lejos de aquí”, dice una tercera amiga, Rokaya, de 18 años.

A mediodía, los vecinos que se han quedado en casa permanecen atentos a las noticias que llegan de los servicios de emergencia –coches de policía local y protección civil de Seseña recuerdan con un megáfono el cierre de ventanas-, a la negrísima columna de humo que pasa sobre sus cabezas y al viento que la mueve en una y otra dirección. Además de la posible toxicidad del humo, varios vecinos (un total de cuatro) han sido atendidos por esta causa, a Luis Martín le preocupa que, cuando llueva, todos los productos tóxicos quemados se filtren al subsuelo. Y también se queja: “Yo paseo mucho por allí en bicicleta y no había preparados cortafuegos ni nada”.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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