Los errores de la alcaldesa
Ada Colau no calibró que su posición crítica con el Mobile cuando era activista la convierte en potencial culpable de todos los males
La alcaldesa de Barcelona ha saciado con creces a quienes esperaban el más mínimo resbalón durante el congreso de telefonía móvil para saltarle a la yugular. Y lo cierto es que, una vez más, la alcaldesa y su equipo se lo han puesto fácil. Ada Colau no calibró bien que su posición crítica con el Mobile en su etapa como activista la convertía ahora en potencial culpable de todos los males, sean o no atribuibles a su gestión.
Por buena que fuese su intención, la alcaldesa erró al pensar que podía pasar en apenas nueve meses de la agitación callejera a la mesa de negociación colectiva —en el lado de la patronal— sin sufrir rasguño alguno. Se equivocó dejando enquistar un conflicto laboral con los trabajadores de TMB que ya en octubre pintaba mal y que ahora se antoja irresoluble.
Cuando finalmente la alcaldesa ha saltado a la arena de la negociación y ha cogido las riendas personalmente, los sindicatos de TMB no solo no se han ablandado, sino que han subido el precio del acuerdo. La CGT ha aprovechado que Colau no solo se juega su credibilidad como alcaldesa, sino una carrera política que va mucho más allá de la plaza de Sant Jaume lado mar.
El Mobile comenzó con una huelga de metro, después llegó la del bus para volver hoy a los paros del suburbano. Los problemas en la flamante L9 y los inoportunos —e imprevisibles— accidentes en los accesos a Barcelona no han hecho más que empeorar la circulación justo cuando la ciudad necesitaba dar su mejor imagen.
Ciertamente, la mala suerte existe. Pero los vaivenes del gobierno municipal con la feria de los móviles y los problemas de esta semana han incrementado la sensación de que el Mobile le viene grande a este ayuntamiento.
El problema original es que el equipo de gobierno no siente esta feria como un patrimonio de la ciudad. Y esto no pasa solo con el Mobile. El equipo de Colau actúa así con toda la herencia recibida. Lo que no estaba en su programa se aparca, se olvida, se menosprecia o las tres cosas a la vez; incluso antes de tener una alternativa sólida. Se paraliza la apertura de hoteles sin contar con todas las garantías legales. Se pone fecha al tranvía antes de tener los estudios técnicos y los apoyos políticos. Y después, claro, toca rectificar.
Repudiar la herencia recibida no es dramático en sí mismo; lo hacen casi todos los nuevos gobernantes. Lo malo llega cuando se paraliza lo existente y no se pone en marcha la propia agenda. Y Colau no lo ha hecho, entre otras cosas porque no tiene mayoría en el Pleno.
La alcaldesa sale debilitada de la primera gran prueba de fuego que afronta Barcelona bajo su mando. No es el fin del mundo; puede rectificar. Eso sí, Colau necesita imperiosamente construir un gobierno fuerte y concretar su proyecto de ciudad. Necesita socios. Y para lograrlo tocará hacer cesiones, y hacerlo rápido. Si no se apresura ¿Quién querrá vincular su suerte a la de una líder magullada?
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