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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gastronomía de resaca

El autor propone restaurantes donde reponerse de una noche de copas con opciones como un desayuno inglés o un cachopo

Xavi Sancho
Plato de cachopo en el bar El Cogollo.
Plato de cachopo en el bar El Cogollo.cristóbal manuel

Cuando un humano se levanta con la boca seca, la sensación de que alguien está tirando tabiques dentro de su cabeza y repitiendo sin cesar, mientras deambula cautivo y desarmado por su casa, que nunca más volverá a ingerir alcohol, pronto siente la irrefrenable necesidad de ingerir esos alimentos que llegan donde el Ibuprofeno no puede ni soñar. La comida del día siguiente se afronta del mismo modo que las cañas la noche anterior: sin mirar atrás y sin valorar las consecuencias. Ya pensaremos en el puente del colesterol cuando llegue la hora de cruzarlo. Así, es vital que uno tenga en su agenda una serie de alimentos y lugares en los que consumirlos cuando se enfrenta al drama gastronómico que es la resaca. El brunch y la hamburguesa acompañada de cosas que jamás deberían ir acompañando una hamburguesa son las opciones contemporáneas y de tendencia. Pero en momentos de crisis –como es este caso- uno debe pensar, no en lo que haría su amigo con barba, sino en lo que elegirían sus mayores.

La primera opción, clásica e infalible, es el desayuno inglés. Para eso, ningún lugar mejor que el Bristol Bar (Almirante, 20). Ahí están buenas hasta las alubias en salsa de tomate. Y la luz es tenue. Y tiene sillones. Otro clásico recurrente es el cachopo, esa bestia asturiana con la que se podrían invadir países. El mejor se encuentra en El Cogollo (Lechuga, 3). Pero tiene un problema: cierra los domingos. Es hora de hacer un Change.org para que dejen de lado esta cruel excentricidad. El plan b, si el antojo de cachopo no remite, es El Escarpín (Hileras, 17), más sofisticado y algo menos voluminoso, pero se le perdona todo gracias a esa crema de cabrales que lo acompaña. La tercera opción es acercarse a Melos (Ave María, 44) y pedir una zapatilla, que no es más que un bocadillo de pan gallego del tamaño de un portaaviones relleno de lo que debe ser medio kilo de lacón y queso de tetilla fundido. Sube las endorfinas más que correr dos maratones. Eso sí, para celebrarlo (y bajarlo) dan ganas de tomarse unas cañas. Y hala, vuelta a empezar.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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