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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Preparando el futuro

Más corrupción y menos democracia son las divisas de los conservadores. Por ello, para el bien de las generaciones futuras, es necesario, que el 20-D ganen las izquierdas

Puede parecer tópico repetir que las elecciones del 20-D son muy importantes, sin embargo creo que son cruciales para iniciar el camino hacia una sociedad más sostenible y más justa. Evidentemente, este andar solo nos puede llevar a buen puerto si son las izquierdas (en plural) las que ganan el próximo domingo. Las fuerzas de la derecha que han gobernado en España y Cataluña ya nos han demostrado lo que son capaces de hacer tanto en el ámbito económico, como en el social y el ecológico. Nos han demostrado que más corrupción y menos democracia son las divisas añejas de los conservadores. Así quien vaya a votarlos o es que vive de su latrocinio o es un masoquista o un abducido.

Creo que nuestra sociedad soporta unos niveles de desigualdad, paro, corrupción, pobreza, contaminación, fraude fiscal que ya no son asumibles. Nuestra democracia ya no puede soportar este peso sin fracturarse y en consecuencia, iniciar una deriva hacia populismos autoritarios. Por esto, creo necesario que el próximo Gobierno de izquierdas lleve a cabo reformas radicales en los siguientes ámbitos:

1. Lucha contra las desigualdades y la pobreza. Es necesario intervenir en la distribución de la renda, que deberá sostenerse sobre dos pilares: una renta básica universal y una profunda reforma fiscal. La primera, porque no hacen falta los paliativos asistenciales como los que se proponen (renta mínima garantizada, de inserción, ingreso mínimo vital), ya que son subsidios y, como tales, están condicionados al hecho de tener que demostrar ser pobre. La renta básica es la respuesta al derecho a la dignidad humana y tiene que ser universal e incondicional. Mediante una reforma del IRPF, saldría beneficiada el 80% de la población por la transferencia desde el otro 20% más rico. Con esta distribución de la renta, nadie estaría por debajo del nivel de pobreza y cualquier persona podría negociar qué condiciones de empleo le resultan aceptables. En segundo lugar, una reforma fiscal donde toda la ciudadanía tribute por sus ingresos, y a las empresas (industriales y financieras) se les aplique los mismos niveles impositivos que a las rentas del trabajo. Esta reforma, tal y como aconsejan los inspectores fiscales, eliminaría todas las bonificaciones o deducciones a los impuestos, porque la RBU ya hace esta función por las rentas del trabajo. En este marco se debe plantear también una reducción pactada de la jornada laboral para hacer frente a la precarización, al lento crecimiento del empleo y al cambio tecnológico que nos conducen a una reducción de los puestos de trabajo.

Penalizar la especulación mediante una legislación impositiva y llevar a cabo una lucha decidida contra el fraude fiscal

2. Una política efectiva de lucha contra el cambio climático. A pesar de los frustrantes e insuficientes avances de la Cumbre de París, hace falta desarrollar una política ecológica que integre dos niveles. El primero, en el ámbito de la fiscalidad ambiental para crear una nueva estructura fiscal dirigida a corregir comportamientos (consumo e inversión) y los encamine hacia la eficiencia y el consumo ambiental sostenible. El segundo, desarrollar un nuevo modelo energético basado en las energías renovables y en la paulatina y, definitiva, eliminación de los combustibles fósiles (estamos en el peak oil), fomentando el consumo responsable, la agricultura ecológica y la movilidad colectiva.

3. Una sociedad radicalmente democrática. Primero, en el ámbito de la economía, interviniendo en el mundo de las finanzas con la creación de un banco público, penalizando la especulación mediante una legislación impositiva y llevando a cabo una lucha decidida contra el fraude fiscal. Segundo, en el ámbito de las políticas públicas, con una legislación radical contra la corrupción pública y privada. Al mismo tiempo sería necesaria la creación de una agencia pública que evalúe, a partir de indicadores transparentes y sencillos, el impacto de las políticas públicas o privadas sobre el bienestar de la población y del medio ambiente del país. Y tercero, en el ámbito constitucional, una profunda reforma que supere los condicionantes históricos y plantee de forma consensuada y refrendada, los cambios en la forma y el modelo de Estado, en el sistema electoral y en el resto de ámbitos, para asegurar una mejor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas.

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Estoy convencido que la mayoría de la ciudadanía estaría de acuerdo con estas propuestas. Todas ellas, juntas, no las he encontrado en ningún programa. Sí figuran de forma aislada e incompleta, en los programas de los partidos de izquierdas. Por este motivo es necesario, para el bien de las generaciones futuras, que el 20-D ganen las izquierdas.

Joan Boada Masoliver es profesor de Historia

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