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Cecilia Bartoli deslumbra al Palau con su furor barroco

La mezzosoprano cantó temas de autores que triunfaron en la Rusia de Catalina la Grande

Cecilia Bartoli tras su actuación en el Palau.
Cecilia Bartoli tras su actuación en el Palau.Antoni Bofill

Pocas divas de la ópera transmiten tanta frescura en el escenario como Cecilia Bartoli. Pasan los años —debutó en el Liceo en 1991 con una deliciosa Rosina de El barbero de Sevilla rossiniano— y sigue derrochando simpatía, sensibilidad y virtuosismo vocal en cada nueva actuación. La famosa mezzosoprano romana nunca defrauda y anoche, en su regreso al Palau de la Música, con las entradas agotadas desde hace dos meses, y a pesar de arrastrar un soberano resfriado, conquistó al público en una velada cuajada de sorpresas barrocas.

Tiene buen olfato la Bartoli a la hora de escoger a sus compañeros de gira y en los últimos años disfruta, y mucho, con la compañía del conjunto suizo con instrumentos de época I Barocchisti, bajo la dirección de su fundador, Diego Fasolis. Y con ellos ofreció, en plena sintonía, un curioso programa bajo el título De Venecia a Sant Petersburgo, nuevo ejemplo de su certero instinto para combinar lo nuevo y lo conocido en sus conciertos.

Antonio Vivaldi, por ejemplo, es una fuente inagotable de sorpresas. Bartoli; lleva décadas explorando su catálogo operístico, del que cantó en la primera parte cinco arias procedentes de Ottone in Villa, Griselda, Giustino y otras dos óperas en las que alcanzó momentos de enorme intensidad expresiva: Orlando furioso, con delicado acompañamiento de flauta, y Farnace.

CECILIA BARTOLI

De Venecia a San Petersburgo. Cecilia Bartoli, mezzosoprano. I Barocchisti. Diego Fassolis, director. Palau, 3 de noviembre

La voz acusa el paso del tiempo y sus efectos se notan en algunas agilidades y ornamentos, resueltos ahora con más esfuerzo. Pero en los pasajes de más delicado lirismo, Bartoli sigue siendo una mezzosoprano con coloratura capaz de hechizar al público con exquisitos matices.

Como traca final de la primera parte, abrió el abanico de sorpresas de su último disco, en el que rescata arias de autores barrocos que triunfaron en la Rusia imperial en tiempos de Catalina, la Grande. Son tesoros líricos del archivo del Teatro Mariinski de San Petersburgo que Bartoli interpretó con absoluta pasión, como las arias de Hermann Rapauch, de sus óperas Altsesta, en ruso, y Siroe, re di Persia, en la que derrochó bravura vocal.

Se disfrutaron más curiosidades en la segunda parte; una bellísima aria de Francesco Domenico Araia, de su ópera Seleuco, con una bucólica introducción orquestal con oboe solista y cantos de pájaros, y dos arias de La clemenza di Tito, de Johann Adolf Hasse, compuesta 64 años de la ópera homónima de Mozart.

El programa, completado por la estupenda orquesta con oberturas y piezas de Vivaldi, Araia, Raupach, Hasse y Galuppi, se cerró con la pirotecnia de Nicola Porpora —una aria de Adelaide, pura orfebrería canora, y en la tanda de propinas, un aria de Agostino Steffani que incluye un espectacular duelo vocal con una trompeta provocó el delirio del público.

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