“Las atrocidades de hoy son dignas del imperio romano”, dice Simon Scarrow
El ganador del III Premio Barcino de novela histórica recoge hoy el galardón
El escritor británico Simon Scarrow (1962), flamante ganador de la tercera edición del Premio Barcino de novela histórica y autor de una de las mejores series de romanos de todos los tiempos, la que protagonizan Cato y su amigo Macro bajo las águilas en tiempos de Claudio, sigue teniendo recio aspecto de legionario de confianza, de esos que desataban el infierno en los bosques de Germania bajo las órdenes del general Maximus. Y eso que ya no se ejercita, según me dijo ayer, con la balista, ni hace la instrucción con los frates de la reconstrucción histórica. Conserva, eso sí, su lorica musculata,la coraza con chocolatines de los tribunos y legados. Lo que le ha cambiado sobre todo, explica, es el carácter. Se ha vuelto —como su personaje Cato— menos idealista, menos flexible, más intransigente con las cosas que no le gustan, como, por ejemplo, dijo, David Cameron, al que le gustaría hacer morir “de manera horrible” en alguno de sus libros (en los que generalmente todo el mundo muere así), lo que sería una buena “venganza de los cerdos” (en referencia al Piggate y los actos de zoofilia del primer ministro en sus juergas estudiantiles). La edad, aduce, y un divorcio, lo han agriado un poco.
Ha llegado Scarrow a Barcelona, ciudad que conoce bien y que una vez, por Sant Jordi, incluso recorrió escoltado por un grupo de legionarios, para recoger el Barcino (esta tarde en el Saló de Cent del Ayuntamiento) y en feliz coincidencia con la aparición en España de la entrega 13 de su serie, Hermanos de sangre (Edhasa). En realidad, Scarrow ya está a punto de publicar en Gran Bretaña su siguiente título, el 14 º, y asegura que ya tiene contratados dos más y que proyecta llegar a los 25. Y eso que inicialmente su editor pensaba en 3, su agente en 5 y él mismo en 10. Cosas del éxito.
Explicó ayer Scarrow que había planeado matar al final a los camaradas Cato y Macro en el año 69, el tan tumultuoso de los cuatro emperadores (Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano: véase Suetonio), haciéndolos enfrentarse el uno con el otro. Los lectores se opusieron vehemente a ello así que ha decidido dejarlos retirarse tranquilamente del ejército y montar una bodega en un sitio relajado como... Pompeya. En fin, ya veremos, que hay aún mucha novela por escribir. Es divertido porque en todo caso allí coincidirían a lo mejor con otro personaje romano cuyo final ha planificado también en la alegre villa del Vesubio otra novelista (asimismo de Edhasa y ganadora también, en su primera edición, del Barcino: Lindsey Davis): Marco Didio Falco.
Fragmentos de ‘Hermanos de sangre’
Macro blandió la espada sobre el brazo del lancero desgarrando carne y músculo y cortándolo por completo. Siguió corriendo, sabiendo que el miembro cortado se agitaba bajo su bota.
—¿Paz? —Caractaco escupió la palabra—. Habéis convertido nuestros pueblos y ciudades en un erial, y habéis sembrado las ruinas con los cadáveres de nuestra gente, ¿y a eso le llamáis paz?
—Un druida —dijo Cato—. Mierda.
El borde del hacha del guerrero brigante se estampó en el cráneo del legionario, reventándole las órbitas de los ojos y el puente de la nariz.
A Davis (que se había enfadado mucho con él por bromear en una novela con su personaje) se refirió ayer Scarrow: “Hemos superado diferencias. Ahora somos amigos. Nunca pretendí ofenderla. Es una mujer muy inteligente y brillante, no tengo sino gratitud hacia ella: abrió el mercado para todos nosotros. Fue la primera en escribir de romanos desde el punto de vista de un personaje ordinario, un romano de la calle”.
Las novelas de Scarrow han aumentando en violencia. La última, Cuervos sangrientos —trasposición al limes de Britania de El corazón de las tinieblas, con un siniestro jefe de caballería llamado Quercus (Kurtz), era un literal baño de hemoglobina. El autor admite esa escalada, lo que achaca también a la edad, Añade que las guerras tienen eso y que basta con ver lo que hacen los bárbaros actuales que son los militantes de Estado Islámico. Reflexionó no obstante que las atrocidades bélicas de EE UU son dignas del Imperio romano. Y en ese sentido señaló que decapitar o dirigir con un dron la destrucción de un pueblo en Afganistán no son cosas tan diferentes. “Las legiones romanas también mataban en nombre de la civilización”
Scarrow recordó ayer que además de novelas romanas ha escrito de otras épocas. Como del sitio de Malta por los turcos en La espada y la cimitarra, en la que aparecía un personaje catalán llamado Mas, que era muy tozudo. El novelista agradeció a su editor español Daniel Fernández haberle introducido en nuestra historia y nuestra política. De la actualidad soberanista mostró una comprensión similar a la de Julio César con los eburones y calificó al procés, como al independentismo escocés, de “dificultades regionales” y “patriotismo parroquiano”.
Recientemente ha escrito una novela ambientada en Grecia en la II Guerra Mundial en la que los alemanes no salen bien parados, cosa que agradecerán mucho los griegos y, apuntó con sorna, los poseedores de un Volkswagen.
Scarrow prepara otra serie, ambientada en el siglo III, pero no quiere dar detalles porque ya una vez le levantó el tema (la marina romana) otro escritor. “Hay menos honorabilidad entre autores que entre ladrones”, sentenció.
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