Fuerza macho, fuerza alfa
La catástrofe ha sido arrasadora: Mas y Rajoy han obviado los excesos verbales de sus subordinados, unos fundando la democracia en el cumplimiento ciego de la ley y otros jaleando su alegre incumplimiento
Como de golpe andamos todos haciendo chequeos de salud democrática, me he aplicado diligentemente a empezar por mi casa. No puedo contarles los resultados porque son calamitosos: yo no suelto el mando a distancia jamás, antes muerto que desposeído del mando.
He dejado correr el chequeo doméstico a toda prisa para concentrarme en el ejercicio del poder público. Y el laboratorio más vistoso de salud democrática está en el comportamiento de los presidentes, catalán y español, a día de hoy al menos, aunque uno esté en funciones, y el otro a punto de estarlo. Los dos están, en realidad, a punto de irse a casa, con un poco de suerte, y quizá por eso los resultados de mi chequeo son de andar por casa, aunque en la mía nadie está irrestrictamente sujeto a la Constitución pero sí a acuerdos de convivencia y a ser consecuente con ellos.
La catástrofe ha sido arrasadora. He contado ingentes ocasiones en que ambos líderes callaron y dejaron pasar linchamientos en forma de 140 caracteres que debían haber desautorizado, condenado y repudiado; he contado infinitas omisiones en sus intervenciones públicas que obviaban declaraciones y extralimitaciones verbales de sus subordinados, ministros y consellers, cuando unos fundaban la democracia en el cumplimiento ciego de la ley y los otros jaleaban el incumplimiento alegre de la ley.
Ni Rajoy creía necesario intervenir para enseñar a sus colaboradores que la ley es una pero la interpretación de la ley es racional, y no mecánica ni automática, ni Mas intervenía para reeducar a algunos energúmenos y negarles la impunidad que creen disfrutar en gracia a sus sueños íntimos y sus banderas públicas.
Tampoco han experimentado ninguno de los dos desasosiego visible cuando sus terminales políticos martilleaban negaciones flagrantes de la fuerte mayoría parlamentaria independentista en el Parlament, mientras Artur Mas celebraba arrebatado la victoria del sí en la elecciones del 27-S, ignorando a conciencia unos y otros los resultados, defraudando formalmente el crédito moral y no político que ambos recibieron electoralmente, y deformando la realidad para corromper la información, incluso la objetiva, mientras unos hablan por un solo pueblo que no existe y otros hablan por una ley de piedra que tampoco existe. Uno reduce Cataluña a menos de la mitad de su población, como si nada le hubiese apartado de la campaña electoral que dura cuatro años ininterrumpidos y donde no ha dejado de actuar como jefe de propaganda de los catalanes partidarios de la estelada, mientras Rajoy despachaba una potente mayoría parlamentaria como asunto comarcal de trámite y piedra pómez.
Quizá por todo esto junto, no había senyera a la vista el día que fue Mas a transmitir, de forma tan respetuosa como institucional, el mensaje al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de que no incurriesen en la debilidad comprensible y humana, pero reprobable, de ceder a la presión indeseable de poderes lejanos, rancios, antiguos y malsanos instalados en la España telúrica, y atendiese el alto tribunal la elocuente presencia en la calle de su Gobierno en pleno y, así, sus señorías acertasen con la dirección correcta en la cuestión que tenían entre manos. Y, desde luego, sin prejuzgar en absoluto la indepedencia judicial, sí le advertía cortesmente de que, dijese lo que dijese el Tribunal, no dejaba de ser un Tribunal desafecto y Artur Mas no acata decisisones de tribunales desafectos porque iba a seguir haciendo lo que mejor le pareciere y conviniere, obligado como está a acatar el mandato de la mayoría independentista en el Parlament como única mayoría del país por ausencia de ninguna otra, dada la evidente confusión de los catalanes que han votado candidaturas no independentistas sin saber que son indepedentistas porque son catalanes.
Uno reduce Cataluña a la mitad de su población... otro despacha una potente mayoría parlamentaria como asunto comarcal de piedra pómez
Al lado de todo esto, me he quedado aliviadísimo de los niveles de polución democrática de mi casa. Si alguno de mis hijos hubiese querido hacer conmigo algo parecido a lo que han hecho los dos presidentes —tomarme por idiota, engañarme con descaro, chulearme y perdonarme la vida a la vez, ser inconsecuente, retarme por la fuerza macho o por la fuerza alfa, victimizarme para eludir los acuerdos, chantajearme con denunciarme al juzgado de familia o traerse a los colegas a casa para acogotarme-— creo yo que lo hubiese echado de casa, que es lo que habrá que hacer democráticamente con dos pertinaces defraudadores al Tesoro público del poder.
Jordi Gracia es profesor y ensayista
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