Crecen las familias de clase media que no pueden pagar sus deudas
Cáritas alerta del auge de personas empobrecidas por la crisis que recurren a los préstamos rápidos o se ven atrapadas por el crédito
El matrimonio de José y Ana vivía el sueño del ascenso social y la clase media. Vivienda familiar en Llefià (Badalona), ella repartía mercancías y él pintaba casas. Llegó la crisis y todo se desmoronó. Ana, al paro. José a competir con ofertas de 200 euros para arreglar pisos. Un día, en plena calle, un comercial ofreció al pintor una tarjeta de crédito. Creyó que podría ser buena idea. Dinero rápido para salir de apuros. El sistema funcionó un tiempo. “La tarjeta es muy golosa. Si no sabes usarla, o estás desesperado, es una horca”, recuerda.
No tardaron en llegar las llamadas a las 23.30 para reclamar las deudas. Ana también tenía una tarjeta, de cuando la vida les sonreía. “Les decía que queríamos pagar pero que acabábamos de perder la casa por un crédito familiar y no teníamos dinero. Al rato, volvían a llamar”, recuerda. “Uno es el responsable de las tarjetas, sí. ¿Pero cómo te las dan sin verificar tu situación?”, se quejan.
Hasta las puertas de Cáritas llegan muchos casos similares. “Familias empobrecidas por la crisis, que tiene altos gastos fijos que no puede mantener y que es complicado reducir”, explica Mercè Darnell, responsable de Programas y Servicios de la entidad. No están cuantificados, pero el perfil de los afectados muestra a personas que lo han intentado todo, que encadenan préstamos rápidos o deudas de tarjetas. “Muchos lo ocultan a sus parejas y cuando llegan aquí explota, creían que lo podían controlar, pero no”, añade.
No es el caso de José y Ana. Están juntos en esto. Ahora ella trabaja en un supermercado y él pinta lo que resulta. Su deuda es de 4.000 euros, pero llegó a los 6.000. Aún viven en su casa pero pagando un alquiler social. “Cada mes hacíamos números. Cubríamos lo mínimo y si quedaba algo pagábamos los 130 euros de cuota de la tarjeta”, explica José. “Cada vez que sonaba el teléfono pensaba que eran ellos para cobrar”, recuerda. Incluso para ofrecerle un nuevo préstamo.
La pareja ya no usa la tarjeta dorada, con un interés del 24% si se fracciona el pago. Ahora la guarda en un cajón. “Una vecina me preguntó: ‘¿Te da vergüenza ir a Cáritas a pedir ayuda?’ Estábamos tan mal que algún recibo de la luz nos ha ayudado a pagar. Te das cuenta de que no eres el único en esta situación”, confiesa Ana. José siente rabia cuando ve los anuncios televisivos de préstamos rápidos. “Juegan con lo mal que lo estás pasando”, lamenta.
Darnell señala que estas publicidades tienen un especial impacto en personas vulnerables. “Venden la idea de que si lo quiero lo tengo. Hasta promocionan que si un banco te ha rechazado ellos no lo harán. Y hasta ofrecen el primer préstamo sin intereses”, dice. “En Internet encuentras préstamos con tasas anuales equivalentes del 5.100% [en el mercado de las tarjetas de crédito ronda el 27%]”, explica Jordi Martínez, del Instituto de Estudios Financieros.
La entidad da formación financiera a familias vulnerables atendidas por 30 entidades sociales en Barcelona. Estos cursos, que se realizan con estudiantes de ESO de 262 escuelas catalanas, buscan dar claves sobre ahorro, deuda y operativa bancaria. “Los préstamos rápidos no son ilegales, pero es importante conocer las consecuencias de solicitar una ayuda a la desesperada”, dice Martínez. Cosas tan básicas como saber hacer un presupuesto o comprender las cláusulas y condiciones. “Aunque sepas qué dejarás de pagar algo, hay que tener claro cuáles son las prioridades”.
Martínez enfatiza en el ahorro. Lo que sea, para crear un colchón a largo plazo para evitar estos préstamos. José y Ana no evaden responsabilidades pero piden más control de las entidades bancarias. “He trabajado mucho de cara al público, pero nunca he engañado a nadie”, remata la mujer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.