9 d’Octubre: Construir Matria
La vicepresidenta del Consell defiende una Comunidad Valenciana relevante en España por su dinamismo y apertura y no por justo derecho de conquista
Es 9 d'Octubre, la fiesta de las valencianas y valencianos. Confieso que lo de celebrar el autogobierno, ese día en que nos identificamos como mujeres y hombres que compartimos una identidad y espacio comunes, coincidiendo con el día de la conquista de un rey, siempre me ha generado sentimientos ambivalentes. No obstante, creo que este hecho pasa a un segundo plano cuando lo contextualizamos en el ahora. Llegamos a este 9 de octubre después de un cambio político que ha supuesto un terremoto en el panorama político global. Un cambio político en que las valencianas y valencianos hemos decidido que no queremos seguir siendo espectadores de la vida de otros, sino protagonistas de las nuestras.
Esto otorga un simbolismo especial a este 9 de octubre, cuya celebración se convierte en un acto alegre de emancipación. El nuevo gobierno, fruto del Acord del Botànic, ha cambiado de raíz las prioridades políticas en nuestro territorio. Donde antes se saqueaba ahora se apuesta por las políticas sociales: por una sanidad universal, una educación inclusiva, una justicia que no dependa del bolsillo de cada cual y unos servicios sociales sin exclusiones. En definitiva, emprendemos viaje hacia una sociedad en la que, frente al antiguo modelo de "que cada uno tenga su lugar", queremos construir nuevos paradigmas en los que "todos los lugares sean para todas las personas". Objetivo ambicioso, sí, pero necesario si queremos avanzar colectivamente y si queremos que nuestra democracia avance al ritmo que la gente demanda.
En este viaje nos hemos encontrado con grandes y entusiastas complicidades, pero también con alguna dificultad, sobre todo el legado del antiguo gobierno del PP que privatizó ilusiones, gestionó malversaciones y sembró con sal las políticas públicas en un intento de asegurarse de que cualquier cambio político se encontrara con las suficientes trabas normativas, financieras y organizativas para el desaliento.
Por eso, este 9 de octubre ha de ser un día de reivindicación en el que las valencianas y valencianos nos plantemos y digamos colectivamente: ¡Ya está bien! Que no nos parieron para ser un pueblo de segunda, que nuestros hijos e hijas tienen los mismos derechos que los de las otras comunidades. Que no queremos ser más que nadie pero tampoco menos.
La injusticia que supone un sistema de financiación que no atiende las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas radica sobre todo en el hecho de que imposibilita la vida digna y la garantía de derechos que nuestras más altas leyes como la Constitución o el Estatut d'Autonomia consagran. Eso, ni más ni menos, es lo que está en juego. Que las políticas públicas garanticen los derechos inherentes a la dignidad humana o no. Y eso, a mi juicio, es construir patria.
Confieso que tampoco me siento muy cómoda con la palabra patria. Demasiadas connotaciones. Demasiados desfiles de color caqui. Demasiada conquista. Demasiado etnocentrismo. Demasiadas agitadas banderas. Me gusta más la palabra matria aunque no exista. Me identifica con la tierra y sociedad que queremos construir. Una tierra maternal, acogedora y protectora en la que cualquier persona, independientemente del color de su piel, la lengua que hable o religión que profese, sea valenciana. Una tierra de brazos abiertos en la que a cualquier persona refugiada cuando ponga por primera vez su pie en ella, si por fin llegan barcos de esperanza, la hagamos sentir en casa, la hagamos sentir valenciana.
Una tierra que sea relevante en España por su dinamismo y apertura y no por justo derecho de conquista. Una tierra en la que nadie se mira de arriba a abajo, ni de abajo a arriba porque todos nos miramos a los ojos. Quizá, sólo quiźa, eso sea ser patriota. O lo que yo entiendo por ser patriota: construir matria ese lugar en que la gente sea feliz aunque, como diría el poeta Benedetti, no tenga permiso.
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