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Bofetadas en la oficina

El espectáculo de humor físico 'Blam!', lleno de referencias al cine de acción y al comic de superhéroes, recala en Barcelona tras hacer reír a medio mundo

Jacinto Antón
Una escena de 'Blam!', de la Kristján Ingimarsson Company danesa.
Una escena de 'Blam!', de la Kristján Ingimarsson Company danesa. STEVE ULLATHORNE

Las risas que brotaban del Pleasance Courtyard parecían resonar en todo Edimburgo. En el escenario principal (Grand) de este complejo de edificios universitarios que funcionan como teatros durante el popular festival de la ciudad se representaba Blam!, un espectáculo imaginativo y disparatadamente divertido —hasta la astracanada — que ha hecho estallar en carcajadas a medio mundo con su humor físico, de caídas y bofetadas, y su juego de referencias a las películas de acción y de superhéroes. Blam!, subtitulado Hollywood se cuela en la oficina, podrá verse del 7 al 25 de octubre en la Sala Barts de Barcelona. La verdadera hecatombe en la ofina que la danesa Kristján Ingimarsson Company (por el nombre de su director) escenifica es la que todos los que trabajamos en una hemos soñado montar alguna vez, especialmente cuando se cuelga el ordenador, se alarga la jornada, se pone estupendo el director o se declara en pertinaz estado de error la impresora. No habremos llegado a tanto como en Blam! pero más de uno se ha zambullido en la papelera como en una piscina o se ha subido a la mesa gritando “¡Yo soy Espartaco!”.

En un Edimburgo tomado por las artes escénicas y en cuyas calles se entremezclaban actuaciones tan variadas como el contorsionista punk que introducía todo su cuerpo a través de una raqueta de tenis sin cordaje (descoyuntándose los brazos) o el más tradicional gaitero de los Gordon Highlanders, que tocaba Scotland the Brave en una esquina, Blam! era uno de los espectáculos más solicitados. Su despatarrante combinación de humor absurdo, acrobacias, mimo, clown, guiños al cine y al comic y banda sonora (el montaje es mudo aparte de los espléndidos y sorprendentemente precisos efectos de sonido, las onomatopeyas y la música), lo hace ideal para públicos familiares y especialmente para niños y jóvenes avezados conocedores del mundo Marvel.

Blam!, heredero tanto de Buster Keaton como del profesor chiflado de Jerry Lewis y de los Monty Python, no es más (ni menos) que una sucesión de gags hilvanados en una oficina cuyos tres empleados y su jefe déspota se aburren soberanamente y se entregan a imaginar y reproducir escenas de películas de acción y el comportamiento de los personajes de estas. El espectáculo arranca con los oficinistas en sus cubículos frente a sus ordenadores entregados a sus cotidianos quehaceres y poco a poco se adentra en una espiral de actos cada vez más enloquecidos que acaban creando un caos total en medio de una coreografía de tortazos.

En la nueva lógica de la oficina, los cajones de un archivador se convierten en los brazos de Iron Man o Robocop, el perchero deviene una ametralladora en manos de alguien que se cree Bruce Willis, Chuck Norris, o Rambo, y los lápices en los dedos de otro recrean las garras de Lobezno.

La hecatombe que montan los oficinistas es lo que todos hemos soñado alguna vez

En esa oficina demenciada, cualquier humilde elemento —de los clips, los postis y la grapadora a la fuente de agua y la impresora— se transforma en material de película en una asombrosa muestra de ingenio. A destacar escenas como la de los oficinistas avanzando en un archivador como si de la lancha de Apocalypse now se tratara o la transformación de uno de los empleados en Hulk. El ojo avezado reconocerá a Magneto, Darth Vader, escenas de Pulp Fiction, La jungla de cristal, Alien e incluso El silencio de los corderos y E.T. Convertidos en ninjas, superhéroes, jedis, comandos o Rocky, los oficinistas avanzan devastadoramente por el despacho hasta un clímax desmadrado al ritmo de Highway to hell de AC/ DC. En el Pleasance Grand el público se mostró encantado con el espectáculo y lo despidió entre aplausos y bravos.

“Perdemos cuatro litros al menos, por el sudor”, decía entre bambelinas uno de los actores, Janus Elsig. Se lo curran, desde luego. Y aunque es cierto que se les va la mano no lo es menos que el género que practican se alimenta de la gamberrada y la desmesura. Advertidos quedan de que esto no es Shakespeare ni Brecht, ni el humor el de una comedia de Lubitsch.

“Cualquiera que trabaje en una oficina entiende los sentimientos de frustración, aburrimiento y deseo de escapar como sea que manifiestan los personajes”, reflexiona Anders Skat, otro de los intérpretes, que recalca que usan en su show “un mix de humor y sorpresa”. Para Joen Hojerslev, el secreto de la función está en su exactitud, en el timing del gag y en su sincronización con el sonido. Señala que el título es un homenaje a Frank Miller y que pese a lo arriesgado de algunos gags en los que literalmente vuelan por los aires, no han tenido ningún accidente más allá de alguna torcedura.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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