Los expertos alertan de la volatilidad de las encuestas sobre el 27-S
Los indecisos, la participación y los cambios en los partidos, principales motivos de duda
“Hace tres o cuatro años, las encuestas se hacían a medio año vista. Ahora es imposible, porque las listas han cambiado, y el voto también”. La opinión de Oriol Molas, responsable de política de la empresa de encuestas GAPS, es categórica. Las empresas de análisis se enfrentan, en estas elecciones, a un votante y un sistema de partidos cambiante. Los resultados del 27-S, además, pueden variar en función del papel que jueguen los indecisos y la participación electoral. Un escenario que, según los expertos en demoscopia, invita a la prudencia.
Lo mismo sucede con la cocina –la ponderación de la intención directa de voto de los entrevistados con otros factores para prever su comportamiento el día de los comicios–. “Funciona muy bien en períodos de estabilidad. Cuando los datos sobre el grado de simpatía hacia los partidos o la valoración de los candidatos es estable. Ahora, en escenarios como el español y el catalán, es un salto al vacío”, asegura Oriol Bartomeus, investigador del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de la UAB, durante una conferencia sobre el papel de las encuestas en los comicios celebrado este miércoles en la misma universidad.
Los precedentes, además, invitan a la cautela. Las elecciones catalanas de 2012 pusieron en duda la capacidad de las encuestas para predecir el voto. Ningún sondeo predijo los 50 escaños que obtuvo Convergència i Unió en esos comicios. ¿Qué sucedió entonces? Molas sostiene que parte del electorado convergente se decantó en los últimos momentos por otras opciones: “Si se espera que un candidato gane por mayoría absoluta, muchos electores prefieren ir a otras opciones”.
¿Qué puede limitar la efectividad de las encuestas? La indecisión del votante, por ejemplo. En parte, porque desde el pasado martes no se pueden publicar nuevos sondeos, explica Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III. “No se tiene en cuenta la movilización de última hora. No sabemos qué ha ocurrido en el último período”, sostiene Simón, miembro del colectivo Politikon. A esta incertidumbre contribuye la aparición de nuevas fuerzas como Junts pel Sí, Catalunya sí que es Pot y Unió. Otros especialistas, sin embargo, quitan peso a la influencia de los indecisos. “Más que indecisos, son abstencionistas que, por el tema de lo que se considera deseable, se esconden”, asegura José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia.
La fiabilidad de los sondeos, asimismo, depende de la participación. “Si se encuentra por debajo del 70%, no es descartable que Junts pel Sí saque, por sí solo, la mayoría absoluta”, explica Ferrándiz, quien percibe al “bloque soberanista” más movilizado que al votante de formaciones como PSC y Ciutadans. El sondeo de Metroscopia publicado el pasado sábado asumía una participación del 74%, la más alta hasta ahora en unos comicios catalanes. Simón discrepa: “Hay que tener cuidado con la falacia ecológica [partir de datos agregados para obtener conclusiones]. Se piensa que a más participación, más voto soberanista. No tiene por qué. [Dentro de los que deciden votar] hay gente que cambia de voto”.
También está el riesgo de que las encuestas puedan influenciar al votante. Los expertos, sin embargo, se muestran escépticos. “En el CIS [de las elecciones autonómicas] de 2012 un 5,7% de los entrevistados decía que tenía en cuenta las encuestas. Y un 3,5% que le habían servido para cambiar el voto”, recuerda Jordi Argelaguet, director del CEO, quien explica que muy pocos institutos de análisis electoral se arriesgan a apostar por si los votantes apoyarán las candidaturas consideradas ganadoras –en la jerga de Ciencia Política, el efecto bandwagon– o perdedoras –efecto underdog–. Oriol Molas, de GAPS, sí les concede una cierta influencia, aunque indirecta: “No en el voto, pero sí con los partidos y los medios, que cambian su manera de actuar, y con ello al elector”.
Voto oculto
Por último, está por ver qué papel puede jugar el voto oculto en favorecer a opciones como el PP y Unió, a la que Ferrándiz ve como “la gran incógnita”, pues su entrada al Parlamento depende de unos pocos miles de sufragios. “Con el 3,01% de los votos, podrían sacar dos escaños. Con el 3,2%, tres diputados”, añade Joan Botella, catedrático de Ciencia Política de la UAB. Ferrándiz explica que, en algunos casos, es posible descubrir parte de este voto oculto, preguntado a los ciudadanos por las formaciones a las que votaron.
Pese a estas dificultades, Molas es optimista. “Acertamos una barbaridad, con los márgenes de error [que incluye cualquier estimación]”, asegura. “Nunca se habían hecho tantas encuestas, pero visto desde la distancia [los resultados] nunca habían sido tan parecidos. Tendemos a lo mismo”, explica Molas, quien ve que la mayoría de sondeos esperan que Junts pel Sí obtenga entre 62 y 68 escaños. Predecir con exactitud si las fuerzas del sí obtendrán la mayoría absoluta, sin embargo, es una tarea difícil, porque “algunos escaños pueden depender de 2.000 o 3.000 votos”. Un número demasiado escaso para que un sondeo pueda tenerlo en cuenta, explica Molas.
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