Políticos y jueces corruptos
Las comparecencias de la comisión Pujol han ofrecido el retrato de una época en que el sindicato del poder tejía sólidas alianzas entre abogados, jueces y políticos corruptos
La comisión antifraude, también llamada comisión Pujol, ha terminado sus trabajos en el Parlament. Proclamada inútil por algunos profetas convergentes, la virtud de esta comisión ha sido devolver a los ciudadanos de Cataluña una imagen de cuerpo entero, ausente del imaginario de muchos. Las comparecencias han recordado el tiempo en que el pujolismo era percibido como un oasis y los críticos con el palmeral como una suerte de propagadores del comunismo libertario.
Los trabajos parlamentarios, en resumen, han actuado en tarea de suplencia también de unos medios de comunicación que mayoritariamente eludieron cuando no tergiversaron los espinosos asuntos relacionados con la corrupción pujolista con el objetivo de mantener bien regado su huerto en el oasis. Ahora, el desencadenante de la confesión de Jordi Pujol ha resucitado la vieja orgía de corrupción, compartida por algunos políticos, jueces y abogados. Las comparecencias de Joan Piqué Vidal, letrado defensor de Pujol en el caso Banca Catalana, y la del exjuez Luis Pascual Estevill —ambos condenados por múltiples delitos— han devuelto a la vida recuerdos de una época en la que, por increíble que parezca, de lo que se trataba era de defender el sindicato de intereses tejido entre diferentes brazos del poder.
El abogado Piqué Vidal —también condenado por blanquear dinero a favor del cartel de Sinaloa— aseguró el pasado lunes 22 de junio que la mayoría de jueces que exculparon a su cliente —Jordi Pujol— en 1986 por el caso Banca Catalana no habían leído el sumario. Es decir, la decisión de no imputar al presidente catalán se tomó sin que la mayor parte de sus señorías tuvieran en cuenta lo acreditado por las investigaciones. Eran épocas de fervor popular al servicio de la hegemonía pujolista. “En adelante, de ética y de moral hablaremos nosotros, no ellos[el Gobierno socialista]”, había proclamado Pujol el verano de 1984 ante las masas que se manifestaban a su favor. Los jueces decidieron no imputarlo, quizás más atentos al fragor de la calle —ese que resulta tan execrablemente populista cuando lo practican Grecia o los indignados— que al propio sumario. Ahora la comisión antifraude del Parlament —esa que no sirve para nada, según notables convergentes— ha hecho reverdecer laureles.
Y en el curso de las últimas sesiones, en concreto el pasado 29 de junio, el exjuez Pascual Estevill llegó a elogiar al “gran presidente Pujol”. Es lógico. Tiene mucho que agradecerle. Fue él quien lo mandó como cuota de CiU al Consejo general del Poder Judicial cuando su expediente ya desprendía aromas de corrupción. El aforamiento pasó a ser un blindaje más de su trayectoria delictiva. Con un brillante historial y en comandita con el abogado de Pujol, Estevill se había dedicado a recaudar mordidas a empresarios a los que extorsionaba para evitarles la prisión. “No tuve ningún duda de que habíamos caído en manos de un grupo organizado”, declaró Eduardo Santos, presidente de Macosa ante el juez en 2004, explicando la operación extorsionadora a la que él y otros cuatro empresarios habían sido sometidos eludir la cárcel en 1992. “Una cosa es que un juez sea un cabrón y otra que sea un gánster”, le decía Santos a otro empresario en conversación telefónica recogida en el sumario.
La “cosa” es que el magistrado en cuestión pedía dinero y el abogado defensor de los empresarios —el toga de oro Piqué Vidal— les aconsejaba que por su bien pagasen. El letrado tenía “las llaves del infierno”, según el presidente de Macosa, y Estevill era el administrador del fuego a las calderas. Un buen ejemplo de emprendedores el que se forjó bajo el pujolismo.
El exjuez fue condenado igual que su socio. Según la sentencia porque “actuaron para amedrentar”, “con comunes propósitos criminales”. Un empresario que por no hacer frente al pago pasó 25 días en prisión aseguraba: el que mordía era el juez y Piqué era el que llevaba la cadena del perro y la iba soltando o recogiendo, según necesidades del guión.
Pues sí, seguro que la comisión Pujol no ha servido para nada. Pero al menos, como la Navidad, nos ha retrotraído a la infancia o a la juventud. Hubo un tiempo en Cataluña en que todo el mundo sabía lo que pasaba, reconoció desacomplejadamente Piqué Vidal. Como el peso de la hegemonía pujolista era aplastante, muchos lo sabían y muy pocos lo contaban.
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